Muchas veces preferiríamos quedarnos en casa viendo Neflis, que ir a votar por el candidato “menos malo” … luego recordamos que si no votamos nos cae multa y se nos pasa. Y es que todos los peruanos tenemos el “derecho-deber” de votar, en mérito del artículo 31 de la Constitución Política del Perú.
Votar es un derecho porque la Constitución lo dice es un medio por el que los ciudadanos podemos participar en la política del país. Pero también podría ser considerado un deber porque, como miembros de una sociedad democrática, lo mínimo que podemos hacer es evitar la multa ser responsables y participar de la elección de nuestros representantes.
Justamente, hace menos de mes y medio fuimos a cumplir nuestro deber cívico. Algunos con la esperanza de un mundo ideal Perú mejor; y otros porque bueno, no querían o no podían darse el lujo de pagar la multa. Entonces, ¿no sería mejor que vayan a votar solo los que de verdad quieren hacerlo?, ¿no sería mejor sacar de la ecuación a las personas que no tienen mucho interés sobre cuál de los candidatos resulte ganador?
Países como Estados Unidos y Chile tienen el régimen del voto facultativo, pero no todo es color rosa a la vez tienen un ausentismo de entre 40% y 60%. Es decir, las personas que de verdad quieren votar en esos países no son la gran mayoría. Por el otro lado, países como Perú, donde el voto es obligatorio, tampoco se salvan, pues tienen un ausentismo de entre 20% y 30%.
Más aún, en Chile la participación política bajó de 80% a 49% luego de hacer facultativo el voto, lo que no sorprendería que ocurriese en nuestra patria si se realiza la misma reforma ¿Por qué? Porque acudir a las urnas por obligación o por convicción no soluciona mucho. El sistema político sigue siendo el mismo, la información política sigue estando en un segundo plano, y la compra de votos sigue siendo real.
El voto pasaría a ser una mercancía, porque si no tengo nada que perder, será más fácil convencerme de hacerle un favorcito al candidato de turno. Los políticos elegidos tendrían poca legitimidad, porque, si la participación es apenas del 50%, solo el 30% de este grupo estará apoyando a “ojo cerrao” al candidato electo; y la institucionalidad se debilitaría aún más, justamente por el bajo porcentaje de apoyo al candidato electo.
Pero, es necesario también ver la otra cara de la moneda: el voto facultativo podría ocasionar también que los partidos políticos se esfuercen un poco más. Si un restaurante ofrece malos postres, no elegirás el menos feo, sino que te irás a otro lugar que tenga mejores o, simplemente, no comerás ninguno, porque, al fin y al cabo, nadie te está obligando a comer un postre.
El tema con el postre sistema político peruano es que mucha gente que apoya malos candidatos iría a votar por ellos, así el voto sea obligatorio o facultativo. Entonces, el problema no está en obligarte o no a emitir tu voto. Por el contrario, es un tema incrustado que hay que solucionar desde la raíz. El acceso a la información y la educación también son importantes, porque, finalmente, las personas jóvenes que votan hoy serán los políticos del mañana.
No basta con permitirte votar solo si quieres o si tu candidato está en la lista. Debemos desarrollar el análisis crítico de lo que ofrece cada propuesta, y no dejarnos llevar por discursos populistas.
Además, y como quien mata dos pájaros de un tiro, la información y educación son poder podrían lograr la depuración de partidos políticos y candidatos corruptos, y podrían disminuir la fuga de talentos. Es decir, el sistema político ya no se verá como una madriguera sin salida, sino como una oportunidad para aportar algo a tu país, sin que te tilden de corrupto y ladrón aunque hagas obras antes de siquiera ser elegido.
P.D. Debemos tener en cuenta que las medidas adoptadas por otros países no necesariamente funcionan en las demás realidades. El Derecho tiene la finalidad de regular la vida en sociedad, por lo que la ley termina siendo letra muerta si no se tiene en cuenta las condiciones del grupo de personas en particular. Las decisiones deben tomarse para cada caso particular, porque 2+2 no es necesariamente 4.
Editado por Daniela Cáceres.