El ser humano tiene muchas características que lo hacen único. Sin embargo, dicen que nuestra razón es, hasta cierto punto, lo que realmente nos diferencia de ellos. Nuestra capacidad de identificar conceptos, establecer relaciones entre ellos y generar nuevos a partir de determinadas premisas es, precisamente, la que nos permite construir nuestra realidad siendo plenamente consciente de que lo estamos haciendo (aunque no todo el tiempo). En este sentido, creo que la idea de que construyamos nuestro mundo al rededor de todo aquello que conozcamos es crucial para entender un poco de qué estamos hechos. ¿Y tú? ¿Creas parte de tu mundo?
A mí siempre me ha gustado ver al ser humano como autor de su propia historia. Y si bien este rótulo hace clara alusión a mi afición por la literatura, creo que enmascara una idea de que todos somos, en cierto sentido, “creadores”. ¿Nosotros los hombres creamos? Sí, todo el tiempo, cosas muy distintas. A grandes rasgos, me atrevería a decir que existen dos tipos de creaciones de los cuales somos capaces. En primer lugar, se encuentra la generación de “nuevo” conocimiento, aquel que corresponde al mundo de las ideas sobre el mundo físico y el metafísico también que nos sirve, usualmente, para conocer mejor el mundo, o intentar hacerlo, de forma objetiva.
Sin embargo, creo que a lo largo de nuestra historia hemos demostrado que somos capaces de crear más que ideas. Más allá de la formulación de conceptos, podemos plasmar de distintas formas nuestras expresiones acerca del mundo y de nuestras emociones. En otras palabras, creamos arte. Todo aquello que el artista crea es una representación de lo que lleva dentro, tanto de la percepción que tiene sobre sí mismo como de la que tiene de todo lo que lo rodea. Entonces, mientras estamos caminando por la calle creando universos inexistentes con personajes ficticios que interactúan de formas imposibles, pero concebibles, y pasamos películas infinitas por detrás de nuestros ojos, ¿no estamos creando? Mi respuesta es que sí. Por eso creo que así como todos somos humanos, todos somos potenciales artistas en la medida en la que somos capaces de imaginar. Todo aquello que produce nuestra imaginación podemos representarlo de una u otra forma en el mundo real, y así es como se hace el arte.
De acuerdo con la RAE, la imaginación es la facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales. Esta es una definición muy kantiana de uno de los dos tipos de imaginación, la imaginación reproductiva, que evoca imágenes que no ha conocido el sujeto mediante experiencias sensibles, sino como intento de reproducir lo que ya conocía. Por su parte, también plantea que el segundo tipo de imaginación, la productora, permite al sujeto formarse una idea clara de lo que es un objeto bajo una categoría determinada. En mi opinión, esta segunda es mucho más útil para abordar la creación de conocimiento científico o metafísico a partir de la imaginación.
En fin, me parece interesante tomar estas definiciones como punto de partida para pensar en cómo hacemos arte, aunque no haya un claro consenso del concepto de imaginación en la filosofía (de hecho, Heidegger elabora mucho más sobre esta definición de imaginación en su interpretación de la Crítica de la razón pura). Volviendo a la intriga acerca de la naturaleza de la capacidad creativa (y sobre todo la artística, representativa), la imaginación y la capacidad de crear en sí son universales a todos los hombres, pero determinan individualmente nuestra forma de vernos a nosotros mismos y al mundo, a su vez que son influenciadas por nuestras experiencias. Resulta, entonces, curioso pensar que aquello que vemos tan “lejano” como el arte, en realidad pueda estar tan presente en nuestro día a día. Si nosotros no ponemos a prueba el techo de nuestra imaginación de lo que podemos sacar de ella, entonces ¿quién?
Para mí, todas estas cuestiones acerca de cómo nos relacionamos con el mundo y expresamos lo que llevamos dentro, decantan en muchas otras preguntas acerca de qué está antes y después de la creación artística. Y una de las más importantes es ¿por qué hacemos arte? Aunque no necesariamente haya una respuesta para estas, tal vez sea buena idea empezar haciendo el examen individual.
¿Y tú? ¿por qué creas?