En los últimos días, varias noticias comentaron que estudios habían encontrado mayor incidencia en las muertes por la COVID-19 en los pacientes que sufren de obesidad. Según el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del MINSA, la obesidad aumenta 8.86 veces la probabilidad de fallecer por ese mal, convirtiéndolo en uno de los factores de mayor riesgo. A raíz de ello, se ha cuestionado la calidad de alimentación en el Perú. ¿Y mi pollito a la brasa? . Es cierto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Nacional De Salud (INS) proveen guías en las que recomiendan llevar una dieta equilibrada para un estado óptimo de salud, ¿todos los peruanos nos encontramos en condiciones de comer saludable?
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la alimentación saludable es cada vez más inaccesible para los pobres en el Perú. Asimismo, la exrepresentante de esta institución, María Elena Rojas, sostiene que el ingreso es uno de los mecanismos por los cuales familias en pobreza extrema llevan una mal nutrición, pues muchas veces los recursos no son suficientes para comprar alimentos nutritivos. Según Zavaleta & Astete-Robilliard (2017), la anemia causa deterioro en el rendimiento de los niños en etapa escolar y puede tener efectos a largo plazo en la productividad laboral. De esta manera, puede incidir en la calidad de vida y los salarios de las personas que padecieron a temprana edad #TomaTuSopa.
¿Cómo elegimos?
Para realmente entender la decisión detrás de la alimentación saludable, se debe analizar las decisiones y, por tanto, los incentivos –como buen economista(?)– que se encuentran detrás. En primer lugar, se encuentra el dilema de consumir alimentos que te parecen deliciosos, pero que son nocivos para la salud (dejo el ejemplo a su imaginación, querido lector) e ingerir otros alimentos que no son de tu agrado, pero que contiene muchas vitaminas y nutrientes necesarios para tu salud.
Entonces, bajo la teoría clásica económica, en la que el Homo economicus tiene información completa (es decir, conoce hasta el mínimo detalle de la tabla nutricional del Doritos que venden en la esquina) discierne, bajo un análisis de costo-beneficio, el consumo óptimo. Asimismo, como le gusta diversificar la canasta de consumo y quiere obtener el mejor estado, sujeta a la restricción presupuestaria, va a consumir ambos bienes (buenos como malos para la salud).
Sin embargo, lo que se muestra realmente en el mercado es un fenómeno que distorsiona la asignación eficiente de nuestros recursos: asimetría de la información. Las personas, en general, no están muy al tanto del contenido nutricional de los productos que compran o se dejan llevar por el efecto del marketing. Para corregir esto, se sugirieron diversas medidas que ayudan a esclarecer la información para los consumidores. Un ejemplo muy conocido es el de los octógonos en el Perú. De igual forma, cabe resaltar el papel de los ingresos que, a pesar de que un individuo pueda hacer un trade-off entre productos saludables y no saludables, no siempre puede comprar comida que sea nutritiva. Es por ello que no todos pueden encontrarse en la capacidad de elegir como quisieran.
Más allá de una decisión
Una alimentación saludable es responsable, hasta cierto grado, de una decisión individual. Es cierto afirmar que el ingreso es un factor que se relaciona con una buena nutrición, pero está lejos de ser el único. Las condiciones de pobreza de muchas familias pueden incluir esferas como el género, origen étnico y ubicación geográfica. Según el Estado Mundial de La Infancia 2019, informe de UNICEF (2019), dichos factores, a nivel individual, pueden determinar el acceso local a bienes y servicios, en los cuales están incluido los alimentos saludables.
A nivel de sociedad y política, se puede silenciar o restar importancia a comunidades pobres y marginadas en cuanto al estado de alimentación. Incluso, la brecha de género sigue siendo un determinante pues “Las niñas y las mujeres necesitan más apoyo para mejorar su nutrición” (UNICEF, 2019). De igual manera sucede con pueblos indígenas y otros grupos étnicos vulnerables. Pues, tienen mayor probabilidad de sufrir de una nutrición precaria, ya que existe una ingesta inferior de nutrientes, peores condiciones de saneamiento y el acceso a servicios de atención primaria es limitado (Horta, 2013). Asimismo, el aislamiento geográfico suele estar relacionado con menor infraestructura y tecnología que también tiene una incidencia en la alimentación.
Por lo tanto, no es cierto decir que todos los peruanos nos encontramos en condiciones de poder comer saludable, a pesar de poseer cierto nivel de responsabilidad en ello. Esto conversa con un nivel de desigualdad alto en nuestro país. Asimismo, los determinantes de la malnutrición son variados y no dependen únicamente del nivel de ingresos, que es lo que normalmente está asociado con la pobreza, sino que envuelve esferas mayores.
Edición: Claudia Barraza
Bibliografía
Horta, B. L., et al. (2013). ‘Nutritional status of indigenous children: Findings from the First National Survey of Indigenous People’s Health and Nutrition in Brazil, International Journal of Equity in Health, 12(23).
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura: “La alimentación saludable es cada vez más inaccesible a los más pobres” | FAO en Perú | Food and Agriculture Organization of the United Nations. (2017). Fao.Org. http://www.fao.org/peru/noticias/detail-events/en/c/1032520/
UNICEF (2019). Estado Mundial de la Infancia 2019. Niños, alimentos y nutrición: crecer bien en un mundo en transformación. UNICEF, Nueva York
UNICEF, OMS y Banco Mundial (2019). Joint child malnutrition estimates expanded database: stunting.
Zavaleta, Nelly, & Astete-Robilliard, Laura. (2017). Efecto de la anemia en el desarrollo infantil: consecuencias a largo plazo. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Publica, 34(4), 716 722. https://dx.doi.org/10.17843/rpmesp.2017.344.3251