En medio de la crisis política relacionada al brexit, era razonable predecir que la improvisada gestión de Theresa May recibiría oposición interna. Lo que nadie vio venir fue que el Partido Conservador eligiera como su líder, y por ende el de todos los ciudadanos del Reino Unido, a Boris Johnson, hombre que equipara en excentricidad a Donald Trump tanto en su personalidad como en su peinado.
El Reino Unido tiene un nuevo Primer Ministro, quien tiene un año para desenredar el gran problema en el que se ha convertido el brexit. A pesar de su similitud con su ya mencionada contraparte norteamericana, no hay que preocuparse de que vaya a negarse completamente al libre comercio. Una revisión rápida a la trayectoria política de Johnson nos deja saber que él se ha mostrado sorpresivamente abierto a la inmigración y a un cierto grado de integración regional. Nada más con eso, ya deja las expectativas mucho más altas que May, quien aunque nunca creyó en el brexit, lo aprovechó para aplicar su fuerte política antimigratoria, priorizada frente a asuntos como la viabilidad del comercio internacional, tanto con la Unión Europea como con el resto del mundo.
Lo anterior puede ser difícil de creer dadas sus recientes declaraciones, donde dice que, si la Unión Europea no cede, se encuentra dispuesto a quedarse sin un acuerdo de retiro (y no es que los políticos no tengan fama por sus repentinos cambios de opinión en cualquier tema que sea relevante en el momento). Sin embargo, hay que ponerlo en el contexto donde todo el partido ha pensado que él es quien necesitan en este momento. Lo que podría parecer el oportunismo de un político que se ha dado cuenta de un creciente movimiento populista es, en realidad, el oportunismo de todo un partido que desea poner la negociación a cargo de un demente, a quien nadie en la Unión Europea espera poder convencer. Alguien tiene que ser la voz de la razón, y si Boris Johnson empieza a ignorar que el Reino Unido tiene más que perder que la Unión Europea, esa voz puede ser cualquiera de los otros líderes europeos. Puede que no sea la estrategia más segura, pero puede ser la única que permita un acuerdo favorable.
En conclusión, verdaderamente vivimos en una sociedad. En un contexto donde el ejército más poderoso del mundo se encuentra liderado por un presentador de reality (a.k.a. el tío Trump), no podemos seguir pretendiendo que nos encontramos en Atenas en lugar de Roma. Incluso aunque hayamos visto a Susy Díaz en nuestro cuerpo legislativo, nada nos preparó para ver cómo lo que creíamos una particularidad del tercermundismo se manifiesta en la alta política, que saldrá en los libros de historia del futuro. Puede que en nuestras condiciones, una figura como Trump o Boris Johnson no pase de un dolor de cabeza, por más que esté fuera de lugar. Pero cuando vemos al circo en ese lugar preciso, se dan preguntas que van más allá del asunto pragmático de si el Reino Unido se mantendrá en el Área de Libre Comercio. Es como si a ellos recién se les esté ocurriendo que la democracia podría no funcionar.
Editado por: Pierina Paytán