Septiembre es el mes de la prevención del suicidio, así que hablemos de este. Se ha mencionado repetidamente del impacto en la salud mental que ha tenido la pandemia del COVID-19, periodo en el que miles de personas pasaron por dificultades económicas, la pérdida de sus seres queridos y cambios drásticos en su rutina. La mayoría de nuestras formas de afrontamiento fueron arrebatadas abruptamente: el poder abrazar a los que más queremos, el contacto con la naturaleza o el poder realizar actividad física al aire libre. Este constante clima de incertidumbre y preocupación puede aumentar el riesgo suicida.
Según la OMS, cada 40 segundos se suicida una persona. Por cada suicidio realizado, hay 20 personas más que lo intentaron y un 77% ocurren en países de ingresos medios a bajos. Veamos las estadísticas en el Perú: de lo que va del año, se han registrado 500 suicidios de los cuales el 55% de los casos han sido en jóvenes entre 15 y 25 años. Se estima que sólo 13 de 100 personas piden ayuda cuando se encuentran mal. El suicidio es 100% prevenible y ante estos preocupantes datos es indispensable trabajar en sensibilizar a la población sobre este problema de salud pública.
Uno de los obstáculos en su prevención es el estigma alrededor de este y hacia los trastornos mentales. Acerca del suicidio, se han esparcido numerosos mitos que contribuyen con su estigmatización. Contrario a lo que se cree, hablar abiertamente sobre este no aumenta el riesgo de desencadenar el acto. Los estudios indican que hablar sobre el suicidio con una persona que está en riesgo, en vez de incitarle o “darle ideas” de hacerlo, suele ayudarle a sentirse mejor y reducir el riesgo. Asimismo, la mayoría de suicidios no son repentinos y tiene señales de alerta que muchas veces podemos pasar por alto.
¿De qué señales tenemos que estar alerta?
Es importante observar repentinos cambios de humor, cambios en el comportamiento habitual, si la persona empieza a alejarse de amigos y familiares, si aumenta o comienza el consumo de drogas o alcohol en exceso o si realiza actividades arriesgadas o autodestructivas, mencionan los psiquiatras especialistas en el tema.
También hay señales más explícitas que no debemos pasar por alto y debemos darles la debida importancia: si habla constantemente sobre el suicidio (o hace comentarios acerca de estar atrapado, desesperanzado o ser una carga para los demás), compra medios para quitarse la vida o empieza a regalar objetos personales, está manifestando una intención de acabar con su vida.
¿Cómo podemos ayudar a alguien que sospechamos o está en riesgo de suicidio?
- Escucha: Cuando alguien pide ayuda, créele. Considera las amenazas de forma seria, no critiques, no discutas, menos aún, minimices sus ideas. Una frase que puedes utilizar es: “Me gustaría que me dieras una oportunidad para ayudarte”.
- Habla: Háblale de su idea de suicidio abiertamente y sin temor. Pregúntale sobre qué es lo que le preocupa y por qué está pensando en acabar con su vida.
- Conecta: pídele que piense en 3 o 4 personas a las que puede acudir cuando esté pensando en hacerse daño. Escribe sus nombres en una lista y pídele que mantenga esa lista accesible todo el tiempo.
- Acompaña: no dejes sola a la persona en riesgo, informa a personas cercanas a ella sobre lo que está pasando. Comprende que está atravesando por un momento difícil.
Finalmente, igual de importante que el apoyo emocional es conversar alternativas de solución y buscar ayuda profesional:
¿Dónde pedir ayuda?
- Centros de salud mental comunitarios
- Ministerio de Salud: Línea 113 opción 5
- Teléfono ANAR Perú: 0800-2-2210 (ayuda a niños, niñas y adolescentes en riesgo)
- Hospital Hermilio Valdizán: 01 4942516
- Hospital Víctor Larco Herrera: 01 2615302
- Higia psicología (atención psicológica a costo social)
- Dando + Perú (atenciones a costo social)
Si piensas que algo está mal, la única forma de saberlo es preguntando. Mantente atento a las señales de alerta, nunca está de más comprobar constantemente el estado de tus amigos y familiares.
Edición: Eva Azañedo