En la actualidad, existen alrededor de 7000 lenguas habladas en todo el mundo, cada una con sus propias características. Algunas lenguas tienen sonidos diferentes, vocabularios diferentes y también tienen estructuras diferentes, pero todas comparten un papel fundamental: la comunicación entre los seres humanos. Esto genera una pregunta: ¿La lengua que hablamos moldea nuestra forma de pensar?
La relación entre lenguaje y percepción del mundo es compleja y sutil. La forma en que pensamos y entendemos el mundo está íntimamente ligada a la forma en que hablamos sobre él. De hecho, la estructura y el vocabulario de una lengua pueden influir en cómo percibimos el espacio, el tiempo, las emociones y las relaciones sociales. Por ejemplo, nosotros solemos usar las palabras “derecha”, “izquierda”, “arriba” o “abajo” como referencias de posición y lo vemos como lo más normal del mundo; sin embargo, para la comunidad aborigen de Australia Kuuk Thaayorre esto es impensable ya que en su lugar utilizan los puntos cardinales: norte, sur, este y oeste. Imagina decirle a tu amigo: “Mueve tu vaso un poco al noreste”.
Para entender cómo el idioma influye en nuestra percepción del mundo, primero debemos entender que el lenguaje no es simplemente un conjunto de palabras y gramática. El lenguaje es también una forma de entender el mundo que nos rodea, y cada idioma tiene su propia manera única de categorizar y describir la realidad. Por ejemplo, en inglés y otros idiomas occidentales, tendemos a categorizar el mundo en términos de objetos y acciones. Decimos que algo es “redondo”, “duro” o “blando”. En contraste, en algunos idiomas indígenas de América del Sur, las cosas se describen en términos de cómo se relacionan con otras cosas. Por ejemplo, en el idioma Tuyuka, la palabra “ho” significa “un objeto afilado, como un cuchillo”, pero también puede significar “un objeto peligroso que debe evitarse”. Esto refleja una forma de pensar que se enfoca más en la relación y la conexión entre las cosas que en las propias cosas en sí.
Estas diferencias en la forma en que los idiomas categorizan el mundo pueden tener un impacto significativo en cómo percibimos la realidad. Por ejemplo, estudios han demostrado que los hablantes de idiomas que utilizan categorías más amplias, como las que se enfocan en las relaciones entre objetos, tienen más facilidad para entender las relaciones entre las cosas y para identificar patrones y conexiones en la información.
Asimismo, las lenguas tienen diferentes peculiaridades estructurales. Una de ellas es el género gramatical. Normalmente a cada sustantivo se le asigna un género, por lo general, femenino o masculino, y estos géneros difieren según la lengua. Por ejemplo, el Sol es femenino en alemán, pero masculino en español, y con la Luna es al revés. ¿Puede tener esto consecuencias en cómo piensan las personas? ¿Acaso los hablantes de alemán piensan que el Sol parece más femenino, y la Luna más masculina? De hecho, es así. Si les pedimos a hablantes de alemán y de español que describan un puente —”puente” es gramaticalmente femenino en alemán y masculino en español— los hablantes de alemán utilizarán palabras como “hermoso”, “elegante” palabras que, por lo general, se consideran femeninas; mientras que los hablantes de español usarán palabras como: “fuerte”, o “largo”, palabras masculinas. Esto demuestra cómo la lengua moldea nuestra forma de pensar.
La diversidad lingüística es una gran ventaja, ya que nos muestra la habilidad creativa y adaptable de la mente humana. En el mundo existen 7000 universos cognitivos distintos, representados por los 7000 idiomas hablados en todo el mundo. Sin embargo, estamos experimentando una pérdida constante de esa diversidad lingüística. Se estima que perdemos aproximadamente un idioma por semana, y lamentablemente, se espera que la mitad de todos los idiomas desaparezcan en los próximos 100 años.
En conclusión, nuestro idioma juega un papel fundamental en la forma en que percibimos y entendemos el mundo que nos rodea. Desde la construcción de nuestro vocabulario hasta la sintaxis y gramática que utilizamos, el lenguaje influye en nuestra forma de pensar, razonar y comunicar. Es importante valorar y preservar la diversidad lingüística para mantener viva la capacidad creativa y adaptable de nuestra mente. Para esto, hagámonos las siguientes preguntas: ¿Qué cambios podemos hacer en nuestra forma de hablar y escribir para mejorar nuestra comprensión y apreciación del mundo que nos rodea? ¿Cómo podemos utilizar el poder del lenguaje para crear un mundo más diverso, justo y equitativo?