Si prestamos atención, el baile se presenta en muchas situaciones, y es parte de las muchas cosas que nos rodean. Y es que la habilidad para escuchar varios tipos de sonidos nos ha llevado a estar íntimamente relacionados con el baile. Es una acción representada mediante movimientos, pues estos suelen ser una especie de reflejo de aquellas ondas que percibimos a través del oído y que procesamos en nuestro increíble cerebro. La cuestión es que el ser humano siempre ha buscado, y ciertamente ha encontrado, diversas maneras de expresarse. Por esta razón, el baile es en realidad algo más profundo de lo que se piensa: transmite, pero también recibe. Ahondaremos más en esto.
Algunos pueden objetar sobre ciertos aspectos relacionados al baile. Por ejemplo, no todas las personas bailan ”bien”. O, ¿qué hay del twerk o de los pasos en el reggaetón? Bueno, qué tan bien baila uno debería solo calificarse en base a los motivos por los cuales uno baila. Veamos, una audición para la escuela de Bellas Artes claramente implica el logro de una complejidad formada por factores como musicalidad, ritmo, fuerza, exactitud e incluso, creatividad, actitud y expresividad. Mientras bailar en la soledad de tu habitación solo requiere voluntad. Y ninguna alternativa se hace “mal” si acerca a la persona a su objetivo: pasar la audición o reírse un poco.
Pero, ¿cómo funciona este instinto musical? ¿por qué la música se hace un espacio en nuestras vidas y la de todos los que viven actualmente y en el pasado reciente? ¿por qué traducimos eso que llamamos sonido a musicalidad y representaciones físicas? Y no menos importante, ¿de qué nos sirve bailar?
Steven Mithen, biólogo y arqueólogo, señala que la musicalidad fue esencial para las vidas de nuestros ancestros homínidos y que, como consecuencia, hemos heredado el deseo de conectar con los sonidos. Para entender cómo es que algo que suena tan moderno puede haber tenido un gran impacto en poblaciones tan ancestrales, es necesario conocer en esencia su significado. Aunque la música desafía a toda posible fácil definición, a la musicalidad se la define básicamente como una forma de comunicación que utiliza variaciones en el tono, ritmo, dinámica y timbre a través de combinaciones de voz, cuerpo y cultura materia l (1). Es relevante mencionar que, precisamente porque la música y su más claro reflejo, el baile, son muy difíciles de definir es que no se debe dejar su estudio a otras disciplinas que pueden ‘escuchar’ a sus objetos, sino a todas las áreas que puedan aportar algo al campo de ideas. Ahora bien, hay un aspecto clave de esta relación con la música: se ha ido heredando, y por tanto se le puede atribuir una base evolutiva biológica.
En primer lugar, Mithen postula que, como el sexo y la comida, la música fue esencial para la sobrevivencia de los ancestros en la Era de Piedra. Por tanto, evolucionamos como una especie musical que trascendía el ocio, la competencia o la creatividad, sino que funcionaba como medio de comunicación. Quizás incluso la música tuvo el papel principal antes de que el lenguaje tomara prioridad (1). En segundo lugar, la base biológica se hace cada vez más evidente como producto de estudios en el cerebro gracias a avances en análisis y escaneo. Así, surge la neurociencia de la música como un campo fascinante y sumamente complejo (5). Un tema importante de esta área es la relación entre herencia y desarrollo. Esto es, ¿cómo es que somos especies musicales evolutivamente, pero desarrollamos distinta habilidad musical? En otras palabras, por más que queramos llenar estadios como Freddie Mercury, seguir los sueños de Billy Elliot o componer como Vivaldi, muchos de nosotros simplemente quedaríamos cortos. Sin embargo, ahora se sabe que la actividad del cerebro cambia totalmente entre aquellos que expresan música en su mente o movimientos en diferentes niveles. Resulta también interesante la idea de Milthen sobre la gran revolución musical que ocurrió cuando nuestros ancestros pudieron erguirse sobre dos patas, ahora piernas. El impacto del bipedalismo no solo influyó en la forma interior y exterior del cuerpo (postura, tamaño de la garganta), sino también en la fluidez de los movimientos y una derivada aptitud para ‘marcar el ritmo’ (ese incontrolable deseo que tienes de levantar y bajar el pie cada vez que suena una cumbia poderosa) . Eventualmente, la liberación de manos, brazos y gran parte del torso y un mejor control muscular permitirían a Homo ergaster una evolucionada capacidad de bailar: saltar, girar, hacer piruetas, twerkear y bajar hasta el piso. Incluso bajo un duro sol africano (1).
Estudios por Brown, Cronk y Grochow en 2005, buscaron verificar si el baile revelaría la calidad subyacente de algunos genes de aquellos que bailan. Los resultados mostraron que existe una fuerte correlación entre la simetría corporal (que depende de la expresión de varios genes) y la habilidad para bailar de un grupo de personas, mayor todavía en hombres que en mujeres. ¿No es alucinante? La danza es un componente importante en el cortejo de una gran cantidad de especies (dentro de la cual podríamos incluir al humano, claramente). La conclusión de esta investigación ha provisto evidencia que amplió el conocimiento sobre la selección sexual, y esta última forma parte del constante proceso evolutivo de las especies, incluyéndonos (2).
En los últimos milenios, y gracias a nuestras mentes desarrolladas y a la cultura, el baile dejó de ser meramente un medio para comunicarnos o una forma de conseguir pareja (debatible), y pasó a formar parte de varios aspectos de la sociedad moderna, como el arte, el entretenimiento, ocio, comercio, entre otros. Varios estudios además muestran que el movimiento que genera el baile puede servir como terapia para depresión (3), para combatir el avance de los años y mejorar la calidad física total (4). Los resultados se muestran positivos sin tomar en consideración el nivel de habilidad musical que posean los sujetos de los estudios, lo que es una muestra de que sus beneficios son generalizables: altos y gratis.
Finalmente, la habilidad para desarrollar musicalidad y expresarla en movimientos es muy variable. Es importante que aquello no te mantenga impedido de realizar a la acción. Aunque es tema para otro artículo el por qué nos importa la opinión de otros sobre uno mismo, la vergüenza, el miedo o la inseguridad no deben impedirte de regresar a tus raíces ancestrales y tomar unos cuantos beneficios en permitir que tu actividad cerebral cambie y tu cuerpo se exprese. Como ya viste, los beneficios exceden largamente al daño visual o físico que podrías generar (no necesariamente, quién sabe). Así que como Lady Gaga dijo, cantó y bailó: ‘Just dance!’ (¡Solamente baila!).
Edición: Daniela Cáceres
Bibliografía.
- Mithen S. The music instinct: The evolutionary basis of musicality. In: Annals of the New York Academy of Sciences. 2009.
- Brown WM, Cronk L, Grochow K, Jacobson A, Liu CK, Popovic Z, et al. Dance reveals symmetry especially in young men. Nature. 2005.
- Keogh JWL, Kilding A, Pidgeon P, Ashley L, Gillis D. Physical benefits of dancing for healthy older adults: A review. Journal of Aging and Physical Activity. 2009.
- Meekums B, Karkou V, Nelson EA. Dance movement therapy for depression. Cochrane Database Syst Rev. 2015 Feb 19.Disponible en: http://doi.wiley.com/10.1002/14651858.CD009895.pub2
- Fink A, Graif B, Neubauer AC. Brain correlates underlying creative thinking: EEG alpha activity in professional vs. novice dancers. Neuroimage. 2009.