La tasa de pobreza del Perú es de 20.7%. Es decir, 6.5 millones de peruanos no son capaces de adquirir la canasta básica de consumo. Y la velocidad en que la se reduce la pobreza no es tan alta como antes: del 2004 al 2010, en promedio, la tasa se redujo en 4.7 puntos porcentuales; en los últimos seis años la reducción ha sido, en promedio, de 1.7 por año. Estas cifras, lejos de ser desalentadoras, invitan a pensar cómo reducir la pobreza en un contexto menos favorable. ¿Cómo enfocarnos en el futuro? ¿Cómo plantear el camino a seguir para los siguientes años?
Causas que redujeron la pobreza
En los últimos 12 años, la principal fuente de reducción de la pobreza ha sido el crecimiento económico y los mejores empleos. A pesar de todos los esfuerzos de la presidenta (¿?) Nadine, los programas sociales no han tenido mucho impacto. Solo en el 2015, la mayor parte de la reducción de la tasa es atribuible a los efectos de los programas sociales. Según el IPE, la contribución fue de 80%.
Primer parte: repensar los programas sociales
El hecho que los programas y políticas sociales hayan aportado – hasta ahora – tan poco brinda la oportunidad de incidir en ellos. Los efectos reducidos no quieren decir que no funcionen, sino que deben ser repensados. En primer lugar, se debe reevaluar los programas sociales actuales como Juntos, Pensión 65 o Qali Warma. Por ejemplo, la mayoría de ellos están orientados a la pobreza rural, cuando 3.5 de los 6.5 millones de pobres viven en las ciudades.
En segundo lugar, se deben proponer más programas sociales integrales y articulados. Integrales porque el ser pobre implica varias necesidades básicas insatisfechas. Los programas deberían tocar distintos aspectos como salud, educación y condiciones de vida en general – electricidad, agua, desagüe, piso de vivienda, combustible de cocina y demás. Articulados porque todas las entidades que trabajan temas de pobreza deberían trabajar como una sola fuerza para aprovechar infraestructura y recursos: desde el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento hasta los gobiernos regionales y locales y las organizaciones privadas como parroquias y ONG.
En esa línea, el gobierno actual ha lanzado “Progresa”, un programa que articula las intervenciones sociales como estrategia para reducir la pobreza urbana y consta de tres líneas de acción: acceso a mercados de trabajo, servicios básicos de calidad y a redes de protección. El beneficio es doble. Por un lado, se promueve una alternativa más eficaz para sacar al segmento más difícil de una situación de pobreza. Por el otro, se evita que los que recién acaban de salir vuelvan a caer en dicha condición.
Segundo parte: desarrollo de capacidades productivas
Sin embargo, la lucha contra la pobreza no termina ahí. Aunque Keiko crea lo contrario, no basta con regalar tápers o canastas de comida. En lugar de darles pescado, enséñales a pescar. En otra palabras, desarrolla las capacidades productivas de las personas. Haqu Wiñay (Mi Chacra Emprendedora) es un programa social que sigue esta línea al buscar fortalecer y consolidar la producción familiar. Si bien el programa está bien direccionado, todavía faltan detalles para afinar su funcionamiento. Toma tiempo y recursos, pero es algo a lo que se debería apuntar en el mediano plazo.
De manera transversal a estos programas, es importante impulsar políticas que permitan a los pobres amortiguar los riesgos que enfrentan y darles espacio para pensar en el largo plazo. Políticas de planificación familiar, acceso a créditos, seguros y mecanismos de ahorro son complementos perfectos a este tipo de programas. De esta manera las habilidades adquiridas posteriormente se pueden plasmar en emprendimientos.
Lo que se viene
En un panorama de lenta reducción de la pobreza, crecimiento poco alentador, mercados laborales casi parados y programas sociales con reducido efecto, es claro que la estrategia contra la pobreza debe seguir otro camino. Programas sociales repensados para ser integrales dan pie a un segundo tipo de programas donde se pueda desarrollar mejor las capacidades de las personas. Solo así se podrá revertir la tendencia actual y buscar llegar a la meta propuesta por el gobierno de 10% en el 2021.