“Anormalidad”, “neuropatía”, “degeneración”, “inversión”, “instinto sexual antipático” e “instinto homosexual” eran términos que el psiquiatra Richard von Krafft-Ebing usaba de manera intercambiable en su libro Psycopathia sexualis para referirse a las minorías sexuales. Su obra, publicada en 1886, fue una de las pioneras en la instauración de un modelo de enfermedad sobre las supuestas “psicopatías sexuales”, y entre ellas, la homosexualidad, erróneamente considerada .
En el siglo XX, las campañas libradas por las minorías sexuales para reclamar sus derechos incluían un componente muy importante: determinar los nombres bajo los cuales serían conocidas en el discurso público. De ahí que estas hayan rechazado el uso de la palabra “homosexual” por términos de elección propia como “gay”, “lesbiana” y los otros 5 mil términos del acrónimo LGTBIQ+ revalorizando y redefiniendo términos como “queer”(1). El año 1973 vio un gran logro en esta lucha: la homosexualidad fue retirada del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). En la segunda parte del siglo XX los estudios sobre la interseccionalidad dieron un golpe importante a la percepción de un mundo hecho de categorías. Los términos que usamos para describir social (orientación sexual, género), cultural (religión o etnia) y biológicamente (sexo) a un grupo humanos resultan insuficientes cuando estas categorías interaccionan frecuentemente y de manera diferente en un espacio y tiempo determinados.
La lucha por la identidad de las minorías sexuales no resultó entonces en una homogenización que las pueda distinguir de lo heterosexual, sino resultó en una multiplicación total de las identidades que un ser humano puede adoptar. Se dio a conocer así la existencia de un espectro humano de la sexualidad, que no se restringe a dos etiquetas. Varias organizaciones internacionales han adoptado (ONU, Amnistía, Human Rights Watch, OMS) también en su discurso muchos de estos términos. Sin embargo, en esta semana se ha visto que aún sobreviven ávidos lectores de Psycopathia sexualis y de ediciones arcaicas del DSM, como el señor Philip Butters. Este ejemplar profesional que no demora en etiquetar, asumir y humillar a una persona por la vestimenta que porta.
La ciencia ha superado ya, desde la segunda mitad del siglo XX, el estudio de las identidades de las minorías sexuales como un modelo de enfermedad. Ya se descartó el diccionario de nombres que podría tener asignado para su estudio. Ahora, en el siglo XXI, ¿cuáles son estos nuevos términos con los que las disciplinas científicas abordan a las minorías sexuales y a todas sus posibles identidades en sus estudios?
La salud pública es la disciplina científica que más estudios posee con la población LGTB. En el año 1992 se introduce un término vigente hasta el día de hoy: “Men who have sex with men” (MSM), con el que se intentaba capturar a toda la población que estaba envuelta en interacciones sexuales hombre-hombre, sin importar su orientación sexual o identidad de género. Un hombre que tiene relaciones con otro hombre no necesariamente se identifica como homosexual (el primer capítulo de la última temporada de Black Mirror explora un poco este concepto) . De esta manera, se puede englobar a varias personas siguiendo como único criterio objetivo su comportamiento sexual: hombres gay, hombres heterosexuales que poseen parejas masculinas, trabajadores sexuales masculinos, mujeres trans, etc. Como se habrán dado cuenta, esto evita la caracterización del individuo según su orientación sexual o identidad de género. Por supuesto, el término complementario también existe: women who have sex with women (WSW).
¿Por qué este esfuerzo de englobar la diversidad en solo 6 palabras? Porque en virtualmente todos los contextos estudiados la población MSM posee un riesgo de infección de HIV muchísimo más alto que la población general. Por ejemplo, en países de bajos y medianos ingresos los MSM tienen 19.3 más chances de contraer HIV que la población en general. Los factores pueden medirse en una escala individual (e.g., las prevenciones que uno toma al tener sexo) o a una escala social (densidad y número de integrante en redes sexuales) y a una escala estructural (los estigmas que muchas veces dificultan el acceso a información y tratamiento), pero como esto es Univerzoom, tengo que hablarles de algunos factores biológicos asociados.
