Durante la última década y siempre cerca de elecciones, has escuchado diferentes promesas sobre los mismos temas: lucha contra la corrupción, educación de calidad, seguridad ciudadana, promoción del empleo, crecimiento económico, acceso a servicios de salud, etc. Cuán felices estábamos, confiamos en el gobierno y nos hicimos altas expectativas. Supongo que en estas elecciones la mayoría de candidatos no harán promesas diferentes.
Querido Perú, nuestro país no está creciendo. El enorme potencial que tenemos no está siendo utilizado con sensatez. Un país que se llama a sí mismo el país más rico del mundo no produce lo que debería. La escasez abunda en los hogares más humildes. La inseguridad ciudadana y la violencia ya son temas recurrentes. Nuestra economía obsoleta está desperdiciando los pocos recursos que tenemos disponibles.
Pero todo esto todavía no es el problema principal. Lo peor es que vivimos en un ambiente moral contaminado. Nos enfermamos moralmente porque nos acostumbramos a decir algo diferente de lo que pensamos. Aprendimos a no creer en nada ni en nadie, a ignorarnos, a preocuparnos sólo por nosotros mismos. Conceptos como el amor, la amistad, la compasión, la humildad o el perdón perdieron su profundidad y para muchos de nosotros representan solo peculiaridades.
¿Por qué digo esto? Porque no podemos seguir culpando a los gobernantes anteriores por todo, no solo porque sería falso, sino también porque atenuaría el deber que cada uno tiene hoy: la obligación de actuar de forma independiente, razonable y libre. No nos equivoquemos, el mejor gobierno del mundo no puede lograr mucho por sí solo. La libertad y la democracia incluyen la participación y, por lo tanto, la responsabilidad es de todos nosotros.
Si lo aceptamos como tal, entenderemos que depende de todos nosotros –y solo de nosotros– hacer algo al respecto.
En los siguientes días habrá elecciones libres y una campaña electoral por delante. No permitamos que la lucha de los últimos meses se ensucie eligiendo a líderes corruptos. No permitamos que las propuestas valiosas, aquellas que en verdad necesitamos, se pierdan entre las falsas promesas de algunos candidatos. No permitamos que el deseo de servirse a sí mismo florezca una vez más y marchite el deseo de servir al bien común.
No es realmente importante ahora qué partido, club o grupo prevalece en estas elecciones. Lo importante es que los ganadores sean los mejores de nosotros en el sentido moral, cívico, político y profesional, independientemente de sus afiliaciones. El futuro de nuestro país dependerá de las autoridades que seleccionemos y para ello debemos tomar en consideración la integridad, formación, experiencia y las propuestas de los candidatos.
Querido Perú, debes estar preguntándote con qué tipo de candidato simpatizo. Permíteme responder: simpatizo con alguien que tenga un pensamiento independiente, razonable y libre; que crea en una economía próspera y socialmente justa. En resumen, alguien que sirva al pueblo y no a sí mismo. Porque sin esas personas, es imposible resolver alguno de nuestros problemas, ya sean económicos, sociales o políticos.