Los humanos somos seres sociales por naturaleza; pero relacionarnos con nuestros semejantes cuerpo a cuerpo es justo lo que debemos evitar estos días para evitar la expansión del virus. Su posibilidad de propagación se reduce con la cancelación de eventos deportivos, culturales, sociales y religiosos debido al decreto de estado de emergencia. Sin embargo, entre los efectos colaterales más perniciosos y menos evidentes de esta medida, se encuentra la agudización de un problema que el Perú lleva sufriendo durante años: la salud mental.
En nuestro país, más de cinco millones de personas sufren algún tipo de trastorno. El 80% de estas no solicita ayuda profesional, sea por desinformación, ignorancia o prejuicios. Así lo indican cifras del Instituto Nacional de Salud Mental. Asimismo, esta institución señala a la ansiedad, la depresión, la esquizofrenia y las conductas violentas como los trastornos más comunes. ¿Cuál es la novedad? Estos datos son anteriores a la aparición del COVID-19 y al posterior estado de emergencia.
Solo reflexiona unos minutos. Si antes de la pandemia la situación ya era grave, ¿qué les depara a nuestros compatriotas ahora, en un contexto de aislamiento y distanciamiento social? ¿y si a ello le agregamos pobreza, dificultad de acceso a medios digitales, discapacidades físicas o problemas familiares?
Para el director ejecutivo de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa), Yuri Cutipé, situaciones extremas como la que estamos viviendo son un desafío para las personas que padecen una enfermedad mental que puede agravarse por el encierro; o para quienes no la tienen, pero pueden desarrollar ansiedad por las actuales condiciones de emergencia. Y lo que es peor, la situación puede influir en el aumento de tendencias suicidas.
En ese mismo sentido, Eric Klinenberg, sociólogo de la Universidad de Nueva York que ha estudiado el impacto del aislamiento en la salud, señala que “hemos entrado en una nueva fase de daño social. Va a producirse un nivel de sufrimiento social relacionado con el aislamiento y el coste del distanciamiento social que muy poca gente está discutiendo por el momento”.
En respuesta a ello, algunos expertos recomendaron que, para compensar la reducción de la interacción social en persona, debemos aumentar nuestra comunicación virtual y asegurarnos de no perder el contacto con amigos y familiares; sin embargo, ¿qué hay con las personas que no tienen acceso a esa tecnología, con aquellos que no saben manejarla o los que simplemente no tienen a nadie con quien interactuar?
Por otro lado, la violencia familiar y las violaciones también son temas pendientes que se agravan bajo el contexto actual. El 01 de abril, la ministra de la Mujer informó sobre 43 casos de violaciones, de los cuales, 27 fueron contra niñas en lo que va del estado de emergencia. ¿A quién pedir ayuda cuando el principal y único agente socializador disponible (la familia) te destruye en lugar de protegerte?
Lamentablemente, la perturbación de la salud mental no solo pasa en el Perú: es una situación global. Por ejemplo, en Reino Unido, una adolescente, que era estudiante y en sus ratos libres trabajaba atendiendo mesas en un bar, comenzó a sufrir de estrés severo al estar encerrada en su vivienda y, finalmente, se suicidó. Posteriormente su familia reveló que ella tenía autismo, lo cual podría haber sido una agravante en el deterioro de su salud mental.
Estos casos revelan la doble amenaza que es el coronavirus: no solo produce miedo a contraer la enfermedad, sino que también nos obliga al aislamiento. Un aislamiento que para muchos puede ser llevadero o al menos soportable, pero que para otros es un infierno. #Empatía.
Con ciertos altibajos, el gobierno ha tratado de mitigar el efecto mental de este y ha tomado ciertas medidas: la autorización de paseos terapéuticos durante 15 minutos para adultos y niños que tienen autismo, la habilitación de líneas telefónicas especiales y videollamadas para aquellos que necesiten ayuda psicológica, etc. Evidentemente, esto no es suficiente y probablemente no llegará a todo aquel que lo requiera. Sin embargo, es un avance.
Para finalizar, si tienes algún familiar, amigo o conocido que atraviese por un cuadro de angustia, ansiedad o depresión, Cutipé nos indica que puedes darle un poco de sosiego con dos simples pasos:
1) Escuchar a la persona para hallar la razón de su problema (una razón específica o la carencia de algo). Se debe dejar que la otra persona exprese su ansiedad, cólera o preocupación en lugar de pedirle que deje de pensar en ello. Hay que escucharla con atención, empatía, y sin juzgar ni pedirle que entienda la situación.
2) Ayudarle a resolver la situación que le está preocupando. Una vez que lo escuchemos atentamente, vamos a ver qué es lo que necesita. Solo después de eso, podremos darle orientación sobre cómo obtener la ayuda.
En momentos donde solo se puede recurrir a los que tenemos cerca (si eres afortunado de tener a alguien claro está), debemos ser conscientes de la importancia que tienen las palabras.
NOTA: Si sufres de violencia familiar, puedes llamar a la línea 100 totalmente gratis. Si necesitas ayuda psicológica, marca la línea 113. No estás solo.
Edición: Paolo Pró