Como diría todo buen científico loco: sé que parece una locura, pero ¡tienen que creerme! Primero, algo de contexto. Desde hace ya casi tres décadas, el Perú viene siendo un frente de batalla contra el narcotráfico junto a Colombia y Bolivia, según lo pactado y firmado en la Declaración de Cartagena del 15 de febrero de 1990, siendo nuestro raterísimo excelentísimo presidente Alan García Pérez. Este acuerdo fue una maquinación explícita producto de la administración del presidente George Bush. Correspondientemente, EE.UU. goza de un papel protagonista en los diversos operativos multilaterales que se ejecutaron como consecuencia del documento, lo cual no parece sino una colosal ventaja contra los cárteles sudamericanos. No obstante, algunos expertos están preocupados del efecto que estas intervenciones puedan tener, sobre todo cuando hay un factor biológico involucrado.

El resumen de la situación es el siguiente: una misteriosa cepa del hongo Fusarium oxysporum atacó las plantaciones de coca en la década de los noventa, a la vez que campesinos de la zona del Alto Valle del Huallaga reportaban helicópteros sobrevolando la zona con distintivos identificados como de la Drug Enforcement Agency (DEA)—provenientes de la base estadounidense Santa Lucía en el seno del valle—y agentes de la PNP esparciendo unas pelotillas en las cercanías de las plantaciones de coca. Según estos informes—que parecen carecer de cualquier evidencia física—esos serían esfuerzos coordinados entre los gobiernos de los EE.UU. y el Perú para usar este hongo como agente de control biológico contra el cultivo de droga.

Según el artículo de The New York Times, ambas autoridades negaron que el hongo fuese introducido; y algo de razón tienen. Fusarium es un género omnipresente con la superficie cultivable del planeta, y no sería extraño que fuese una mutación natural la que volviese más agresivo al hongo en ese momento y lugar desafortunado para agricultores legales e ilegales por igual. Este es usualmente un hongo endófito inocuo alojado en las raíces de su anfitriona que hasta puede proteger a la planta de plagas. Sin embargo, ciertas cepas se han volcado hacia rutas patogénicas que inducen marchitamiento vascular y muerte de la especie que habiten para luego alimentarse de los restos de la podredumbre, como sucede con las raíces de la coca. Es esta justamente la propiedad que los gobiernos estadounidense y colombiano planearon usar en el país norteño contra sus propios cultivos de coca, técnica que resultó polémica por decir lo menos, como queda expresado en una dura crítica de la revista progresista Mother Jones.

El problema es el efecto inesperado y macabro que dicho hongo generó en los artrópodos del ecosistema: miles y miles de invertebrados abandonaron sus nichos ecológicos para escalar árboles, aferrarse con pretarsos y quelíceros a las ramas más altas y resignarse a ser consumidos lentamente por un hongo parásito, pero uno muy diferente a Fusarium: el célebre hongo Cordyceps. Pero, ¿por qué estarían relacionados los florecimientos de estos dos hongos? El Dr. John Holliday lo explicó en una concisa ponencia titulada Cordyceps of the Tingo María Valley in Perú como parte del XI Congreso Latinoamericano de Micología llevado a cabo en la sede de Armendáriz de la Universidad Peruana Cayetano Heredia hace un par de semanas. El Dr. es vice presidente de la Sociedad Internacional de Hongos Medicinales y líder de investigación científica de la empresa Aloha Medicinals Inc. (AMI) dedicada al cultivo, estudio y distribución de hongos terapeuticos. Él mismo fue testigo del holocausto artrópodo, pero no en el Huallaga, sino en Tingo María: el mal se había expandido.

https://aaroneng10.wordpress.com/2014/11/14/the-last-of-us-mushroom-zombies/

Obra de Cordyceps 

Según explica el Dr. Holliday, el hongo Cordyceps parece tener una relación muy peculiar con el hongo Fusarium. De por sí, Cordyceps es sui generis. Desafía los conceptos comunes de simbiosis con un esquema vital heterodoxo que le permite permanecer latente por un lapso indefinido, pudiendo arremeter luego con su extrusivo cuerpo fructífero, perforando el exoesqueleto de su anfitrión y liberando esporas para infectar a más víctimas. Y Cordyceps no sólo es feroz, sino voraz. Son cientos las especies que están en su menú: polillas, arañas, libélulas, escarabajos, saltamontes y demás. Pero, ¿por qué tantas especies son tan indefensas ante este hongo? El ponente plantea una hipótesis novedosa: Cordyceps es principalmente un simbionte inofensivo con los insectos, el cual infecta mucho más de lo que llega a matar. Él mismo publicó mediante AMI una guía como resultado de sus travesías por el Tibet y Nepal estudiando Cordyceps sinensis. En ella se plantea que este inquilino suministra energía extra a su hogar, luego del cual solo reaccionaría ante condiciones de estrés para su anfitrión con un algoritmo de “reproduce o muere” que lleva a su fase reproductiva y a la muerte del invertebrado. Entonces, según el Dr. Holliday, Fusarium de alguna forma gatilló en decenas de miles de invertebrados en el valle de Tingo María la fructificación de Cordyceps, quien secuestró su sistema nervioso para volverlos, efectivamente, zombies.

Interesante es que no es tan insólito el proceso de “zombificación” en la naturaleza. Un tremátodo, el Leucochloridium paradoxum o gusanillo de bandas verdes, ingresa mediante el sistema digestivo a caracoles succínidos terrestres para adulterar su respuesta a la luz de aversión a lunática atracción, exponiéndolos a las aves depredadoras en cuyo tracto digestivo los parásito adulto puedan celebrar una orgía que resulte en futuras generaciones de gusanillos para ser diseminadas mediante las heces de la incauta ave. Lo sé, suena horrible, pero el gusanito este es precioso. Miren el video. En palabras de cierto comediante: mirá cómo está ese ojete, papá.

Ni siquiera es necesario que un parásito interno actúe para quebrar la voluntad de la víctima. El inocente tomate, según estudios publicados este año en Nature, produce una respuesta al estrés herbívoro de las orugas conocida como metil jasmonato (MeJa). Las plantas vecinas perciben MeJa y secretan a su vez agentes neuroactivos que incitan a las orugas a comerse mutuamente antes que a las hojas del tomate.

Pero Cordyceps se lleva el premio: es capaz de almacenar regiones enteras del genoma de otros organismos en su propio código genético. El proponente de esta asombrosa habilidad es justamente el Dr. Holliday, quien encontró más de 3 mil pares de bases del genoma de Fusarium en el de Cordyceps. ¿Cómo? ¿Para qué? Son preguntas pendientes.

Pero volviendo a la preocupacipon del Dr. Holliday, el efecto ecológico que podría tener esta maniobra podría ser grave. Cuando se le preguntó sobre el contenido de la exposición para facilitar la traducción, dijo simplemente “es sobre una guerra biológica que EE.UU. dirigió contra los agricultores del Perú”. No es sabio adjudicar a la malicia lo que le calza a la ignorancia, pero con hongos parásitos y con potencial zombificante no se juega. ¿O es que nunca han jugado The Last Of Us?