¿Han notado esta constante preocupación por todo lo que entra a nuestro cuerpo? El valor que le pone la sociedad a ello se refleja en la infinidad de dietas existentes, movimientos antivacunas, vitaminas, drogas, alcohol. No obstante, ignoramos completamente aquello que sale de nosotros. Es como si al jalar la cadena en el baño, nos olvidamos completamente de lo que acaba de pasar. Peor aún, no queremos ni saber qué pasará.
Sí, hablamos de heces humanas. Parece que no es un ámbito primordial para la salud pública y sucede que a lo largo de nuestra historia se ha decidido ignorarlo. Definitivamente no es un tema del día a día, y llevarlo a discusión puede incluso parecer irrespetuoso o motivar risas. Sin embargo, la misma historia nos muestra que este descuido ha traído graves consecuencias para la población humana. El cólera es el ejemplo más claro.
Durante el siglo XIX, las aguas residuales de todo Londres iban directamente al río Támesis. Todo un conjunto de condiciones generadas propiciaron la proliferación de diminutos microorganismos que causaron brotes masivos de cólera, no solo en los años inmediatos, sino también por décadas y hasta siglos después. Esta enfermedad forzó a las autoridades a cambiar el sistema de desagüe en aquel entonces como medida paliativa. Uno esperaría que la lección hubiera sido aprendida, pero aún después de todas las epidemias y brotes y obvios problemas sanitarios, los ríos de grandes ciudades siguen siendo usados para el desecho de todo tipo de residuos. Hoy en día, todavía fluyen aguas residuales en los ríos de Londres, así como en Tijuana, Toronto, Nueva York, Nueva Delhi, Sidney y Sao Paulo. Agreguemos a esa lista al corazón de Lima, el río silbador, el Rímac.
Ahora bien, síganme el hilo. Si cada ciudad fuera un ser humano, el desagüe sería la salida de todo lo que consume. Y si el desagüe acaba en los ríos, el análisis de cada río sería como realizar una prueba de drogas, pero ¡para toda la ciudad y en tiempo real!
Análogamente, al hacer una prueba de orina, resulta que los ríos de cada ciudad pueden proveer información sobre lo que sus habitantes meten a sus cuerpos. Así es, todos los medicamentos y drogas que usamos deben excretarse del cuerpo ¿Su destino?: los ríos de tu ciudad. Y el uso de estos productos no está controlado. Además de tener un claro problema de drogas a nivel mundial, como de opioides y cocaína, se tiene el uso indiscriminado de analgésicos, antidepresivos y antibióticos.
Entonces, queda claro que nuestra agua con caca y drogas llega a ríos, lagos y océanos de todo el mundo. Una vez ahí, ¿nos hemos preguntado qué le hace todo ese cóctel de químicos a las criaturas que los habitan? Gustav Hellström y Tomas Brodin, de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas, son de los pocos investigadores dedicados a averiguar qué les pasa a los peces que nadan entre nuestras heces y agua. Él lo ejemplifica así: ‘Si eres un pececito silvestre, deberías tener miedo porque todos quieren comerte. Y si pierdes ese miedo, representa un problema’. Resulta que algunas especies de peces parecen perder la capacidad de reaccionar ante estímulos que normalmente hubieran considerado peligrosos. Así como ellos, otros animales están expuestos a toda una farmacia de medicinas legales e ilegales y no se sabe muy bien qué les hace.
En general, tener esta información debe llevarnos a asumir responsabilidades. Todo lo que tomamos acaba en algún lado. Necesitamos dejar esta idea de ‘Tira de la cadena y olvídalo’. De hecho, así como reciclar plástico, es algo que puedes hacer por el ambiente: la próxima vez que tomes algo, piénsalo dos veces.
El estudio de los desechos humanos es una forma más de ver a la sociedad, como un lente más a través del cual observarla y analizarla. Hay toda clase de sorpresas ahí. Desde nuestra posición como ciudadanos podemos exigir un mejor control de los desechos sanitarios, estudios de efecto sobre los ecosistemas y la evaluación de alternativas ¿Sabías que en nuestras heces podría estar el secreto para luchar contra las superbacterias resistentes a antibióticos? ¿O que las heces podrían suministrar energía a millones de casas en países en desarrollo? Impresionante, ¿no?
Edición: Daniela Cáceres.