Una crisis que choca cerca de casa. A mediados de la semana, Juan Guaidó se proclamó presidente interino de Venezuela, acto que causó manifestaciones en todo el país, y una gran repercusión internacional dada la legitimidad de su proclamación. Ello tras una serie de polémicas donde Nicolás Maduro había juramentado como presidente para un segundo gobierno de manera ilegítima y amenazó con aplicar duras medidas contra sus detractores.
La última vez que se sintió que la democracia podría volver a Venezuela (digo volver porque, de acuerdo al índice de democracia, este país está calificado como un régimen autoritario… alguien avísele a la Tía Vero y al resto de la izquierda peruana) fue en el 2015, cuando la oposición obtuvo una victoria abrumadora en aquellas elecciones y consiguió la mayoría en la Asamblea Nacional: un total de 112 escaños con lo que tenían poder para convocar a una Asamblea Constituyente y remover a los miembros del Tribunal Supremo de Justicia. Se venía el cambio en Venezuela, pero Maduro, fiel a su predecesor, decidió llamar a una Asamblea Constituyente compuesta al 100% de miembros de su partido político en el 2017, después de, virtualmente, extirpar el poder de la Asamblea Nacional a través del Tribunal Supremo de Justicia quien la declaró en desacato en el 2016.e
Venezuela otra vez cayó en el caos y la desesperanza, con Leopoldo López encarcelado y olas de migraciones de venezolanos migrando al exterior. Sin embargo, nuevamente se alza la cabeza de la oposición, esta vez con Guaidó, electo a la Asamblea Nacional por el Estado de Vargas, quien ha liderado la oposición desde hace tres semanas. Aunque desconocido para los extranjeros, interiormente Guaidó ha recibido el apoyo de López por años. Es ingeniero industrial de la Universidad Andrés Bello de Caracas y ha recibido dos títulos en administración pública, incluyendo uno por la Universidad George Washington.
Ahora su proclamación ha involucrado a varios países, incluyendo Perú, aunque el que más revuelo ha causado proviene del gobierno de Donald Trump, quien al emitir su apoyo recibió un aviso de Maduro, en el cual le indicaba que tendría que retirar a sus diplomáticos del país latinoamericano. En respuesta, Trump decidió hacer lo mismo, aunque le añadió un punto de peso dado que le indicó a Guaidó que mande los diplomáticos representativos de su gobierno. Esa injerencia del gigante norteamericano no pasó desapercibida por su contraparte euroasiática, Rusia, quien a través de su viceministro de relaciones exteriores emitió un comunicado en el cual advierte a EEUU que no interfiera en los asuntos internos de Venezuela.
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A ambas partes del conflicto, al igual que en el mundo, se le suman naciones que buscan expandir sus esferas de influencia (Guerra Fría 2.0), entendiendo que Rusia ha firmado acuerdos de entregas de armamentos con Venezuela en el 2008 y el 2011. Además, en el 2009, el gobierno tomó posesión de una de sus minas de oro más grandes de Crystallex, una compañía canadiense, en busca de explotar los recursos en cuestión con la ayuda de Rusia. Se dice que Crystallex nunca pudo explotar la mina debido a que esperó años en vano por una licencia ambiental.
Dejando de lado la esfera global y poniendo atención a este nuevo personaje en el juego político de Venezuela, nos queda analizar su aparición. Como mencioné anteriormente, ha sido líder de la oposición por tan sólo tres semanas y algunos comentaristas políticos han hecho conocer sus críticas con respecto a su discurso de aceptación del cargo, dado que utilizó muchos recursos líricos para enardecer a su audiencia, sin realmente tocar ninguna propuesta específica sobre cómo llevaría a cabo sus propuestas de democratizar su país. Por otro lado, otros ven su juventud como una nueva chispa en la oposición que no ha dejado de ser vencida por el régimen chavista.
La pregunta clave es ¿realmente se puede sacar a Maduro de la silla presidencial? Para responder ello hay que considerar que su poder se basa en el apoyo militar, policial y del poder judicial que lo reconoce como presidente legítimo. La posibilidad de derrocar a Maduro se vuelve difícil si los militares y las fuerzas policiales continúan oprimiendo a los opositores. Estados Unidos no descarta una intervención militar, a lo que su bff Rusia respondió que defenderían la soberanía de Venezuela, por lo que, dadas las consecuencias internacionales de lo que podría causar el enfrentamiento de estas dos potencias, es poco probable que Estados Unidos intervenga de esa manera. Sólo queda esperar a ver qué se sucede en este nuevo episodio de House of Cards: versión Venezuela.
Países divididos (Fuente: Bloomberg)
Nota: Se agradece el apoyo en la elaboración de este artículo de Gianfranco Smarrelli , venezolano de nacimiento y miembro fundador de Voz Actual