Los rituales, por más más místicos que suenen, no dejan de hallarse entre las prácticas más cotidianas: persignarse juntos antes de almorzar, tomar un primer café cargado para iniciar el día, prenderse un cigarrillo al abrir un libro o juntar los cubiertos al acabar de comer. Algunos rituales se encuentran inscritos en códigos de conducta o etiqueta, mientras otros se desarrollan de forma orgánica o intencionada entre los grupos, familias e individuos.

Para entender qué constituye un ritual, debemos realizar una distinción entre un ritual y un hábito o rutina. Una rutina es una serie de acciones consecutivas que hemos repetido constantemente, de forma que realizarlos nos resulta automático. Por ejemplo, antes de irme a dormir me pongo piyama, me lavo los dientes, apago las luces, etc. Por otra parte, los hábitos lidian con funciones mecánicas de nuestra naturaleza como movilizarnos, comer o dormir. Estos son cruciales para aliviar la carga del día a día; proporcionan un orden entre lo monótono y lo incierto.

Los rituales se hacen ahora desde la casa

Sin embargo, los hábitos contienen una dimensión de ritual que se evidencia en los actos simbólicos específicos. Si en mi rutina suelo tomar un smoothie en las mañanas, los rituales serán el acto de selección de frutas o verduras , el uso de mi nueva licuadora , si le pongo chía o no, etc. Por ello, más allá del orden propuesto por la rutina, los rituales nos permiten otorgarle contenido a dicha cotidianidad. Esto prueba ser efectivo para el individuo porque ayuda en la transición mental entre momentos y tareas.

Al hablar de rituales, instantáneamente pensamos en referentes religiosos como bautizos, bodas o festivales. Las religiones emplean con éxito los rituales como prácticas codificadas que otorgan una identidad cultural en sociedad, y transmiten los conocimientos y valores legados a diferentes interacciones y roles sociales. Sin embargo, el sociólogo Émile Durkheim argumentaba que los roles individuales y sociales preceden los roles religiosos, que tan solo institucionalizan los rituales bajo un marco teológico y moral. Por ejemplo, las uniones monogámicas surgieron como un marco para ordenar a los padres e hijos en una sociedad antes de que la iglesia sustentara la práctica bajo el “matrimonio”.

El ritual eleva la rutina

Pero, ¿cómo nos ayudan los rituales en sociedad? A diferencia de la conciencia animal, los humanos podemos compartir una misma intención mediante la cooperación. Al igual que los símbolos o los gestos, no necesitan siempre del lenguaje verbal para comunicar; pero, a diferencia de ellos, los rituales nos involucran explícitamente en sí mismos. Uno grita “fuego” en el cine para indicar que todos vayan hacia las salidas de emergencia, o “tsunami” para evacuar la playa, o “bomba” para vaciar el edificio. Así, los rituales vuelven las motivaciones personales en algo que se puede compartir. Su mayor función social es, por ende, resolver la dicotomía entre la afirmación individual y la cooperación colectiva. Para Durkheim, esto también establece una “identidad comunitaria” que la sociedad puede colocar en instancias sobre la individual.

Al compartir rituales nos acercamos a otros

Los Estados, sin duda, también advocan por la solidez que ofrecen los rituales, por ello, la abundancia de trámites legales de estatus. Por ejemplo, en un bautizo, ambos padres y la familia ya tomaron la decisión de que el niño sea católico, independientemente de la ceremonia, pero hay una organización entre ambas partes que busca oficiar esta transformación en un momento sólido. En dicho momento, alguien tiene el poder ontológico de otorgar un estatus y alguien de recibirlo. Lo mismo se aplica cuando alguien busca sacar una licencia de maneja, divorciarse, recibir un diploma o pedir un préstamo.

Este año, muchos de los rituales y hábitos que teníamos como almorzar en nuestro lugar favorito, tomar una caminata o ver la puesta de sol han pasado a un segundo plano de importancia con la llegada de la pandemia. Podemos suprimirlos, pero es difícil prescindir de todas esas interacciones simbólicas que elevaban nuestro día; desde el saludo matutino a la secretaria que nos recibe hasta el apretón de manos de despedida a nuestro jefe. Nos hemos reducido a los hábitos posibles en los confines de nuestra casa y el internet, pero seríamos ilusos de pensar que estos han escapado de nuestra vida por completo. Es más, muchos aprovechamos el tiempo de ocio adicional del aislamiento social para desarrollar habilidades, optimizar hábitos de cuidado o adoptar un hobby.

DIY

Muchos tornan a imitar los rituales de figuras como Steve Jobs, quien se levantaba a las 5:30 a.m. a discutir con el espejo, como garantía de que esto también imitará los resultados, pero los rituales son personales justo porque los desarrollamos nosotros mismos y no ofrecen como garantía transformarnos.

Un último enemigo que combaten los rituales es la incertidumbre, y definitivamente vivimos en una época incierta. No sabemos si podremos volver a almorzar en nuestro lugar favorito, y nos asusta perder ese ritual porque es parte de nuestra identidad. Esto puede empujar a algunos a transgredir las prioridades por miedo a abandonar ciertos ritos completamente, pero debemos reconocer que en un mundo que no para de cambiar, los rituales cambian, pero nosotros no dejaremos de necesitarlos.

Edición: Paolo Pró

Referencias:

Giovagnoli, R. Communicative Life-world and Religion. Asian Res. J. Arts Soc. Sci. 2016, 1, 2456–4761

Searle, J. Making the Social World, 1st ed.; Oxford University Press: Oxford, UK, 2010.

Curzer, Howard. (2012). Contemporary Rituals and the Confucian Tradition: a Critical Discussion. Journal of Chinese Philosophy. 39. 10.1111/j.1540-6253.2012.01719.x.

Summers-Effler E. (2006) Ritual Theory. In: Stets J.E., Turner J.H. (eds) Handbook of the Sociology of Emotions. Handbooks of Sociology and Social Research. Springer, Boston, MA. https://doi.org/10.1007/978-0-387-30715-2_7

Arte: Johannes Vermeer

  • El astrónomo (1668)
  • Mujer joven sentada al virginal (1670)
  • Dama bebiendo con un caballero (1662)
  • La Lechera (1661)
  • Concierto con tres solistas (1665)
  • La encajera (1671)