¿Alguna vez te has sentido la oveja negra de la familia, el colegio o el trabajo? O, ¿Te encuentras en una película en la cual te han dado el papel equivocado? Te comento que probablemente estés experimentando algo conocido como síndrome del impostor.
El síndrome del impostor se define como una experiencia social que guarda relación con disciplinas como la sociología y la psicología. Esta experiencia por la que muchas personas pasan en sus vidas nos hace sentir que somos un fraude, que no nos merecemos generalmente la posición que tenemos en la chamba, o no pertenecemos a una universidad recontra buena.
Este síndrome o experiencia fue por primera vez introducido por Suzanna Imes y Pauline Rose Clance (PhDs) – psicología en la década de los 70. ¿Por qué? Porque se dieron cuenta de que mujeres de altos rangos o con increíbles logros académicos y laborales no se sentían merecedoras de dichos puestos. Ahora, acá entra un tema social, ya que sabemos que las mujeres no han formado parte de espacios públicos desde siempre. Y a veces tampoco hasta ahora… Pero, una vez que hemos podido luchar por pasar cada bache que nos ponían en el camino, tenemos los mismos derechos para formar parte de esos espacios como cualquier hombre. Sin embargo, lo que las psicólogas Imes y Clance encuentran es que ciertas mujeres se sienten como impostoras, como si no deberían ser ellas en el lugar de poder. Como si en cualquier momento los demás se dieran cuenta de sus fallas y de su poca o inexistente capacidad.
Podemos decir que el síndrome del impostor es una especie de crisis identitaria, y se puede acentuar cuando comenzamos a interactuar con otras personas en un lugar nuevo, tomamos un nuevo rol o pasamos a nuestra siguiente gran etapa de vida. Por ejemplo, cuando hacemos el paso del cole a la universidad, ya de por sí nos enfrentamos a un nuevo espacio. Pero imagínense haber tomado la decisión de mudarse del país y comenzar tus estudios universitarios en el extranjero. ¿Qué hago acá? ¿De verdad me lo merezco? ¿Cómo la hice? Son algunas de las preguntas que pueden atormentar y debilitar la confianza de los jóvenes de hoy, y como consecuencia afectar, en este caso, los estudios.
O, por ejemplo, cuando conseguimos nuestras primeras prácticas y entramos al aterrador mundo laboral. Sí, el mundo profesional y adulto. Todos parecen saber a dónde ir, cuáles son sus roles, dónde se guardan las cosas y a qué hora es la hora del almuerzo. Pero tú no sabes en qué momento aceptaste el trabajo, al cual aplicaste a ver si te ligaba, y ahora que estás acá, nuevamente surge la cuestión: ¿qué hago acá?
El principal problema con el síndrome del impostor es que es difícil salir de él, es complicado creértela. Lo que sucede es que, si bien puedes efectivamente estar haciendo todo bien, tener las notas, el CV completo y buenas actitudes, lo que sucede dentro de la mente del individuo no necesariamente cambia. No cambian tus creencias sobre tu propia capacidad y valor, como si “no pudieras internalizar la experiencia del éxito”.
Y un dato que comentan Imes y Clance es que el síndrome del impostor no es selectivo, sino que puede afectar a cualquier persona sin importar su clase social, su nivel educativo, familia, lugar de origen, etc. Claro, ellas lo estudiaron a partir de un grupo de mujeres, porque hay un patrón debido a un pasado de desigualdad. No obstante, las primeras investigaciones sobre dicho síndrome no llegan a mencionar el efecto que tiene en grupos minoritarios o diversidades. Conceptos como el racismo o la xenofobia no eran considerados parte de la conversación hasta poco después de los primeros papers. Esto no solo ha permitido ver los efectos del síndrome del impostor como parte del individuo que se enfrenta a esta nueva atmósfera, sino que a partir de la introducción de estos términos, podemos voltear la tortilla y hacernos preguntas como ¿Qué puede cambiar en el lugar de trabajo para que sus empleados realmente se sientan parte de este?
Y ojito, ojito, BBC menciona que 70% de trabajadores experimentan este síndrome en algún momento de sus vidas, por lo que es más común de lo que pensamos. Así que podemos estar pensando que nuestros amigos la están pasando increíble en su nueva chamba porque suben a Instagram sus juergas after office, pero puede que en verdad sientan que no pertenecen en esa esfera. Y eso, puede jugar una terrible pasada a la salud mental…
Editado por Paolo Pró