El Foro de San Pablo, foro de partidos y grupos de izquierda de Latinoamérica, lleva un poco más de cinco años debilitándose; al punto de que Brasil ha tomado el rumbo casi opuesto al bolivarianismo con su presidente actual de derecha, Jair Bolsonaro. Asimismo, uno de los últimos clavos en el ataúd del Foro de San Pablo ha sido Bolivia y la entrada al poder de Jeanine Añez, tras la renuncia de Evo Morales. Sin embargo, en estas dos décadas ha habido una constante: Venezuela. A pesar de la hiperinflación y de tener un nivel de desorden muy superior al de Bolivia, ha sido lamentablemente imposible sacar a Nicolás Maduro del poder. Así, es válido preguntarse por qué un gobierno mucho más irresponsable que otros de la región no ha logrado iniciar un cambio de régimen, pues el gobierno opositor de Juan Guaidó es, con la diferencia del reconocimiento internacional, indistinto del de Mechita Aráoz; es decir, no ejerce el poder en Venezuela.
Para empezar, Morales cometió el error de no diseñar fuerzas de represión que lo puedan ayudar en casos como el visto el 2019. Venezuela, en cambio, cuenta con el SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) y las FAES (Fuerzas de Acciones Especiales), cuerpos que se han dedicado a eliminar por cualquier medio posible a los opositores al régimen aún a plena luz del día. Por ejemplo, ocurrió con 35 personas que fueron asesinadas durante las protestas que siguieron la crisis constitucional que llevó al gobierno de Guaidó. Estas prácticas no son nada nuevas, pues replican el modelo aplicado por la Gestapo en la época del nazismo en Alemania. Y al igual que toda policía secreta, la paga no está en el sueldo oficial, sino que la impunidad les permite participar de actividades criminales.
Es acá donde entran los colectivos, organizaciones informales que fueron creadas el 2002 -después de un intento de golpe de Estado- como unidades vecinales de “vigilancia” y “seguridad interna”. Estos reciben armas directamente del gobierno y operan en barrios populares, donde remplazan a la policía. Quise decir, a la policía regular; las FAES entran a estas áreas a colaborar con las bandas criminales en negocios tan lucrativos como el narcotráfico. El SEBIN, por su parte, toma trabajos que requieren de mayor cuidado, como los parlamentarios. Este organismo está facultado de ignorar al Poder Judicial si, por ejemplo, se ordena la liberación de los detenidos por oposición al gobierno de Maduro.
Afortunadamente (o lamentablemente, dependiendo de desde dónde lo mires), Morales nunca llegó a estos extremos, tal vez porque confió en que su causa indigenista sería suficiente para que las comunidades indígenas lo apoyen cuando se encontrara en apuros. Como ya hemos visto, este fue un grave error, pues nadie salió en su defensa en la crisis política de Bolivia ocurrida el año pasado. Además del hecho de que esta base de apoyo con la que contaba no tenía los medios suficientes (armas proporcionadas por el gobierno), el problema también corre por la lealtad personalista: Morales se relacionaba con ellos siempre por las vías de las instituciones formales, y no podía esperar que su apoyo se viera limitado a estas vías formales, que estaban limitadas a votar a favor de él durante los referéndums. En contraste, Hugo Chávez hizo que los colectivos participaran del régimen por medio de otros mecanismos. Así, además de que los colectivos están comprometidos en defender al gobierno, el hecho de que haya un evidente fraude electoral -como con Morales- es irrelevante, pues su participación no depende del voto en las urnas.
Bolivia nos demuestra que cuando una dictadura populista pretende ser democrática, es decir, que se limita a usar las urnas, está prescindiendo de todas las opciones que emplean otras dictaduras para controlar a la población. De esta manera, una vez que se revela la naturaleza dictatorial, los mecanismos democráticos son suficientemente robustos para hacer una transición democrática (lo cual no significa que se logre una democracia “europea”). Esto hace dudar acerca de la tesis de que el populismo es necesariamente inestable por erosionar los mecanismos formales de gobierno. En su lugar, el populismo puede ser moderadamente estable si es que cuenta con mecanismos alternativos para relacionarse con la base de apoyo, relación que es propia de una doctrina caracterizada por ser anti institucional. Por último, es necesario pensar en qué significa esto para el fracaso de la democracia en Latinoamérica, pues coincido con el programador estadounidense, Mencius Moldbug, en que el error de todo régimen es pretender ser algo distinto. Si con una constitución democrática no nos convertimos en una sociedad donde todas las voces son escuchadas, sería sabio cuestionar si nos corresponde funcionar de tal forma.