A pocas semanas de un nuevo aniversario de la patria, por fin las dos fuerzas políticas más grandes del país se sentaron a conversar. ¿Dialogaron sobre seguridad, corrupción, empleo, reactivación económica, el api de Kenji y la reconstrucción?. Dejando de lado el escepticismo sobre los motivos de Keiko para proponer el diálogo y la verdadera repercusión sobre la situación política y económica, ¿faltaron algunos temas dentro de “la agenda de interés nacional”?
Se entiende que temas picantes como el indulto o la reforma de la salud no se hayan tocado. Estos generan mucho ruido, avivan la llama y no tienen efectos de corto o mediano plazo sobre la economía.
Pero, ¿por qué no hablar explícitamente sobre La Contraloría? Si bien es un tema que mueve las aguas, esta institución está presente de manera transversal en varios de los temas propuestos. Es bastante conocido que trata de ser el cuco para los funcionarios públicos corruptos. Pero en su afán por encontrar corrupción hasta en la compra de caramelos, ha paralizado megaproyectos y detenido la liberalización de recursos públicos. Los funcionarios públicos de alto rango tratan de evitarla, pero a los de mediano rango solo les queda pedir piedad si firman algo. ¿Cómo se reactivará la economía si los proyectos no se pueden destrabar? ¿Cómo se iniciará la reconstrucción si se tiene miedo a firmar documentos importantes?
En la reunión no se trata de discutir los nombres que cada uno propone de acuerdo a su afinidad política. Se trata de discutir las aptitudes que el nuevo Contralor debe tener para instaurar un cambio de incentivos dentro del cuerpo de la institución. A falta de límites explícitos de fiscalización – y las demoras que suponen establecerlos –, es necesario un cambio orgánico para impulsar un cambio institucional.
El nuevo Contralor debería ser como el Papa: conciliador y que inspire confianza. Una cabeza con estas características emplazará al cuerpo de su institución a no utilizar su discrecionalidad de forma que se desmotive al inversionista y se meta terror al funcionario público. La eficacia no se mide por encontrar errores menores que resulten en juicio, sino por velar porque las decisiones de los funcionarios no se salgan de los límites permitidos sin perder el contexto.
Con esta Controlaría se podrían discutir las inversiones: las personas no rehúyen las reuniones con ella por miedo a ser chuponeados ni temen firmar documentos por temor a ser perseguidos hasta el fin de los tiempos. Una Contraloría así da seguridad al inversionista, no traba proyectos ni va en contra del Estado peruano.
Dado el protagonismo y la capacidad de generar un cambio real sobre la economía, realmente espero que PPK y Keiko hayan discutido sobre La Contraloría. Más aún, espero que hayan llegado a un mejor bosquejo que el propuesto sobre un Contralor capaz de reformar su institución. Y por si fuera poco, también espero que la Comisión Permanente del Congreso considere este bosquejo cuando se evalúe a los candidatos propuestos. No espero tantas cosas, ¿es mucho pedir que se cumplan?
Simplemente no puedes negociar con la mafia. Es simple de entender; sin embargo, “¡simio no mata simio!”