Desde que empezó el año el coronavirus ha estado en todas partes, incluso (sobre todo) en la sección de Mundo de Voz Actual. En búsqueda de un poco de variedad, este artículo se va a tratar de la pugna política que hay respecto al precio del petróleo, el cual se viene desplomando (debido al coronavirus) desde que empezó el año. Y no es que sea un tema que podamos ignorar; el barril de crudo se encuentra en poco más de 20 dólares, precio no alcanzado desde el año 2002. Es lógico que una paralización de la actividad económica global induzca una contracción en la demanda energética, así que esta situación era de esperarse.
Por si fuera poco, la situación geopolítica está contribuyendo al descenso del precio del petróleo, debido a problemas de coordinación dentro de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP). El 6 de marzo, esta le propuso al presidente de Rusia, Vladimir Putin, recortar su producción en un millón y medio de barriles diarios, de modo que se pudiese mantener precios suficientemente altos para exceder los costos de producción en otros países. Ante la negativa rusa, Arabia Saudita decidió expandir en un 25% su producción de un petróleo que muchos sabrán que es muy barato, debido a sus hidrocarburos ligeros y un nivel superficial de los depósitos. En respuesta, Rusia también anunció una expansión de su producción, efectivamente iniciando una guerra de precios.
A pesar de que claramente parece factible que Arabia Saudita pueda resistir estas condiciones por mucho más tiempo que la economía rusa, Putin parece haberse preparado bien, pues el gobierno ruso se ha encontrado acumulando millones de reservas extranjeras con el fin de sobrevivir a Arabia Saudita. Adicionalmente, la menor dependencia del petróleo hace que Rusia necesite un precio de 40 dólares el barril para balancear el presupuesto público, menos de la mitad que Arabia Saudita. Por otro lado, él siempre ha sentido la presión de los intereses locales de gas y petróleo, a quienes nunca les simpatizó la OPEP, pues consideran que limita la producción petrolífera lo suficiente para permitir que Estados Unidos pueda ventilar su economía con producción local. Lógicamente, si se trata de atacar la economía estadounidense, Putin no titubearía para oponerse a esta, aunque pueda bajar los ingresos a las arcas públicas.
Respecto a Arabia Saudita, la familia real más poderosa del mundo también tiene motivos para desear mantener altos niveles de producción, pues además de su situación como productor de petróleo, este país también es el quinto mayor consumidor del mundo, aspecto en el que supera a Rusia y Brasil. Para ello, parte de las reformas se concentran también en limitar el consumo doméstico, lo cual les permitirá sacar del mercado, no sólo a rivales como Rusia, sino también a la creciente industria de las energías renovables. De este modo, no hay nada que indique que ellos se encuentren completamente insatisfechos con la situación en la que se encuentran, a pesar de que tengan que sufrir caídas en sus ingresos.
Además de afectar gravemente a muchos países en desarrollo productores de petróleo, de los que la Agencia Internacional de la Energía advierte que podrían perder hasta el 85% de sus ingresos de petróleo y gas, esta noticia es alarmante para los productores en Estados Unidos, país donde gran parte de los combustibles fósiles proceden del fracking, tecnología altamente costosa. Esto podría forzar a que muchos de sus productores a tener que detener la producción al no poder cubrir sus costos. El fracking ya ha permitido que Estados Unidos se convierta en el principal productor de petróleo, y por este motivo la economía de muchos estados se puede ver gravemente afectada. Con Trump en el poder, los aranceles al petróleo serían una medida previsible; sin embargo, The Wall Street Journal teoriza que se está presionando a Arabia Saudita para abandonar la OPEP y llegar a un acuerdo mutuo. Esta suposición sería uno de los eventos más importantes en la historia reciente del Medio Oriente.
Debido a las condiciones ya mencionadas, no es del todo probable que los precios se recuperen en cuanto se acabe la crisis del coronavirus. Y en medio de esta situación, parece ser que todo depende de Arabia Saudita. Si bien la situación previa de los precios altos le permitía no sólo recibir más dinero sino también ejercer influencia global gracias a la OPEP, los Estados Unidos podrían representar un cheque en blanco dado que tienen los intereses tanto de debilitar la economía rusa como mantener la economía del petróleo. Los intereses en juego serían probablemente también de naturaleza religiosa, es decir, se podría facilitar la influencia del islamismo radical en la región, del mismo modo que ocurrió tras la crisis del petróleo en 1973.
Edición: María Gracia García