#PapaNoelGoHome
Papa Noel, ¿víctima o victimario?
A pesar de que Coca-Cola, el cuento del gordito barbudo, Amazon, y un gran número de abuelas nos han dado razones por las cuales ansiar compulsivamente la llegada de la noche del 24 de diciembre cada año, existen motivos para estar en contra de la Navidad. Las víctimas principales de la lujuria plástica de los niños sobreestimulados por los catálogos de juguetes, es decir, los papás, no son los únicos que desearían que la noche del 23 de diciembre terminara con la llegada de la mañana del 26, y quizás encuentren algo de consuelo en saber que existen más motivos para no dar regalos este 24.
Incluso aunque alimente al aguafiestas navideño, que por cierto todos llevamos adentro por simples motivos de supervivencia (como para evitar Mesa redonda o cualquier galería donde el riesgo de morir aplastado en un accidente se multiplica por mil), este artículo no pretende que el pavo navideño te sepa menos rico. El contenido del mismo debe ser usado a discreción por los lectores solo para cortar monólogos agobiantes (como la descripción del baile de clausura de tu primito, o la historia infinita de tu tía buscando una barbie en ocho tiendas distintas).
Basura y contaminación navideña:
El día después de Navidad, la Municipalidad de Lima recupera más de 180 toneladas de basura extra en comparación con un día normal, alrededor del Mercado central y Mesa redonda. A pesar de que este aumento amplía la cantidad de gente contratada para recogerla (a lo que algún gil optimista podría tildar de: “¡activación económica!”), este aumento solo acelera la preocupante acumulación de residuos de nuestra ciudad. En Navidad se genera un aumento de aproximadamente 20% de la basura acumulada diariamente; es decir, alrededor de 4 600 toneladas más de basura en toda la ciudad de Lima. 4 600 toneladas que no son recogidas y llevadas completamente a los rellenos sanitarios mantenidos por la gestión pública, ya que más de la mitad termina en alguno de los 187 puntos críticos de acumulación insalubre de basura identificados por la OEFA.
Por si esto no fuera suficiente, la mayor parte de los residuos generados después de Navidad son envoltorios plásticos no reciclables, cuya acumulación es ampliamente nociva para el medio ambiente. El congreso peruano recientemente ha promulgado una ley que especifica regulaciones en contra del plástico de un solo uso, pero nadie debería bajar la guardia, ya que ninguna ley marcha sola sin una buena fiscalización que la respalde.
Otro lado negativo de la Navidad es el aumento del CO2 producido. La cantidad de energía que se utiliza en casas y negocios durante fiestas hace que el consumo energético en los principales centros poblados del país aumente en un 15%. A primera vista, esa cifra parece inofensiva, pero puesta en el contexto peruano, en donde actualmente más del 50% de nuestra producción energética nace de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), la misma cifra nos pone en el contexto de un país que ha producido en lo que va del año más kilotoneladas de CO2 (57.693) que en el 2001 y 2002 (26.666 y 27.809) juntos.
El CO2 emitido también aumenta por el flujo migratorio y el tránsito local de todas las personas que visitan a sus familiares en las distintas regiones del Perú, o simplemente toman un taxi para volver a casa cargados de regalos. Los famosos atoros del tráfico navideño (que, para llegar a ser noticia en el Perú, deben pasar una valla bien alta), son parte de nuestra fiesta de carbono.
La solución la encontraron los chinos (quienes francamente, tienen un problema que llega mucho más lejos que la Navidad). Favorecer la celebración de fiestas regionales de la cultura autóctona del país, y evitar la pegada de las fuerzas capitalistas del tío Sam. No se diga más. Dile que no a la tablet de Pocoyó que te iban a regalar por navidad, y esfuérzate por celebrar el Kayak Raymi el próximo año.