El ambientalismo es la nueva moda: cepillo de dientes de bambú, empaques de papel y bolsas de algodón. Esto es genial porque nos ha permitido ser más conscientes sobre lo que hacemos, vemos y consumimos; lo cual nos lleva a tomar mejores decisiones. Sin embargo, no nos dejemos llevar por los #trends y volvamos a la pregunta inicial: ¿qué productos son los más ecoamigables?
En este artículo nos limitaremos a discutir los tipos de empaques para no irnos por las ramas. La chamba misión de esta lectura es dar a entender los pros y cons de usar cierto material para un empaque. Queda en sus manos tomar la decisión que les parezca más responsable.
Antes de comenzar con la competencia entre materiales, les explico en qué se basa la evaluación. Los Análisis de Ciclo de Vida son estudios en los que, como dice el nombre, se evalúa toda la vida de un producto. Desde cómo se obtiene la materia prima (ej. cómo se consigue la madera para fabricar un lápiz) hasta el manejo del desecho (en el mismo ejemplo, cómo botas o reciclas ese lápiz). Vale mencionar que cada análisis de este tipo es contextual, es decir, depende el lugar donde haya sido analizado. Por eso, he utilizado la base de datos de Perú LCA e información complementaria para hacerlo lo más justo posible.
Plástico, el protagonista de una película de villanos: el asesino de tortugas, contaminador de nuestros mares e invasor de nuestras pesadillas. Es claro que ha ocurrido un descontrol de consumo y mal manejo de desecho de empaques plásticos, lo cual ha causado una serie de consecuencias atroces en el mar, los animales y en nuestro ceviche (probablemente varios ceviches tienen plástico en el pescado). No obstante, ¿esto ha sido causa del material en sí o por el uso que le damos al material?
De hecho, la producción del plástico se da a partir del petróleo o gas natural, fuente de recursos no renovable y monstruosamente un tanto dañina para el planeta (ejem, calentamiento global). Aun así, el procesamiento de esa materia prima no requiere de mucha agua, espacio ni energía; por lo cual es relativamente barato. La practicidad del plástico también recae en que es suuuper práctico. Funciona casi como moldear cerámica: puedes darle la forma que quieras y es impermeable, flexible y resistente. Como último argumento, el problema que hundió a la industria plastiquera: la basura de plástico. El plástico demora mucho en degradarse y muy pocos productos de plástico de un solo uso son reciclables, por lo cual existe un exceso de basura inmanejable ‒añadiendo el hecho de que el Perú tiene una infinidad de lugares sin botaderos y por eso la basura vuela al viento, quemada o no. Así, la falta de lugares dónde botar basura más el exceso de ella, lleva todas esas bolsas y empaques a las gargantas de los lobitos de mar.
Por el lado contrario, tenemos al “bueno” de la historia: el papel. Los empaques de papel y los vasos de cartón corrugado se han vuelto la alternativa más popular ante las malas miradas al plástico. Aun así, tienen un alto consumo de agua, energía y madera (recurso renovable pero a un alto costo) en su fabricación, lo cual deja en duda qué tan eco eficientes son. En general, el papel es poco práctico como empaque: es delicado de manejar, no puede usarse con productos líquidos, etcétera. Su desecho no tiene consecuencias tan evidentes como el plástico, ya que el papel se degrada rápidamente en agua; pero esto no debe distraernos de que para su fabricación probablemente se han usado químicos que ahora están en el mar.
Finalmente: el vidrio, el material que nunca se mete en los dramas. Este tiene un mayor costo de producción a comparación de los materiales anteriores y gasta un montón de energía (produce varias toneladas de CO2 que colaboran al calentamiento global), ya que básicamente se tiene que quemar un montón de arena y voilà, obtienes vidrio. Aun así, utiliza mucha menos agua que en los otros productos. Al igual que el plástico, el vidrio es muy maleable, pero muy frágil ante cualquier caída. El gran beneficio del vidrio es que, después de su primer uso no sólo puede reciclarse, sino reusarse de mil maneras: una botella de yogurt puede convertirse en un tomatodo, un frasco de mermelada puede usarse para guardar nueces o botones y la lista continúa.
Aunque el plástico no sea el mayor enemigo, la ley contra el plástico sirve porque se necesita una fuerza mayor que nos quite la flojera y la costumbre del consumo fácil e irresponsable. Lamentablemente, aún somos infantes ambientales y necesitamos un guía que nos diga que estamos fuera de control, que nuestro consumo está desbordado pues no sabemos cómo manejarlo. Así como cuando tus padres te dicen que no comas tanto dulce porque saben que te puede dar diabetes. Nosotros controlamos nuestro impacto y hay que ser responsables de nuestras acciones: rehusemos todo lo posible, reciclemos y reduzcamos nuestro consumo de cosas innecesarias (¿esa bolsa de chisitos realmente es necesaria?).
Edición: Daniela Cáceres