Todos nos sentimos bastante agotados con las noticias sobre el coronavirus y sus infinitas variables, como la omicrón. Esta y nuestra más reciente preocupación, la rápida propagación de la viruela del mono, nos hacen especular sobre las nuevas amenazas que podrían aparecer contra nosotros, los humanos. Ante esto, no parece tan descabellado pensar en el futuro de los seres humanos como especie. Imaginemos esto por un momento: ¿Qué pasaría si los humanos se extinguieran de la Tierra? Sin duda a nosotros no nos gustaría, pero, ¿sería desfavorable también para la naturaleza?
La huella humana en el planeta Tierra es innegable. Desde construcciones gigantescas hasta el desarrollo de la actividad industrial, la expansión humana ha provocado la destrucción de numerosos hábitats naturales. Incluso somos responsables de haber provocado un enorme hueco en la capa de ozono. Activistas y científicos advierten que si seguimos por el mismo camino, terminaremos destruyendo al planeta y a nosotros con él. Frente a esto, podríamos imaginarnos por un momento la peor alternativa: nuestra extinción.
La Tierra es, en realidad, un lugar impresionantemente resistente. Ha sobrevivido a numerosos acontecimientos catastróficos desde terremotos, erupciones volcánicas, meteoritos, entre otros. De hecho, los geólogos afirman que la Tierra podría recuperarse de cualquier daño humano. Esto es exactamente lo que el autor y periodista estadounidense Alan Weisman, explora en su libro “El mundo sin nosotros” (The World without us).
Aunque no nos demos cuenta, estamos en constante enfrentamiento con la naturaleza. En nuestras casas luchamos contra la invasión de todo tipo de insectos: hormigas, cucarachas, termitas y hasta pequeños mamíferos. Inclusive si tu casa está herméticamente sellada de la intemperie, no podemos evitar que esporas, invisibles al ojo humano, entren en nuestro espacio. “Cuando te dijeron lo que costaría tu casa nadie mencionó lo que también pagarías para que la naturaleza no la embargara” señala Weisman. Si consideramos que no estaríamos para impedir esto, al día siguiente de que los humanos desaparecieran, la naturaleza tomaría el control e inmediatamente comenzaría a limpiar nuestras casas.
Así como nuestras casas volverían a ser reclamadas por la naturaleza, con el tiempo, las ciudades volverían a ser los bosques que en algún momento fueron. Tomemos a Nueva York, una de las ciudades más emblemáticas como ejemplo. En tan solo 36 horas de ser deshabitada, los metros subterráneos estarían inundados ya que todos los ríos y arroyos que previamente existían pero fueron enterrados, ya no tendrían al personal de mantenimiento que drene esa agua para otro lado. Esta agua llegaría hasta los cimientos de los rascacielos corroyendo el acero que los sostiene, haciendo que colapsen y como las estructuras se encuentran una al lado de otras, caerían como dominos. En 20 años veríamos ríos en la superficie de Manhattan, atrayendo a variedad de aves que a su vez, al retomar su espacio, dejarían caer por la ciudad semillas, haciendo camino para que empezaran a aparecer plantas. Así, en tan solo 500 años, la ciudad de concreto, sería retomada por la naturaleza.
En cuanto a los animales, sin la interferencia humana, se especula que la fauna en peligro de extinción podría recuperar sus hábitats. Prueba de esto es la grulla de corona roja que ahora vuela por una franja de tierra declarada como “tierra de nadie” durante la guerra de Corea del Norte con Corea del Sur. Estas aves son las segundas más raras del mundo con sólo 2750 ejemplares y han podido recuperar esta zona que se encuentra libre de cualquier interferencia humana. Por otro lado, lamentablemente nuestros queridos perros, gatos y demás mascotas se verían perjudicados. Sin embargo, para beneficio de algunos, la invencible y temida cucaracha, se erradicaría en los climas fríos en dónde la calefacción antes soportaba su supervivencia.
Por el final, si es que los terremotos y volcanes no han acabado con todo lo construido por los humanos, los glaciares harían el trabajo de destruir lo que quedaría, algo así como en la película la Era de Hielo. Es así como la marca de la humanidad sería sepultada por el planeta Tierra y, como vemos, no parece un escenario tan desfavorable para la naturaleza. Si bien es difícil que la extinción de los humanos se de en un evento en el que desaparezcamos todos a la vez, este ejercicio nos hace reflexionar acerca del gran impacto y responsabilidad que poseemos y que, tal vez así como hemos hecho decisiones no tan favorables para el ambiente, podemos también tomar las correctas para recuperar aquello que hemos perdido.
Edición: Eva Azañedo