El 2020 trajo consigo una navidad y un año nuevo particularmente especial, no todos estuvimos en donde quisiéramos estar, pero al menos tuvimos la oportunidad de compartir con nuestros seres más cercanos. Es por esas fechas, que múltiples noticias llegan a nuestras puertas. Esta vez, no me refiero al brote de la nueva cepa del coronavirus, sino a los análisis en torno a la fortaleza económica de los países, en especial de los latinoamericanos. Antes de comenzar, debe señalarse que un rating BBB+ implica que el emisor presenta una capacidad adecuada para cumplir con sus obligaciones financieras. No obstante, las situaciones económicas adversas afectan su capacidad de pago en mayor medida que los ratings más altos.
El primer punto a tratar, es la nueva perspectiva que las agencias de riesgo sostendrán sobre el futuro del Perú. Entonces, podemos ver que, si bien el rating de nuestra economía se mantendrá en un modesto BBB+, el analista internacional promedio ya toma en cuenta una posible recesión en el Perú hacia el 2021 y 2022. Esto se demuestra en la visión más pesimista que publicó la agencia Fitch Ratings, la cual devela una perspectiva marcadamente negativa, la que anteriormente era estable. Tras tomar esto en cuenta, ahora podemos ver cómo la curva de rendimientos de los bonos peruanos ha cambiado en respuesta a la publicación mencionada anteriormente.
El gráfico a primera vista parece no enviar un mensaje preocupante; sin embargo, el detalle de tener una línea que “desciende” hacia el largo plazo, sí demuestra que una recesión se encuentra en ciernes. Ello no se veía hace dos meses, ni siquiera en el contexto de la pandemia. ¿Cuál es entonces, el principal motivo de esta situación? Bueno, tomando en cuenta que noviembre ha marcado un antes y un después en las perspectivas que se tienen sobre el Perú, ahora se puede decir que estamos en un escenario inclusive más preocupante que todos los que hemos visto en meses pasados. Hoy, podemos notar que ciertos movimientos relacionados al manejo de las tasas de interés por parte del Banco Central de Reserva del Perú, la polémica en torno a la reforma del sistema de pensiones y el presupuesto público, son claves para comprender que el inversionista que ve al Perú desde un escenario externo no puede concebir una idea optimista del escenario actual.
A esto le podemos agregar que la perspectiva en general para América Latina se encuentra en un estado poco auspicioso. Esto toma mayor relevancia, tras tomar en cuenta que, países como Perú, Brasil, Venezuela o Ecuador, los cuales han tenido problemas para sobrellevar la pandemia y asegurar una recuperación económica sólida para el 2021. Esto deviene en una perspectiva negativa de la región para el próximo año, con una baja probabilidad de recuperación para el final del periodo.
Sin embargo, otros países no se salvan de caer en una perspectiva negativa para los inversionistas. La inestabilidad política, otro factor clave para las preferencias de inversión, abunda en nuestra región. Por ejemplo, nuestro vecino del sur, Chile, se encuentra sumergido en una crisis política desde el 2019. Actualmente, muchos de sus ciudadanos exigen la renuncia del actual presidente Sebastián Piñera, pues no logra cumplir con las demandas de la ciudadanía y la reducción de desigualdades. Colombia, por su parte, atravesó una ola de protestas en setiembre 2020 ante la falta de reformas policiales por parte del gobierno de Iván Duque.
Pero no todo es tan malo. El escenario del próximo año indica que a nuestro país podría irle más o menos bien, si es que:
- Obtenemos una idea clara de cómo, dónde y principalmente cuándo nos llegará la vacuna.
- Cuáles serán los principales proyectos del nuevo presidente y si el ámbito internacional podrá considerarlo como un líder adecuado para los desafíos que están por venir.
- El seguimiento que se le haga a ciertas políticas poco acertadas que ponen en discusión la solvencia del Estado.
- Otros muchos puntos más que se relacionan con mantener la independencia de las empresas y el sector financiero, así como cimentar las bases para la recuperación económica sin que esta afecte el proceso de recuperación de la pandemia.
No disolvemos nada hasta el 28 de julio del 2021.
Como vemos, no todo está perdido, aún podemos continuar con la senda de crecimiento que todos esperábamos mantener a comienzos del 2020. Solo que esta llegará uno o dos años más tarde. Todo dependerá de lo que suceda en los próximos siete meses.
Edición: María Fernanda Tumbalobos