“The laundromat” es una película-documental que, a diferencia de una película tradicional, no plantea una historia lineal, sino un viaje expositivo sobre las extensiones del sector financiero alrededor del polémico caso Mossack-Fonseca o los papeles de Panamá (tranquilo no tienes que saber finanzas, al contrario). Lo más interesante es su reflexión y cómo la protagonista, Ellen Martin, en su búsqueda por la verdad sobre un fraude financiero (no pudo cobrar un seguro) queda abrumada por encontrarse con un gigante sistema que no llega a comprender y donde parece no tener ningún poder. Tristemente esta es una de esas duras realidades que pocos como Ellen llegan a encarar.
La película inicia presentando la primitiva necesidad de usar el dinero como una unidad de intercambio única en los inicios de la humanidad para reemplazar el trueque. Precisamente ese es un rasgo básico humano: actuamos no solo para garantizar nuestra supervivencia, sino para “vivir bien” (no solo nos alimentamos, sino que buscamos comer bien). La humanidad ha dedicado sus esfuerzos a asegurar las mejores condiciones de vida posible según sus necesidades y criterios específicos. Tras miles de años podemos presumir de muchos “avances” que nuestros antepasados ni imaginaron (agua potable, imprenta, internet, etc.). Incluso podemos tratar de mencionar aquellas que no aprovechamos, pero damos por existentes.
Popularmente hay un consenso en que muchos sectores (educación, salud, política, etc.) están lo suficientemente ordenados para “funcionar con normalidad”, aunque solo los conocemos superficialmente. Pero es cuando se tiene que profundizar en esas estructuras que el ingenuo individuo descubre un mundo desconocido mucho más ramificado y activo que existía a sus espaldas. Sucede al descubrir la burocracia nacional; en la película, Ellen descubre que sus reclamos y esfuerzos no llevan a nada en el enrevesado y salvaje mundo financiero. Uno de aquellos sistemas que, en búsqueda del desarrollo y la innovación, alcanzaron un refinamiento y extensión tal que, desafortunadamente, permite a unos pocos sacar ventaja.
Aquellos que se ven involucrados en dichos entornos, como Hellen, están en clara desventaja por el gran desconocimiento y falta de recursos con los que cuenta para participar. Lo que es aún más grave cuando, en esencia, son sectores que deberían ser abiertos o amigables al público en general en lugar de repelerlos. Un individuo que se ve invitado falsamente a participar en esas condiciones experimenta un miedo o rechazo, preferirá retroceder y regresar a su zona de confort. Nuevamente la burocracia es un ejemplo claro de por qué muchos prefieren no enfermarse a tener que lidiar con el sistema público.
Este proceso sucede mucho con los “cambios sociales”: a las personas de mayor edad y gente ortodoxa le suele ser más difícil adaptarse a lo nuevo (uso internet, modas, diversidad cultural, etc.) o incluso son abrumados, así que prefieren dar un paso al costado y tratar de mantener su rutina. Pero, en muchos sectores, esto es más que difícil por la intensidad con lo que se da el cambio (cine, manufactura, industria musical, etc.).
Regresando a la película, ese ha sido el caso del sector financiero que ha tenido un explosivo desarrollo incluso para los usuarios más tradicionales, quienes temen incluso que la ley no pueda apoyarlos frente a los especialistas del sector. Esa es una de las más importantes consecuencias de este problema. Empresarios, abogados e inversionistas hacían sus grandes movidas con las reglas de juego claras mientras que clientes y usuarios tradicionales, los “mansos”, apenas eran conscientes de su condición. ¿Qué generó en Ellen chocarse con un ente aparentemente inamovible? Miedo, frustración e incertidumbre porque ahora su percepción del presente y futuro era otra. Tal choque de realidad puede sembrar en el individuo un sentimiento de impotencia, al descubrir su limitada capacidad, entre otras consecuencias, especialmente si se trata de un sector al cual seguirá involucrado por distintos motivos, pero sin que su condición pueda verdaderamente cambiar.
Así, la sociedad actual puede llevar a la formación de individuos impotentes cuando se ven forzados a mirar más allá y descubren entornos desiguales fuera del control civil o legal. Como en la metáfora de la caverna de Platón, solo aquellos que se atrevan a salir de la oscuridad y vean más allá de las apariencias serán cegados por la realidad. Pero, incluso si esta es desagradable, solo conociéndola se podrá descubrir por qué es así y cómo se podría cambiar.
Editado por Paolo Pró