Mi mamá dice que escuchar las noticias da depresión. Y aunque suene un poco tonto y dé ganas de decirle mil cosas, la verdad es que hasta cierto punto, le creo.
Está la maratón de accidentes de tránsito por la mañana, asesinatos por la tarde, asaltos a mano armada 24/7 en cada esquina y, por supuesto, el desagradable circo que se monta en cada uno de los poderes del Estado. ¿Cómo me van a dar ganas de ver noticias? ¿Por qué le dedicaría mi tiempo a algo tan tóxico?
Sucede que ojos que no ven, corazón que no siente. Y un corazón que no siente, difícilmente podrá erradicar aquella toxicidad que inunda cada vena y arteria que alimentan a un país entero.
Ni gritar los goles, ni poner la banderita en la azotea bastan. Más allá de tu amor por la patria, de lo bonito que se sintió llegar al mundial: estamos hablando de derechos. Derechos que nos pertenecen, por los que pagamos para que se hagan efectivos, no solo para cubrir nuestras necesidades directas, sino para que cada vez existan más oportunidades y menores sean las brechas en nuestra nación, por tanto más educación, menos centralización, menos pobreza, menos tráfico, menos delincuencia, menos niños y ancianos muriendo de frío, etc, etc, etc. Lo que la corrupción tome de nosotros significa una menor calidad de vida para cada peruano.
Pero qué difícil es darte cuenta que estás viviendo en una relación tóxica, cuando los síntomas se te han hecho tan cotidianos que ni si quiera notas lo retorcido de su permanencia en los diarios. Y aún más, qué complicado salir de ella. De dejar lo cómodo de nuestros hábitos para dedicarle tiempo a tantas frustraciones. Pero, el adicto no cambia hasta que ve su adicción como un problema. Hasta antes de eso se vacila, todo bien, no le está pasando nada… solo basta con mirarse al espejo para darse cuenta lo que, sin querer queriendo, ha ido alimentando.
Los peruanos, lamentablemente, somos adictos a la indiferencia. Se siente mejor y seguramente el no enfrentar a los súper choros que nos gobiernan nos librará de alguna tristeza. Pero mientras nos hagamos de la vista gorda, por más independientes que nos cantemos este 28, no seremos más que los títeres de estos aprovechadores, involucrados en cubrir gastos que no nos corresponden: la casa de playa, el camionetón, los viajes, los estudios en el extranjero… Habiendo tanto en lista de espera.
Cuestionemos, leamos, exijamos. Los únicos que podemos darles el poder de burlarse de nosotros y quitárselos cuando corresponda somos nosotros mismos.
Mi mamá dice que escuchar las noticias causa depresión. Y la verdad es que hasta cierto punto, tiene razón… De ella aprendí que no me importa la política por varias razones, pero también que cuando sí me importa la política, hago mucho más.
*En la fotografía: María Teresa Bejarano Noceda en la marcha No a Keiko, 2016. Asistieron 70 mil manisfestantes. Cinco días después, el Fujimorismo perdió las elecciones presidenciales.
Gracias má.