Las elecciones en los Países Bajos representaron una pequeña victoria en la gran batalla contra el populismo. Luego de la elección de Donald Trump y el triunfo del Brexit, los holandeses le dieron un pare al avance del discurso racista y xenofóbico de la extrema derecha. En vísperas de las elecciones francesas en abril y las alemanas en septiembre, los holandeses nos recuerdan que en tiempos difíciles la razón debe prevalecer sobre el miedo.
Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV), se perfilaba como el favorito en las encuestas para las elecciones generales en los Países Bajos. Wilders no solo comparte la melena rubia de Trump, sino también su retórica populista y xenofóbica. Afortunadamente, una serie de eventos en la meta final le dieron la victoria al actual primer ministro Mark Rutte, quien obtuvo una abrumadora victoria y una mayoría en el parlamento. Es probable que el partido de Rutte, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), gobierne ahora con una coalición de derechas.
En un país que es baluarte de los ideales liberales, donde la marihuana es legal, el matrimonio es inclusivo, y los animales tienen puentes para cruzar las carreteras, un creciente sentimiento conservador sorprende. El mismo Rutte adoptó un discurso de tinte islamofóbico en las últimas semanas, publicando en los periódicos holandeses una carta que criticaba la poca integración de inmigrantes (de mayoría marroquí), que decía:
“Si no te gustan nuestros valores, vete de Holanda.”
La tendencia política de radicalizarse para ganar votos es controversial, pero hasta ahora, ha funcionado en Holanda. Rutte se habría beneficiado de su posición recia en un altercado diplomático con autoridades turcas durante la semana pasada. Su gobierno prohibió que dos ministros del gobierno de Recep Tayyip Erdogan lideraran un mitin en Rotterdam para promover un referéndum en Turquía que expandiría los poderes del presidente. Rutte se mostró decidido y dijo que puso los intereses holandeses primero, siendo aclamado por el electorado.
Geert Wilders, quien lideró en las encuestas por más de dos años, terminó segundo, asegurando 20 curules en el parlamento. Wilders fundó el Partido por la Libertad (PVV) en el 2006, luego de separarse del partido de Rutte en el 2004, luego de que el VVD apoyara la candidatura de Turquía para la Unión Europea. Su popularidad ha crecido a costa de insultos xenófobos contra la población de origen marroquí, así como al islam en general. Wilders ha sido acusado por crímenes de odio, y sus propuestas más populares incluyen el cierre de mezquitas, la prohibición del Corán, el cierre de las fronteras a refugiados y a inmigrantes de países musulmanes, y la salida holandesa de la Unión Europea.
Wilders es simpatizante de Marine Le Pen del Frente Nacional francés y es parte del proyecto anti-Unión Europea y anti-islam que ha ido ganando impulso a través del viejo continente. Wilders ha escrito el libro La Guerra del Islam contra Occidente y contra mí y ha dirigido una película de 17 minutos, Fitna, que saca de contexto suras del Corán y las acompaña con imágenes de los ataques terroristas a las torres gemelas en Nueva York.
En tiempos donde el proyecto multicultural holandés ha estado en riesgo por un creciente sentimiento xenófobo, la victoria de Wilders hubiera beneficiado a Le Pen en las elecciones francesas de abril y le hubiera dado ímpetu al proyecto antieuropeo y populista. La derrota de Wilders tiene que ser tomada con pinzas, ya que su partido y su retórica se han vuelto más populares en los últimos tiempos, y la sociedad holandesa ha quedado dividida. Vienen tiempos difíciles para Europa, y hasta ahora los holandeses demostraron que todavía están a la altura de los valores de tolerancia e igualdad que están tratando de proteger.