Desde ya hace unos meses es imposible negar la presencia venezolana en las calles peruanas. En los paraderos, en las combis, en los restaurantes, las peluquerías, los institutos, los grifos, las bodegas, etc. Simplemente están en todos lados y hacen de todo con tal de subsistir el día a día.
Todos, o espero una gran mayoría, somos conscientes de la crítica situación que está viviendo nuestro país hermano. Así que les dejo estos datos solo para que se den una idea: el sueldo mínimo en Venezuela es de 392 mil 646 bolívares, a lo que se le suma el bono por alimentación de 915.000 bolívares, lo que da un total de ingresos de 1.307.646 bolívares. Ahora, que la cantidad de dígitos no te confunda. Realmente, el total de ingresos equivale a tan solo 37 dólares según la tasa de cambio oficial.
En medio de esta crisis, muchos venezolanos tomaron la decisión de emigrar, empezar de cero y salir en busca de mejores oportunidades. Es así como dentro de los distintos países elegidos, Perú sobresalió como uno de los predilectos, llegando a acoger hasta 200 mil venezolanos, según informó el titular de la Superintendencia Nacional de Migraciones, Eduardo Sevilla, la semana pasada. Este fenómeno ha despertado distintas reacciones entre los peruanos, pero hay una que particularmente ha llamado mi atención: la xenofobia.
La xenofobia es el rechazo, el odio o la hostilidad hacia los extranjeros o hacia las cosas extranjeras. Según la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), supone todo tipo de distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en la esfera de la vida pública.
Cuando menciono la presencia de xenofobia en nuestro país no me refiero a la decisión de estar en desacuerdo con la llegada de los venezolanos. Al fin y al cabo, cada persona es libre de tomar la posición de su preferencia. En cambio, me refiero a la existencia de comentarios y acciones de algunos de nuestros compatriotas que expresan un odio/rechazo irracional ante una persona por el simple hecho de venir de otro país, en este caso, de ser venezolana.
No considero que la sociedad peruana sea xenófoba, pero tampoco creo haber sido la única que ha observado este tipo de comentarios en las redes sociales o en su centro de estudios. Como ya lo he indicado, es muy diferente estar en contra del boom venezolano que ofender a otra persona, incluso a una población, a raíz de este desacuerdo. En una sociedad como la nuestra, la cual se caracteriza por ser un mosaico de culturas que históricamente se han integrado a nuestro país a lo largo de los años, es vital que seamos conscientes y responsables de hacer en lo que esté en nuestras capacidades para frenar la violencia, de la cual muchas veces somos testigos, hacia otra sociedad que no tendría por qué ser blanco de insultos y ofensas.
No hay que olvidar que más de 2 millones 800 mil peruanos residen en el extranjero y que Venezuela es el cuarto país con mayor cantidad de emigrantes peruanos. El cómo han tratado a nuestros compatriotas en el exterior es un tema que importa, pero no constituye una razón válida para rechazar a las personas que acogemos. Probablemente esta no sea la única ola inmigratoria que el Perú vaya a recibir en los próximos años y nuestra sociedad debe estar preparada para ello. Es normal que exista un miedo a lo desconocido, pero hay que poner de nuestra parte para que ese miedo no se termine manifestando en violencia, que en nuestro país no necesitamos más de ella. Ahora que es nuestro turno de acoger, ¿de qué manera lo estamos haciendo?