Como presentador de “The Apprentice”, un show televisivo donde los competidores son juzgados por sus habilidades para los negocios, Donald Trump inmortalizó la frase “you’re fired!(en español: estás despedido) cada vez que eliminaba al participante más incompetente. Resulta irónico que ahora, ocupando el cargo con más poder del planeta, los roles se podrían invertir y sea él el que sea despedido como presidente de los Estados Unidos. En las últimas semanas, la posibilidad de un impeachment (juicio político) contra Trump, que resultaría en su destitución, ha venido tomando cada vez más fuerza. ¿Cómo así podrían mandarlo para su casa?

El juicio político es una figura jurídica utilizada para destituir a un alto cargo público por haber cometido delitos o faltas graves, como abuso de poder, traición a la patria o soborno. En el caso de Estados Unidos, la Comisión de Asuntos Judiciales inicia una investigación formal de las alegaciones por las cuales es acusado el presidente. Luego, la Cámara de Representantes vota si acepta o no el juicio político y, de ser aceptado por una mayoría simple, el Senado tendrá que decidir, con una mayoría de dos tercios, si declara al presidente culpable. De ser así, sería destituido y reemplazado por su vicepresidente.

Los conflictos de interés del presidente han sido evidentes desde un principio y sus nexos con Rusia sospechosos. Sin embargo, fue recién el mes pasado cuando los llamados por un juicio político se intensificaron. El 9 de mayo, Trump despidió al director del FBI James Comey más repentinamente que el knockout de Ray Beltrán a Maicelo. Aunque en un principio la Casa Blanca justificó que el despido fue por el pésimo manejo del caso de los mails de Clinton por parte de Comey, en un inocente momento de honestidad Trump confesó que la verdadera razón fue “el asunto de Rusia”: el FBI se encontraba investigando la relación entre el equipo de Donald y el Kremlin. Días después se reveló que Trump le había pedido personalmente a Comey que abandonara la investigación al ex asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, quien renunció en febrero a su cargo por haber mentido sobre una conversación con el embajador ruso (para más detalles, ver: http://www.vozactual.com/ruleta-rusa/). Finalmente, el Washington Post reportó que Trump había compartido información clasificada con oficiales rusos durante una reunión en la Oficina Oval. Hay harto material para juzgarlo por obstrucción a la justicia o incluso traición a la patria.

FireTrump

Existen dos precedentes relativamente recientes de juicios políticos en Estados Unidos. En 1974, se inició un proceso contra Richard Nixon, presidente republicano, por su participación e intento de encubrimiento del escándalo de Watergate, el robo de documentos en la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata. Debido a que inevitablemente iba a ser destituido, Nixon decidió renunciar antes de que finalice el impeachment. En 1998, Bill Clinton enfrentó un juicio político luego de haber mentido bajo juramento sobre un choque y fuga romance extramarital con Monica Lewinsky, una practicante en la Casa Blanca. Tras la votación en el Senado, no fue destituido de su cargo como presidente aunque Hillary lo mandó al sofá por varios meses.

DejaVuNixon

La historia se repite

El caso de Trump guarda varias similitudes con el impeachment de Nixon. En ambos casos, el presidente despidió a una persona que se encontraba investigándolo. Nixon despidió a Archibald Cox, investigador especial asignado al caso Watergate; Trump, a Comey. Tanto Trump, con Sean Spicer, como Nixon, con Ronald Ziegler, contaban con Secretarios de Prensa asediados por las constantes contradicciones o imprecisiones de los mandatarios. Finalmente, ambos se beneficiaron por sucios trucos de campaña: Nixon filtrando información falsa a la prensa y Trump con el hackeo de los mails del Comité Democrático Nacional por parte de Rusia.

Con la designación de Robert Mueller, exdirector del FBI, como investigador especial de la intervención del Kremlin en la elección y cualquier relación entre la campaña de Trump y Rusia, se espera llegar al fondo del asunto. De confirmarse las sospechas, el impeachment podría volverse inevitable. Ya algunos congresistas, tanto demócratas como republicanos, han empezado a considerar esa posibilidad. Incluso los mercados de apuestas se perfilan hacia esa posibilidad: la probabilidad implícita de que no finalice su mandato es de 50%, y de que salga este año es de 25%.

Finalmente, como en toda democracia, será la opinión pública la que determine el resultado final. Actualmente, el presidente cuenta con sus peores cifras desde que asumió el cargo: el 54.5% desaprueba su gestión. Un juicio político, lejos de solucionar todos los problemas, podría ser todo lo contrario. El 39.4% que aprueba su gestión, y el mismo Trump, lo interpretarían como un asalto del Establishment a su poder legítimamente otorgado, un cuasi golpe de Estado, y difícilmente se rendirían sin dar pelea. Lo que menos necesita Estados Unidos actualmente es estar aún más polarizado. A veces, es mejor mantener a un empleado inepto antes que bancarte la furia de un sindicato. ¿O no?