La foto de arriba es del salar de Uyuni, donde se encuentra nuestro tema se la semana

Probablemente te has podido enterar que Greta Thunberg (ups, aparentemente no, perdí mis apuestas) es la favorita para recibir el premio Nobel de la Paz, pero apuesto a que no sabías de los galardonados con el Nobel de Química esta semana. Las contribuciones del japonés Akira Yoshino, del británico Stanley Whittingham y del estadounidense John B. Goodenough que les merecieron este galardón son las que permiten que puedas usar tu celular, tablet o laptop para leer acerca de cualquier otro premio Nobel de esta semana o dejar de perder tu tiempo y estudiar para parciales. Las baterías de iones de litio son el nuevo corazón de muchísimos dispositivos portables, el alma del Tesla Model de tus sueños y con mucha seguridad uno de los pilares que nos pueden dirigir hacia un mundo libre de combustibles fósiles.

Las baterías de ion-litio tienen el mismo principio que cualquier pila Duracell que encuentras en cualquier lado: un circuito electrónico que va desde el ánodo al cátodo. La diferencia está en que el litio posee dos atributos importantes. Primero, este metal es ligero. De los 118 elementos de la tabla periódica solo el hidrógeno y el helio (que ni siquiera son sólidos) son más ligeros. Lo segundo es que es altamente reactivo. Estoy seguro de que en tu colegio hicieron el experimento de poner sodio puro en agua y viste cómo saltaba y desprendía humo, con el litio suceden reacciones con ese mismo ímpetu. De esto podemos inferir que la relación energía-peso es muy buena. En una hora puedes trasmitir 150 watts de energía con solo 1 kg de batería de litio. En comparación una 1 kg. La batería de ácido-plomo, la batería convencional de carro solo transmite 25 watts. La última pequeña maravilla de esta batería es que es recargable, entonces es posible que con poca cantidad de litio se puede emitir bastante energía por varios ciclos de recarga. La fuente de energía renovable perfecta, ¿o no?

 

Dadas todas las bondades de estas baterías, ya pueden imaginarse cómo se ha disparado su demanda en estos últimos tiempos. Los países con litio como Bolivia y Chile podrán disfrutar de los tiempos venideros. Sin embargo, ¿en verdad el proceso de producir baterías de litio es sostenible? ¿Es verdaderamente limpio? Para hacer una batería de litio, aparte de este como principal componente, se necesita cobalto, níquel y algunos otros metales conocido como “tierras raras”. Hacer minería de tierras raras y de metales pesados presenta un problema debido a que es un proceso sumamente costoso para el ambiente (miren el caso de las 17 minas de níquel cerradas en Filipinas). Un segundo problema es la disponibilidad de este material: la mitad del litio en el mundo está en Bolivia y la mitad de tierras raras en el mundo están en China, seguido por el Congo, ambos países no muy entusiastas en cuanto a los derechos occidentales, humanos se refiere. China ha ido reduciendo y encareciendo cada vez más los precios de sus tierras raras. Un tercer problema, es que los minerales son finitos, y si bien esto es algo general a la industria minera, querer promover un desarrollo sin emisiones de carbono sobre un recurso agotable no cuadra en lo que llamaríamos sostenible.

Cuando te compres tu Tesla algún día, carro que es dos veces más costoso en términos de producción que un carro convencional, y vayas a recargar combustible enchufándolo a una fuente de poder, ¿sabrías si esta energía es renovable? Existe la gran preocupación de que la energía de muchos países sigue estando basada en recursos no renovables, si para obtener la energía para todos nuestros aparatos eléctricos necesitamos cortar un tajo de Amazonía, pareciera ser que el costo-beneficio no es tan positivo. Lo mismo ocurre con el desecho de las baterías de ion-litio. Solo una cuarta parte de los metales usados en la batería se pueden recuperar, lo que a largo plazo puede generar una gran cantidad de valioso metal que ya no podrá utilizarse.

Entonces, si bien las baterías de ion-litio pueden tener un costo ambiental más bajo en comparación con los combustibles fósiles, es necesario estar atento a las maneras en cómo producimos y desechamos estos aparatos. Así, podremos dar cuenta de los costos reales de esta “alternativa”, y podríamos generar nuevas estrategias para hacer que esta tecnología Nobel pueda ser de verdad sostenible en la sociedad.

 

Edición: Daniela Cáceres