El HIV tiene un tropismo (suerte de “afinidad”) por el ambiente intestinal, por lo que el sexo anal receptivo es de por sí un comportamiento riesgoso. Los MSM tienen la capacidad de ser receptivos e insertivos en diferentes episodios sexuales (a diferencia de las relaciones heterosexuales), lo que incrementa la facilidad de transmisión y puede incrementar la diversidad genética del VIH en una red sexual. Cabe destacar, que el VIH está asociado a un riesgo de coinfección alto de otros agentes infecciosos como la sífilis o el herpes.
Entonces, aparte de los estudios y guías de salud, ¿estos términos (MSM y WSW) son usados? Claro que sí. Las investigaciones en las ciencias sociales los usan hasta hoy. Este año, varios estudios se han publicado sobre el comportamiento y percepción individual, de las parejas sobre los tratamientos profilácticos preexposición, que son medicamentos que se toman antes de alguna interacción sexual de alto riesgo de contraer VIH. Se ha documentado, por ejemplo, que algunos grupos MSM hay una estigmatización dentro de la propia comunidad por el uso de esta profilaxis.
Sin embargo, surge algo preocupante a partir de esta noción que solo se define por la existencia de una interacción sexual particular (hombre-hombre o mujer-mujer): olvidar que estas personas son parte de una comunidad. Estas comunidades pueden sufrir de diferentes niveles de opresión. Por ejemplo, un hombre gay o una mujer trans no poseen la misma aceptación ni las mismas barreras que los aíslan de la sociedad general. O un hombre negro homosexual puede ser sujeto de más estigmas interseccionales que un hombre blanco homosexual. El hecho de que estas personas tengan orígenes distintos (religión, nivel socioeconómico, nivel educativo) tiene un efecto en el acceso a la información, las redes sexuales que generan (esquemas de interacciones sociales que pueden utilizarse para estudiar tranmisión de ETS en poblaciones heterosexulaes y no-heterosexuales), los comportamientos de riesgo en los que se ven envueltos (prostitución o uso de drogas), etc. Al respecto, poblaciones como las mujeres trans y hombres negros en Estados Unidos, en relación a la población MSM, poseen prevalencias altísimas de HIV.
En Perú, por ejemplo, el Movimiento Trans y el Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Sexualidad de la Universidad Peruana Cayetano Heredia buscan promover espacios para la investigación comunitaria y el diálogo con el fin de poder separar a la población transgénero del MSM general, debido a las barreras muy diferentes que poseen ambos grupos. La mujer trans promedio en el Perú, sigue siendo un sujeto apartado de la vida pública, lo que dificulta su acceso al trabajo, educación y salud; son totalmente vulnerables, de ahí que las estrategias a tomar sobre la prevención y tratamientos de las enfermedades de transmisión sexual tienen que diferenciarse.
El término MSM ha sido útil para generar las políticas de salud pública a nivel mundial y regional enfocada en las minorías sexuales. Muchas veces abordar toda la complejidad y experiencia humana en un contexto particular, puede resultar inefectivo cuando se quiere tratar con problemas globales como el VIH. Sin embargo, mantener esta visión reduccionista puede llevar a acciones insuficientes debido a errores en la focalización de los esfuerzos de salud pública hacia alguna minoría sexual.
Es importante que los investigadores consideren (aparte de molestar a uno que otro conservador) que, a casi 40 años de que los estudios sobre las enfermedades de transmisión sexual asociadas a comportamientos MSM hayan aparecido, es importante apuntar a un entendimiento profundo de cada contexto en particular. Esto último le dará validez a la identidad de las personas y darán a conocer los problemas propios de un grupo humano que puede seguir o empezar a luchar por sus derechos.
- queer: personas que no se consideran parte de alguna categoría del sistema binario de género.
Edición: Daniela Cáceres
Imagen principal: Asclepio, héroe y dios griego de la medicina, con algunas figuras del arte griego yendo a una fiesta por el #pridemonth. Créditos: Gabriel Sandoval