El párkinson es una enfermedad neurodegenerativa crónica que tiende a manifestarse en las personas mayores de 65 años, pues el 70% de los afectados supera esta edad según la OMS (2007). En el Perú se encuentran registrados 300 000 casos: el 1% de la población.
Se sospecha que tal porcentaje se debe porque en Perú existen muchos casos sin registrar, principalmente en las zonas más alejadas y dispersas del país. Además, la detección de esta enfermedad es un proceso sumamente complejo en su fase inicial debido a que no existe un método certero para diagnosticarla sino que se requiere realizar una gran y costosa cantidad de exámenes clínicos. Por esto, son pocas las personas que reciben un tratamiento temprano, lo que ocasiona que la enfermedad se intensifique rápidamente. Sin embargo, un grupo de científicos está investigando una inusual forma de detectarlo.
La profesora Perdita Barran de la Universidad de Manchester afirma que el párkinson ocasiona que las personas afectadas produzcan un olor particular. Ella comenta que un colega suyo le contó que mientras daba una charla pública sobre el párkinson una señora se levantó en la audiencia y lo cuestionó por no dirigir sus estudios hacia el olor producido por la enfermedad. Lo que al comienzo ambos profesores tomaron como una tontería poco a poco se tornó un tema frecuente de conversación.
Cuando no pudieron resistir más la curiosidad se dispusieron a buscar a la mujer, quien resultó ser una enfermera retirada llamada Joy Milne. Ella afirmó que décadas atrás empezó a sentir un olor inusual en su esposo quien años después fue diagnosticado con párkinson. Milne cuenta con una habilidad excepcional de olfato que no es tan fuera de lo normal como uno pensaría. Se puede encontrar a muchas personas con esta habilidad en las industrias de alimentos y perfumes trabajando como catadores.
Para comprobar su habilidad para detectar el párkinson, el grupo de investigación reclutó a un puñado de pacientes con dicha enfermedad y a un grupo de personas sin ella y se les pidió que pasen una noche utilizando polos idénticos. A continuación se le entregaron los polos a Milne y ella separó sin equivocarse todos los polos de las personas que padecían párkinson. Es más, ella pudo discriminar qué tan avanzada estaba la enfermedad según la intensidad del olor y por si fuera poco, detectó el polo de una persona que se encontraba sin diagnosticar en el momento del experimento y unas semanas después este sujeto se acercó a los investigadores para comentarles que había sido diagnosticado oficialmente con párkinson.
Continuando con la investigación, se determinó que el olor procedía del sebo grasoso que lubrica y protege la piel de las personas. Sabiendo esto, los investigadores lograron aislar los compuestos químicos que producen el olor de la enfermedad y con el apoyo de Milne consiguieron recrearlo artificialmente. Sin embargo, en la actualidad producir sensores de olor electrónicos es sumamente difícil y caro; por ende los investigadores decidieron acudir al mejor amigo del hombre.
En estos momentos, el equipo de científicos se encuentra entrenando perros para que detecten el “olor del párkinson”. Si bien aún se encuentran en una fase inicial del adiestramiento, esperan obtener pronto resultados favorables. De ser así, se podría haber encontrado una forma de detectar el párkinson eficientemente, aún antes de que se empiecen a mostrar los primeros síntomas físicos y por un bajísimo costo.
Por si se preguntan a qué huele el párkinson, la profesora Barran comenta que todas las personas que se le han acercado afirmando que también pueden oler la enfermedad coinciden en que el olor es almizclado y similar a cómo olería un castor mojado, pero diferente a cualquier otra cosa que hayan olido anteriormente. ¡Esperamos que esa descripción haya sido de ayuda!