Pese a que Joe Biden venció al presidente Donald Trump y se convirtió en el candidato con el voto popular más alto de la historia de Estados Unidos, no todo ha sido color de rosa para el Partido Demócrata. Y es que, ni la aplastante ventaja de más de seis millones de votos del exvicepresidente de la administración de Obama ha servido para evitar que los demócratas consigan un pobre y decepcionante resultado en las cámaras legislativas, contrario a las altas expectativas que se tenían.
Cada dos años, se renueva toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. En esta ocasión, gracias al arrastre que podía conseguir Biden, el Partido Demócrata esperaba aumentar su holgada mayoría en la cámara baja y acabar con la mayoría republicana de la cámara alta. Las encuestas apuntaban a ese resultado; sin embargo, no ha ocurrido así.
Aunque mantienen el control de la Cámara de Representantes, la mayoría demócrata se ha reducido pasando de 230 a 222 de un total de 435. Y tan solo consiguieron aumentar su número de senadores en uno, pasando a 48 de un total de 100, por lo que el Senado seguirá en manos republicanas.
Estos resultados han provocado una crisis en el interior del Partido Demócrata, provocando el enfrentamiento de las dos facciones de la formación que habían unido fuerzas durante cuatro años para derrotar a Trump, pero que ahora se culpan la una a la otra del desastre. Se trata de los moderados y los progresistas.
Los moderados representan al establishment del Partido Demócrata. Su posición política es de centro. Ideológicamente han dominado el partido desde la era del expresidente Roosevelt y su supremacía no había sido disputada hasta la irrupción del socialista Bernie Sanders en las primarias presidenciales del 2016. Compitió y perdió, pero quedó en segundo lugar consiguiendo un abrumador apoyo entre los jóvenes menores de 24 años. Desde entonces, la izquierda estadounidense, pese a no contar con las millonarias donaciones de las que gozan los moderados, no ha hecho más que crecer. Muestra de ello es que en las elecciones legislativas de 2018, consiguieron representantes y senadores. Y el presente año, Sanders volvió a perder y quedar en segundo lugar en las primarias presidenciales del partido, pero aumentó su votación con respecto al 2016. Esto confirma los temores de muchos demócratas moderados y republicanos: la izquierda estadounidense ha venido para quedarse.
Hoy el rostro más visible del socialismo estadounidense es Alexandria Ocasio-Cortez. En un ascenso sin precedentes, esta joven neoyorquina que trabajaba como bartender, se convirtió a los 29 años en miembro de la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas de 2018, siendo reelegida este año. AOC, como se le conoce en su país, es inmensamente popular, especialmente entre los jóvenes. Prueba de ello, son sus redes sociales de Twitter e Instagram, que consiguen más alcance que las de cualquier otro político. Además, sus intervenciones en la cámara suelen convertirse en virales. Gracias a ella, el socialismo se ha vuelto por primera vez atractivo en Estados Unidos, sobre todo entre los universitarios.
Sin embargo, también se le critica a ella y a la facción progresista que lidera que sus propuestas son populistas e imposibles de cumplir. Estas son un sueldo mínimo de 15 dólares la hora, desmantelar el sistema de salud privado para que sea gratuito, el ‘Green New Deal’, entre otras. Estas propuestas son muy impopulares entre los demócratas moderados y los republicanos porque se necesitaría aumentar mucho los impuestos.
Y es precisamente que, en una convención demócrata filtrada por The Washington Post, la representante Abigail Spanberger acusó a los progresistas de la mediocre victoria del partido. Incluso, señaló que nunca debían usar la palabra “socialista” porque espantaba a la mayoría de votantes sobre todo de los distritos cambiantes. Además, también señaló que el apoyo de los progresistas al movimiento Defund the Police, que surgió durante las protestas de Black Lives Matter, influyó en muchas derrotas distritales y casi le cuesta la suya. Otros representantes y senadores moderados la apoyaron. Entre ellos, el representante Conor Lamb, que alegó que las propuestas progresistas eran promesas vacías porque no iban a ser apoyadas por la mayoría de demócratas y menos aún por los republicanos.
En respuesta, AOC dio una entrevista en The New York Times defendiendo a los progresistas. Denunció que la cúpula demócrata era “tremendamente hostil” contra los socialistas.
Lo cierto es que los moderados parecen tener razón. La campaña de Trump acusó a los demócratas de socialistas, y esto parece haber funcionado en estados que oscilan entre votar demócrata o republicano. El caso más llamativo es el de Florida, donde el rechazo al socialismo es importante sobre todo entre los estadounidenses de origen cubano.
Ahora Joe Biden, como líder del Partido Demócrata, se verá forzado a reunificar el partido. Biden, que era uno de los rostros más visibles de la facción moderada, tendrá que hacer algunas concesiones a los progresistas, porque si bien no lo apoyaron en las primarias, sus votos fueron esenciales para volverlo presidente. Biden es conocido por tener habilidad para construir consensos, y todo parece indicar que tendrá que precisamente hacer eso.