A menos de un mes para la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el Perú, el furor electoral empieza a situarse en su punto máximo. Y es que, en el país más impredecible, políticamente hablando, los candidatos presidenciales dan de qué hablar día a día con sus polémicas declaraciones. En el ámbito económico, muchas de las propuestas han girado en torno al sistema tributario y su desenvolvimiento para los próximos años, en donde se han planteado temas desde los impuestos a las grandes fortunas hasta la reducción del Impuesto General a las Ventas (IGV). Sin embargo, al escuchar esta variedad de ofertas, nos debemos preguntar qué tan factible sería su implementación y si es posible que una medida beneficie a todos los peruanos por igual.
Con el fin de simplificar algunos procesos, la teoría económica introduce varios modelos y conceptos que engloban al funcionamiento de una sociedad. Uno de ellos es el estado de bienestar, el cual es un término utilizado para referirse a aquel Gobierno que toma ciertas medidas, cuyo fin es la redistribución de los recursos para un mayor bienestar de su población.
Como sabemos, la idea de este modelo, en pleno contexto de elecciones presidenciales, puede ser visto desde diferentes ideologías políticas. Hay quienes argumentan que, para alcanzar mayores objetivos como sociedad, es el Estado el que debe de tener un rol más intervencionista en la economía. Otros, en cambio, defienden la idea de una libre competencia y una menor participación estatal en los asuntos económicos. En el sentido tributario, la reducción de impuestos se convierte en el foco electoral por las diferentes opiniones generadas a partir de estas posturas. Por el lado del enfoque del estado de bienestar, el Gobierno debería escoger una tasa de impuestos que satisfaga la felicidad de todos sus ciudadanos. Pero ¿cómo es que se llega a obtener esta tasa “ideal”?
Debemos comenzar por decir que el modelo del estado de bienestar tiene como misión maximizar la felicidad de los individuos en una sociedad, la cual depende de las preferencias de los ciudadanos por el bien público. En el Perú, el Gobierno ofrece diversos bienes y servicios públicos como vías de transporte, salud, educación, entre otros. Estos son financiados a través del pago de impuestos de todos los peruanos, quienes, a su vez, ven restringida su felicidad ante su nivel de consumo y gasto público. Evidentemente, ante un aumento del gasto público y, posteriormente, de los impuestos, el consumo del ciudadano se vería reducido.
De esta manera, al resolver el modelo, la tasa ideal óptima de impuestos resulta como el peso que un ciudadano le da al bien público sobre su felicidad. Sin embargo, cuando el baldazo de realidad peruana cae, nos daremos cuenta de que, en nuestro país, el asunto tributario es mucho más complejo. En particular, los niveles de evasión y elusión fiscales son muy elevados, especialmente en plena crisis económica por la COVID-19, en la que familias y empresas se han visto en grandes dificultades para pagar impuestos ante la falta de liquidez. Este último factor y el desembolso de dinero estatal para contrarrestar la emergencia nacional han dejado serias heridas en la caja fiscal del Estado. Por ello, aquellas propuestas que implican un desembolso excesivo del Gobierno o caídas tributarias muy significativas no serían factibles ante las diferentes realidades peruanas.
En este punto, la economía nos permite conocer el tema tributario desde una mirada política. El teorema del votante medio sostiene que, en una elección de votos por mayoría, el resultado final será aquel preferido por el votante del medio. Este modelo de competencia política se desarrolla bajo los siguientes supuestos:
- Todos los votantes prefieren las opciones que se adecúan a sus preferencias. Estas alternativas se alinean dentro de dos partidos políticos con posturas diferentes;
- El votante del medio escoge a la postura del centro; es decir, rechazará cualquier extremo dentro de esa secuencia;
- Existen dos partidos políticos con ideologías diferentes, que lo único que desean lograr es obtener la cantidad máxima de votos.
No es ajeno a la realidad; - La votación se basa sobre una única propuesta o política, como, por ejemplo, la reducción del IGV.
En la recaudación tributaria, cada vez que los electores se van acercando a la tasa de impuesto preferida por el votante medio, los incentivos a desviarse son menores y, poco a poco, se va llegando al equilibrio de Nash, el cual, en este caso, es el equilibrio político. Esto demuestra que, en una situación electoral estándar, las sociedades tienden a apoyar a aquellos candidatos sin posturas extremas.
Si esto es así, ¿por qué particularmente, en estas elecciones, vemos un mayor apego hacia perfiles más radicales? La respuesta está en la crisis que ha dejado la pandemia por la COVID-19 y, sobre todo, por la amplia oferta de partidos políticos, que no son necesariamente de calidad.
En definitiva, el personaje que tome la posta el próximo 28 de julio deberá enfrentar el problema tributario y priorizar la eficiencia del gasto público. Los modelos mencionados han demostrado que tanto los impuestos como el desembolso estatal están relacionados a través de incentivos. Por ello, se debería optar por alternativas de recaudación tributaria más flexibles y priorizar la estabilidad fiscal de nuestro país. Debemos recordar que estos últimos días son decisivos para el futuro del Perú. Es importante examinar y analizar las propuestas electorales, y descartar aquellas que se escapan de nuestra realidad.
Edición: Claudia Barraza