Bancarrota. Últimamente no es una palabra que se oiga poco. Latam, Hertz, Aldo y Cirque du Soleil son algunos de los ejemplos de grandes empresas que se han acogido al código de bancarrotas gringo norteamericano en el 2020.
En este caso, la pandemia es la causa de que dichas empresas hayan tenido que pedirle una ayudita al gobierno norteamericano. Cierre de fronteras, reducción de turismo y menor poder adquisitivo están directamente relacionados. Pero, cabe precisar que las pandemias no son la única causa… las crisis se dan por diversos motivos, desde una “simple” mala gestión, hasta una cuarentena.
¿Y cómo salen del hoyo? El procedimiento concursal les permite una salida ordenada del mercado, o una reorganización de deudas que le posibiliten al negocio subsistir.
No es una simple liquidación societaria (decisión tomada por los mismos accionistas cuando quieren desaparecer el negocio), sino una empresa en crisis que está hasta el cuello, y que necesita de un empujón para tomar la decisión más eficiente. Y todo eso nos lleva a pensar: ¿Perú tiene algo así? La respuesta sería como siempre “sí, pero no”.
Sí, porque tenemos una Ley General del Sistema Concursal (LGSC) y sí, porque, en consecuencia, tenemos un sistema concursal (que está bajo la competencia del Indecopi). Pero no, porque, ¡oh sorpresa! Otro de nuestros sistemas Nuestro sistema no sirve es eficiente para devolver a flote a las empresas en crisis. Más bien, se inclina por ayudarlas a desaparecer.
Con nuestra LGSC, todo bien; incluso se puede decir que es una muy buena ley, ya que permite a los acreedores decidir el destino del deudor. Esto es importante, porque son los acreedores los que se encuentran en la mejor posición (dígase, la que requiere menos tiempo para ponerse de acuerdo costos de transacción), para tomar las mejores decisiones. Finalmente, ellos son los beneficiarios o perjudicados directos con el resultado del procedimiento concursal.
El problema está en el sistema en sí. La ley, por más buena que sea, no va a ser suficiente si el procedimiento en Indecopi es muy costoso. Si reestructurar la empresa es más eficiente que liquidarla, pero el costo burocrático del sistema hace que sea a la inversa, se tomarán decisiones ineficientes, como volver con tu ex.
Por ejemplo, respecto al Poder Judicial, el Perú, prácticamente, tiene cuatro instancias judiciales (no dos), porque se abusa de la Corte Suprema (casaciones) y del Tribunal Constitucional, cuando ambas instancias son excepcionales. Así igualito, el Indecopi tiene exceso de formalismos y las partes del proceso pueden llegar a pasar desde dos instancias administrativas, hasta tres instancias judiciales más, para que al final digan que todo debe volver al paso 1 porque se notificó mal. #paeso?
No sorprende que no haya procedimientos de empresas tan grandes en el país de Machu Picchu.
Avianca, por ejemplo, fue una de las empresas concursadas en el 2020 en gringolandia. Pero tranquilo sobrino, porque el sistema concursal no te elimina de arranque, sino que te da una segunda oportunidad como la que no le diste a tu ex de volver al mercado con tus deudas reordenadas. En otras palabras, Avianca no se va a ningún lado, al menos por ahora, sino que va a elaborar un plan de acción y va a regresar con fuerza para seguir llevándonos a múltiples destinos.
En muchos sistemas concursales, incluido el peruano, dependerá de los mismos acreedores (trabajadores, Sunat, proveedores, bancos, etc.) el que la empresa vuelva a navegar o ancle forever and ever pa’ siempre. Y para eso, se debe evaluar si el valor en marcha del negocio es mayor o no al valor en liquidación; es decir, si vale más en el mar o en la orilla.
Ya, pero ¿de qué me sirve ir al Indecopi? ¡Igual estoy en crisis! Bueno, la principal razón es que una vez que se publica el inicio del procedimiento, se congela todo como el Capitán América. Ningún acreedor puede iniciar y/o continuar ningún proceso de cobranza contra el deudor, para evitar que sea devorado por cóndores carroñeros. Y tampoco él mismo puede comportarse como si nada, sino que debe restringir sus actividades a las estrictamente relacionadas al giro del negocio: no compres manzanas si trabajas en petróleo.
Como consecuencia, la empresa queda en el limbo, esperando a ser rescatada por la vida o la muerte. Lo curioso es que, como el deudor ni siquiera puede pedir préstamos de plata para mantenerse más o menos vivo durante el proceso (lento y no seguro como todo en el Perú), es muy probable que termine llevándoselo el verdugo.
En nuestro vecino angloparlante, Estados Unidos de Norteamérica, las empresas en crisis pueden también solicitar una liquidación o una reestructuración, pero, a diferencia de nosotros, en el caso de esta última opción, sí existe la figura de pedir plata (siempre que sea aprobada por el Juez) para que el deudor pueda vivir para contarla ver su plan de refinanciación. Claro está, no para que se tire la plata en casinos, sino para que tenga suficiente capital de trabajo y no se desintegre antes de tiempo.
Si bien el sistema concursal es poco conocido, es una herramienta importantísima. ¿Tiene defectos? Sí, como todos, pero tiene potencial. Menos formalismos y más focus en la finalidad de lo que se busca: la decisión menos costosa entre que la empresa se vaya o se quede un tiempo más.
Editado por: Raisa Escudero.