Tener la mente fría y centrada en los hechos es el razonamiento “correcto” que deberíamos aspirar a desarrollar, tanto a nivel personal como a nivel de sociedad, ¿no? En realidad, todas las personas suelen tener una “visión sesgada” de la realidad que favorece cierta información por motivos subjetivos, incluso cuando hagan un esfuerzo en ser lo más objetivos e imparciales posibles. Por lo tanto, incluso si crees en algo con certeza, podrías estar bajo la influencia de un sesgo cognitivo. ¿Cómo influyen estos sesgos en nuestra vida? Veámoslo.

Los sesgos son, en líneas generales, formas de pensar que crean en las personas una imagen de la realidad que favorezca sus ideas preconcebidas (directa o indirectamente). Por lo tanto, los sesgos no le dan el mismo valor a toda la información y forman interpretaciones “distorsionadas” que maximizan aspectos positivos y minimizan los negativos a la hora de hacer juicios, opiniones o análisis (Concha et al., 2016). Estos sesgos son inconscientes y naturales hasta cierto punto. A lo largo de nuestra vida queremos tener la razón o que el universo conspire a nuestro favor; por lo que nuestra percepción se verá afectada por ese deseo que puede variar según el contexto, el tipo de información que recibamos o hasta nuestro estado de ánimo. La realidad que se perciba será distinta para cada persona dado que no a todos nos interesa interpretar lo mismo ni de la misma manera. Entonces ¿los sesgos nos alejan de la verdadera realidad?

¿Descartes siempre lo supo?

Aunque los sesgos suenen a obstáculos, aportan varios beneficios a nivel personal y social. La presencia de los sesgos fomenta una postura optimista sobre el entorno que refuerza la autoestima y la seguridad sobre las decisiones, las habilidades y el futuro por venir. Además, los sesgos sirven para agilizar nuestro pensamiento al simplificar la interpretación de información (“eso es bueno, eso no”) y, en resumen, percibir un mayor control sobre nuestro entorno. Dos ejemplos de estos sesgos son el “optimismo comparativo” y el “enaltecimiento del yo”. El primer sesgo se refiere a percibir que uno tiene más probabilidades que la persona promedio de que le sucedan cosas buenas y menos de que le sucedan cosas malas. Por otro lado, el sesgo del enaltecimiento del yo ocurre cuando alguien les atribuye los resultados positivos de alguna acción a sus rasgos personales, pero los resultados negativos son atribuidos a factores externos. De esta manera, los sesgos influyen constantemente en la mentalidad de individuos, grupos y sociedades enteras mediante una interpretación más positiva de la información que genera una motivación constante. En un caso opuesto, y algo extremo, una sociedad de pesimistas se caería a pedazos.

Pero incluso con esos beneficios, los sesgos pueden tener efectos negativos principalmente en su exceso. Los sesgos son naturales, pero pueden reforzarse debido a una fuerte aversión al riesgo, el temor a lo desconocido, el cambio, ser muy orgulloso, etc. Una mentalidad muy sesgada actúa como un “mecanismo de defensa” para reafirmar nuestras creencias “artificialmente” y elevar la autoestima a costa de tener una percepción demasiado distinta de los hechos (“yo no me equivoco”). Llegar a esos niveles de sesgo complica las relaciones sociales en distintos sectores (familia, trabajo, estudios) por el fuerte rechazo a información no favorable para la imagen, las capacidades o las posturas personales. Una persona así podría ser categorizada de fanática (por la exagerada defensa de sus creencias y cierre al diálogo) o narcisista (por la enorme valoración de sí mismo).  El desarrollo y el reforzamiento de este tipo de mentalidades en la era moderna pueden ser potenciados por distintos sectores (internet, publicidad, medios de prensa) a través del fomento de aptitudes egoístas e individualistas.

Los sesgos son una capa compleja y única que varía de persona en persona. Es importante tenerlos en consideración para comprender mejor nuestras propias decisiones y creencias, así como nuestra capacidad de aceptar los cambios o nueva información. Es una distorsión que, aunque parezca que su objetivo es una satisfacción superficial, también busca darnos una motivación que dé valor a la vida. Tal vez no nos den la “verdad completa” pero, sin llegar a extremos, es una verdad que nos aporta.

En la película The Truman Show el protagonista (Jim Carrey) descubre poco a poco que su vida es un programa de televisión y que su pueblo es un gigantesco estudio. Deberá decidir en cuál “realidad” vivir.

Editado por Paolo Pró

Fuentes:

Foto portada: Daniel Apuy/ Getty Images

Concha, D., Bilbao Ramírez, M. Ángeles, Gallardo Cuadra, I., Páez Rovira, D., & Fresno Rodríguez, A. (2016). Sesgos cognitivos y su relación con el bienestar subjetivo. Salud & Sociedad3(2), 115-129. https://doi.org/10.22199/S07187475.2012.0002.00001