No es un secreto que la interacción humana con el medio ambiente ha afectado negativamente todos los ecosistemas del planeta. Si bien algunos políticos pueden denegar la existencia del calentamiento global, es imposible negar la constante extinción de especies debido a la actividad depredadora de los humanos.
La humanidad está ocasionando el sexto evento de extinción masiva en la historia de nuestro planeta. En las últimas dos décadas, se han perdido billones de poblaciones, tanto de plantas como animales. Esto ha reducido significativamente la posibilidad de supervivencia de algunas especies. ¿Las principales razones? Sobrepoblación humana y sobreconsumo. Sin embargo, esta extinción masiva se camufla: como aún no acaba con especies enteras, suele “pasar por debajo del radar” de la opinión pública.
A pesar de que suena como una buena noticia, es solo un paso previo a la desaparición masiva de especies. Al desaparecer una población de una especie, consigo desaparece también una considerable cantidad de características físicas y genéticas, lo cual disminuye la habilidad de la especie para sobrevivir a cambios en su ecosistema. Con la pérdida de material genético diverso, las poblaciones restantes tendrían características fijas y adecuadas para un solo ecosistema. Así, si este fuera afectado, las poblaciones no tendrían de dónde adquirir información genética que le permitiera adecuarse oportunamente a los cambios.
Además de ello, un grupo de investigadores de la Universidad de Aarhus y la Universidad de Gothenburg han llegado a la conclusión de que las especies están siendo exterminadas a una velocidad tan alta que la evolución no puede mantener el paso. Como consecuencia, han calculado que, si las especies de mamíferos se empezaran a diversificar a su ritmo normal y la extinción por actos humanos desapareciera, les tomaría entre cinco y siete millones de años recuperar la biodiversidad previa a la aparición de los humanos modernos.
Esta extinción masiva ha ocasionado que se pierdan ramas completas del árbol evolutivo. Principalmente, las que incluyen a los mamíferos gigantes, como las familias de los rinocerontes y elefantes. Son justamente estas ramas las que, además, se encuentran más distanciadas del resto de familias de mamíferos. Así, si se perdieran, sería estadísticamente improbable que volvieran a surgir de forma natural.
Los mamíferos gigantes son los más afectados, pues son ellos quienes requieren de un área más extensa y de mayores recursos para sobrevivir. Además, son las presas principales de cazadores furtivos. Es tan grande la amenaza a estas especies, que se estima que, en caso no se frene el ritmo actual de desaparición de poblaciones y se reduzca significativamente la destrucción de ecosistemas, en 200 años los mamíferos no protegidos más grandes que uno podría encontrar en la Tierra serían las vacas.
¿Por qué si las personas son conscientes de la extinción mundial de especies no se realizan suficientes esfuerzos colectivos para frenarla? Un nuevo estudio afirma que la sobrerrepresentación de animales salvajes en diversos medios podría generar la falsa idea de que estas especies no se encuentran amenazadas. El artículo propone que la alta “presencia” de, por ejemplo, leones, jirafas, hipopótamos, etc., en televisión, juguetes infantiles y películas generaría que las personas consideren esta elevada “población virtual” como una real, ignorando que muchas de estas especies se encuentran en un gran peligro. Como resultado, mientras muchas personas pueden describir a un león, no tantos pueden responder correctamente si se trata de una especie en peligro de extinción o no (la respuesta es SÍ, btw). Si no somos conscientes acerca de la situación del “rey de la selva”, ¿qué chances tiene el resto de especies?
Es triste pensar que nuestras acciones y nuestra indiferencia podrían llegar a ser tan devastadoras como un asteroide de 15 km2. Si bien ya se han perdido innumerables especies, aún estamos a tiempo de recuperar la biodiversidad en un tiempo más razonable que cinco millones de años. Nuevas técnicas de conservación y un aumento en el número de campañas de concientización a nivel mundial pueden marcar la diferencia si todos ponemos nuestro grano de arena.