Dos semanas antes de las elecciones de los 90, el presidente Alan García revisaba los últimos resultados que arrojaban las encuestadoras cuando un invitado suyo le preguntó si es que creía que esos resultados eran los definitivos -aquellos que situaban al FREDEMO y al APRA en segunda vuelta-, a lo que Alan le respondió que sería muy complicado que cambiara el orden de preferencia pero que los números podrían variar. Michel Azcueta, allí presente, le respondió que estaba equivocado, que en Villa el Salvador se había iniciado una campaña en favor del candidato de Cambio 90; aseguraba que Alberto Fujimori sería la sorpresa de esas elecciones, quien tan solo contaba con el 3% del electorado.  Desde entonces, Cambio 90 crecía a un ritmo de 1 a 2 puntos diarios, ese repunte promovido por una campaña hormiga.

Alberto Fujimori votando en primera vuela. Fuente: El Comercio

Con un tractor, sin un programa detallado, con generalizaciones y un evidente plan improvisado nace el fenómeno Fujimori que causó el “shock” en la primera vuelta de esas elecciones. Una misma sensación que nos invadió este 11 de abril. Sin embargo, ¿será este la única semejanza con un proceso electoral pasado?

Fenómeno Ollanta

Lastimosamente, en cada elección siempre está esa “fracción olvidada que se quiere hacer escuchar”, explicación que debería debilitarse con cada nuevo mandatario. No obstante, estos resultados son cíclicos, un voto que siempre aparece en cada proceso electoral, que apuesta en ir en contra de un modelo político que “ha decidido” no incluirlos. De hecho, la más grande semejanza a esta primera vuelta 2021 fue la de Ollanta en el 2006.

Mapa por regiones. Primera vuelta 2006/2011/2021. Fuente: ONPE. Elaboración: Wikipedia

Los ejes de la campaña del partido nacionalista se basaban en una asamblea constituyente para reemplazar la constitución del 93, renegociación de inversión con multinacionales operando en el sector minero y una mayor participación en la economía y política proteccionista. Por otro lado, sus rivales se mostraban en contra del cambio de constitución y proponían continuar con el “modelo”. Humala obtuvo el primer lugar con el 30.6% de los votos válidos, seguido de García. La campaña de la segunda vuelta polarizó al electorado y causó temor en Lima, pero fue recibida con entusiasmo por la mayoría de los departamentos del sur, puesto que sus propuestas cuestionaban el orden social, político y económico del país.

Fenómeno Castillo: el rol del conservadurismo

A diferencia de Ollanta, Castillo obtuvo una menor proporción de votos en primera vuelta. Sus votos se habrían dispersado entre Lescano y Mendoza, ¿qué diferenció a Castillo de estos líderes? Las diferencias se basan entre opciones opuestas dentro de un mismo bando: autocracia versus democracia y un progresismo versus el conservadurismo.

Castillo criticaba al sistema de forma más radical y el conservadurismo fue crucial para distanciarse de estas dos opciones. El 2020, Ipsos indicaba que el 65% de peruanos se declaraba conservador y semiconservador[1]. Como el historiador Juan Fonseca relata, la idea de ser esa nación conservadora se debe a que “a veces el exceso de historicismo nos acostumbra a la comodidad del legado recibido”, de ser un pueblo que “ama sus tradiciones y venera su pasado” y ese sentido conservador en lo político e incluso económico llega a extenderse a otros ámbitos.

Castillo, quien se manifestó abiertamente en contra del aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia y el enfoque de género, sería esa perfecta opción que reclamaba el pueblo. Pues, entra en el momento oportuno con esa filosofía política contraria a la de Mendoza y a esa moderación de Lescano.

Un escenario incierto. Fuente: El comercio

No era sorpresa

La percepción de “cada sorpresa” en elecciones tendría una causa: la desilusión de un modelo político que no basta para frenar desigualdades y que ahora se intensificó aún más con una crisis sanitaria, donde el miedo influye en la escala personal de la gente y se empieza a valorar más la seguridad por encima de la libertad. La demanda de un estado proteccionista reclamaba a un líder que les diera esas opciones aún a costa de un discurso populista, ¿quién fue el gran perdedor? Las propuestas democráticas que subestimaron la pandemia y esos “líderes” tecnócratas que, mediante números y gráficos en defensa de un modelo, fueron percibidos como poco empáticos. Esperemos que la contrincante entienda que el voto antisistema no se combate per se con un discurso prosistema, sino con medidas concretas.

¿Ahora qué? Ahora, la polarización se ha apoderado de lo que queda de la campaña y no permite realizar consensos. Se debe tratar de ver la diversidad ideológica como una fortaleza que permite reducir nuestra ignorancia, persuadir a los demás para lograr diálogos y de esta forma “arrancar promesas”. Por un lado, Perú libre debería asegurar prosperidad y estabilidad para el país y, por otro lado, Fuerza popular, un respeto hacia las instituciones e independencia judicial, como Martín Tanaka lo explica. Empero, nuestros candidatos han contribuido con propuestas demagógicas: ¿es que acaso prometer “la lucha anticorrupción” soluciona los problemas fiscales?, ¿la salida para acabar con la pobreza se traduce en aumentar el gasto público y frenar importaciones? O, ¿para garantizar derechos solo hace falta cambiar la constitución o no alterarla? ¿Así de fácil? Encontrar soluciones tan superficiales a problemas tan complejos no va a reducir la ineficacia de los últimos años, ineficacia que nos obliga a elegir entre opciones tan opuestas.


[1] Existen diferentes grados de conservadurismos, quienes prefieren serlo en lo económico y progresistas en lo social y viceversa