Ahora que pasamos todo el día desinfectando superficies y lavándonos las manos, estamos más conscientes de la presencia de los microorganismos y de lo que nos pueden causar. COVID – 19, sida, tuberculosis, dengue: gracias a estas y muchas otras enfermedades, siempre le hemos tenido terror a los virus y las bacterias, y admito que algunos sí dan miedo, pero la verdad es que la mayoría no y aunque no siempre los tengamos presentes, son fundamentales en nuestra vida. Para tener un desarrollo normal y gozar de buena salud dependemos de ciertos microbios y al conjunto que vive en nuestro cuerpo se le llama microbiota. Aproximadamente, la mitad de las células de nuestro cuerpo son microbios, es decir, tenemos la misma cantidad de bacterias que de células humanas: somos mitad humanos, mitad bacterias.
Así como nuestra huella dactilar es única, nuestra microbiota también lo es, por lo que es diferente de persona a persona. Si bien es cierto que la microbiota intestinal es la más conocida, también está en el tracto genitourinario y respiratorio, la boca, nariz y piel. Ni siquiera encontramos los mismos microorganismos en todo nuestro cuerpo, cada parte forma una comunidad muy diferente con la cual hemos evolucionado y tampoco es estática, ya que se va adaptando a los cambios en nuestra fisiología y entorno.
¿Nacemos con esta microbiota? o ¿cuándo la adquirimos? Adquirimos nuestras propias bacterias apenas nacemos, durante el parto y la lactancia por el contacto con la piel y la leche materna. En los bebés, la microbiota es más o menos uniforme, pues hay poca diversidad. Sin embargo, a lo largo de nuestra vida, millones de bacterias entran a nuestro tubo digestivo a través de los alimentos, el agua y el contacto con otras personas. Conforme uno va creciendo, la microbiota también va madurando, de esa manera, aumenta la diversidad de bacterias y las diferencias entre cada persona.
La microbiota cambia con la edad y su composición depende de muchos factores: nuestro entorno, dieta, estrés, los medicamentos que tomamos, como antibióticos e incluso de las personas que viven o vivieron con nosotros o de si tuvimos o no mascotas. Aunque nosotros hayamos terminado de crecer, nuestra microbiota no deja de cambiar, y estos factores siguen influyendo por lo que las poblaciones bacterianas no son estables, pero siguen cumpliendo un rol en nuestra salud.
¿De qué me sirve tener estas bacterias? y ¿por qué son tan importantes? Al conjunto de genes de la microbiota se le llama microbioma y contribuye con más genes que el propio genoma humano. El microbioma humano tiene más de un millón de genes comparado con el genoma humano que solo tiene 23.000, esto quiere decir que buena parte de las proteínas y metabolitos que necesitas y utilizas provienen de un microbio, por lo que tú, por tu cuenta, prácticamente no estás produciendo nada.
El microbioma cumple muchas funciones dentro de tu cuerpo, muchas de las cuales todavía no se conocen, pero lo afecta principalmente de tres maneras. El más conocido es el papel nutricional y metabólico de la microbiota intestinal, puesto que influye en la manera en como tú aprovechas los alimentos. Los microbios intestinales degradan sales biliares, proteínas y polisacáridos, producen vitaminas, cofactores y ácidos grasos y pueden degradar toxinas y drogas. (1) También, ayudan a explicar el por qué las personas responden de manera diferente a los mismos alimentos y están relacionados con enfermedades como la obesidad, dado que influyen en el apetito, la producción de gases y la eficiencia del uso de alimentos. (2)
En segundo lugar, se encuentra el papel inmunitario de defensa contra patógenos. Si bien es cierto que la microbiota está compuesta por microorganismos, estos no son patógenos, por el contrario, son beneficiosos y evitan la colonización de otros microorganismos que sí nos podrían causar enfermedades, ya que ocupan los mismos espacios. También mantiene las barreras intestinales, refuerza las uniones entre las células epiteliales y contribuye a la producción de mucina. (3)
En tercer lugar, la microbiota tiene un efecto a nivel neurológico, porque puede producir neurotransmisores, los cuales influyen en que tú tengas hambre o que empieces a sentirte satisfecho. Asimismo, puede afectar tu estado de ánimo a través del nervio vago, el cual es como una carretera de dos vías que va desde nuestro cerebro a varios órganos del cuerpo, incluido el intestino. (4)
Si la microbiota es tan importante, ¿qué puedo hacer para mejorarla? Nuestra dieta y estilo de vida definen en gran parte qué microbiota vamos a tener. Por ello, aquí es importante consumir los famosos alimentos probióticos y prebióticos. Los primeros son alimentos que proporcionan nutrientes para que los que microbios útiles puedan crecer fácilmente, mientras que los segundos contienen bacterias vivas que son beneficiosas para la salud, como por ejemplo; Lactobacillus y Bifidobacterium que se encuentran en los productos lácteos como el yogurt o fermentados como el kombucha.(3)
Finalmente, cuando hablamos de microbiota, no es solo importante tener una sola especie bacteriana, sino se trata de tener la comunidad adecuada de bacterias, pues juntas trabajan produciendo los químicos adecuados para nuestro cuerpo. De esta manera, no es que el microbioma influya en nuestra biología, sino que es parte de ella. Ahora sabemos que estos microorganismos cumplen un rol más importante del que creíamos.
Referencias:
- Lloyd-Price, J., Abu-Ali, G. & Huttenhower, C. The healthy human microbiome. Genome Med 8, 51 (2016). https://doi.org/10.1186/s13073-016-0307-y
- Davis, N. (2018, March 25). The human microbiome: why our microbes could be key to our health. Obtenido el 18 de Julio del 2020 de: https://www.theguardian.com/news/2018/mar/26/the-human-microbiome-why-our-microbes-could-be-key-to-our-health
- Ignacio López-Goñi (2013). Microbioma humano: un universo en nuestro interior | Revista de la Sociedad Española de Bioquímia y Biología Molecular | SEEBM. Obtenido el 18 de Julio del 2020 de: https://www.sebbm.es/revista/articulo.php?id=500&url=microbioma-humano-un-universo-en-nuestro-interior
- Relman, D. Learning about who we are. Nature 486, 194–195 (2012). https://doi.org/10.1038/486194a