A todos nos encanta comer. Nuestra naturaleza depredadora hace que nos genere utilidad hacerlo. Sin embargo, muchos de nosotros optamos por hacer esta actividad “en exceso”. Nos dejamos llevar por los zukulentos exquisitos sabores y no pararnos hasta que nuestra satisfacción llegue a su límite. ¿Alguna vez te has preguntado por qué dejamos que el placer inmediato de comer abrume nuestras consideraciones a largo plazo? O ¿Por qué saboteamos nuestra salud una y otra vez? O tal vez ¿Cómo podemos domar nuestro deseo de comer y comer en exceso?
Basándome en la sección On Dieting del libro Behavioural Economics Save My Dog de Dan Ariely, les traigo una aproximación económica de la respuesta. Como sabemos, la dieta va en contra de nuestros instintos porcinos depredadores y, por tanto de nuestra naturaleza humana. Reflejando esto en nuestra función de utilidad inmediata; si consumir postres nos genera infinita utilidad, hacer dieta es un desbien que debería ser expulsado de nuestra función. El simple hecho de no comer está correlacionado con eventos negativos, entre ellos, el cambio de humor. Necesitamos esos fantásticos sabores de un riquísimo plato criollo o un pie de manzana, una tarta de fresas, un tres leches de café, un helado, un alfajor… ¡ay! ya me dio hambre.
Todas estas fabulosas sensaciones que tienes al tan solo imaginar probar un bocado de algún postre o plato generan que la dieta se vuelva para nosotros un mal que debe ser exterminado de la faz de la Tierra. De hecho, debes conocer a muuuuuch@s amig@s tuy@s que siempre dicen que harán dieta y nunca o casi nunca lo logran. Pues bien, ¿por qué sucede esto? Es simple, todo se debe a algo conocido en la Economía Conductual como “present – focus bias”.
Les pongo un ejemplo. Imaginen que en este momento no tienen hambre, lo cual es un supuesto MUY fuerte (pero la Economía se basa en supuestos fuertes así que meeeeh). ¿Qué pasa si alguien les pregunta cuántos postres podrían comer durante el próximo mes? Lo más probable es que tomen su decisión bajo el contexto actual (no tienen hambre) y respondan que quizás uno o dos máximo (o 5 dirá tu amigo el glotoncito que por más que no tenga hambre igual come). Ahora, levantemos el supuesto fuerte y enfoquémonos en la realidad, es decir, tienen hambre. Bajo este contexto, lo más probable es que no digan uno o dos, sino de cien para arriba. Lo mismo sucedería si están en un restaurante y el mozo coloca el menú de postres (o peor aún, la bandeja de postre) delante de nosotros y vemos nuestro postre favorito listado como una opción. Las prioridades cambian ¿no?
Si se dan cuenta, todo esto gira en torno a nuestros ideales acerca de nuestro yo futuro basados en nuestro contexto actual. Pues cuando se trata de nuestras decisiones cotidianas, a menudo las consideraciones a corto plazo prevalecen y nuestras esperanzas y deseos a largo plazo quedan atrás (a veces incluso se trasladan al ático). Esto es lo que refleja el “present – focus bias”. Según O’Donoghue, y Rabin (1999) el present – focus bias se refiere a la tendencia de las personas a dar mayor peso a las recompensas que están más cerca del momento actual cuando se consideran las compensaciones entre dos momentos futuros. En palabras simples, nuestras preferencias giran en torno a cuán cerca estemos del evento.
Encima de eso, una dieta es una cosa realmente difícil de pegarse. Con las dietas, no podemos separarnos fácilmente entre personas que hacen dieta y las que no. La comida está en todos lados. Leer este artículo probablemente te esté dando hambre. De hecho, es muy probable que luego de leerlo vayas por comida. De este modo, la pregunta se convierte en: ¿qué comemos y cuándo exactamente nos detenemos? Y debido a que no hay reglas claras de detención, se hace muy difícil seguir una dieta en particular.
Entonces, ¿qué podemos hacer con respecto a este problema? El enfoque más simple es darse cuenta de la magnitud de este desafío, y tratar duro desde el principio para evitar exponerse a los tipos de alimentos que son perjudiciales para nuestra dieta. Si no tenemos pastel en casa, probablemente comeremos mucho menos pastel. Y si reemplazamos ese pastel con zanahorias frescas, comeremos zanahorias porque están disponibles. Tal vez podamos decidir que el postre es simplemente inaceptable. O tal vez que sólo podamos comer postre los domingos. Otra regla útil y relativamente simple es no dejar bebidas gaseosas y refrigerios en caja en nuestras casas. Este enfoque, de aplicar estrictas normas de tipo religioso a la dieta puede ser muy útil. Mediante la adopción de estas normas seremos capaces de reconocer mejor en cualquier momento si es que estamos pegados a nuestros planes a largo plazo o no, y esto debe ayudarnos a reforzar nuestro comportamiento deseado.