Comenzó la cuenta atrás para las elecciones presidenciales; nuevamente se abre la oportunidad de un renacimiento del concepto de estado de derecho en nuestro país. Sin embargo, ¿qué podemos esperar de la clase política con la que nos toca convivir? Después de tantos sinsabores, ¿está preparado la/el peruana(o) para emitir un voto informado?
Primero y principal, es la primera vez en 15 años que las filas de candidatos no nos suenan mucho, al menos los “sospechosos más usuales” para el colectivo. Y es que muchos de estos están presos, huidos o nos han dejado su cuerpo como muestra de su desprecio. Terrible que estas tengan que ser las causas de retiro de nuestra clase política.
No por prioridad es que menciono primero a Verónika Mendoza, lideresa de una facción particularmente recalcitrante de la izquierda, sino, irónicamente, por su fugacidad. Se le puede identificar, fácilmente, por su ausentismo de la escena política:, simplemente está no habida. Y cuando está, le cuesta condenar a Chavez, y peor aún, a Maduro; no los rechaza, valbucea y evade. Todo lo bueno que podría aportar con el lado más humano de la izquierda peruana, es opacado por sus infames coincidencias.
Keiko Fujimori quiere y no a la vez. Lideresa del fujimorismo y de la lista de peruanos que deben retirarse de la política, parece que volverá a la carga por la presidencia, anunciando su regreso a la política “en un 100%”, desde sus redes sociales. Qué se puede decir que no se haya dicho ya. Analicemos pues que nos hizo el voto antifujimorista con el gobierno de PPK y el subsecuente Vizcarra; también recordemos aquella plaga aguantada, sin razón de ser, que era el congreso mitigado por Martin el terrible.
Acción Popular que, a estas alturas del partido, aún no cuenta con un candidato definido. En una competencia de egos, es todavía un misterio quién será el candidato que se presentará por el partido de la lampa.
Por un lado, tenemos a Raúl Diez Canseco, ex-vicepresidente del perseguido Alejandro Toledo y dueño de un conglomerado de instituciones educativas que se extienden hasta USA . También está Alfredo Barnechea, un longevo intelectual que es recordado por su particular desaire al chicharrón y por ser candidato junto a Alan García. Sea cual fuere el final, es probable que invoque más de una vez la memoria de Belaunde Terry y termine ensuciando sus ideales más bien; saludos Vitocho.
Por último, y menos importante, está al que muchos acusan de ser comodín del fujimorismo, Hernando De Soto. Es un político recorrido y resabido, quien conformó el staff de Keiko en las elecciones del 2016, aquella candidatura que el fujimorismo no pudo ganar, pues se enfrentó al Perú.
De Soto es conocido por una serie de publicaciones de libros, un economista de pergaminos. Sin embargo, no es conocido por relacionarse con dictadores como Mohamed Suharto de Indonesia, acusado de robar cantidades superiores a los 15 mil millones de dólares. Opina que los tentáculos maquiavélicos de Montesinos fueron quienes sedujeron a Fujimori, llevándolo a la debacle. A diferencia de Keiko, le es fácil ser crítico del dictador y deslindarse de sus malas decisiones, llegando a condenarlo.
Hacen falta líneas (y ganas de estar de mal humor) para referirnos a todos aquellos politicasos que coquetean con la carrera por la presidencia, véase el acallador de vendedores ambulantes, George Forsyth. También está el nuevo jale parlanchín, de la sombra denominada APRA, Roque Benavides, quien, con su deuda de dos mil millones de soles al estado por su minera Buenaventura, busca hacerse (de la presidencia) del Perú, entre otros.
El Perú es una promesa que va a cumplir 200 años, doscientos años de metidas de pata, traición y mucha suerte. Cada vez que votamos por un nuevo -terrible- presidente, casi siempre, nos terminamos adaptando; eso es un patrón que debe acabar. Principalmente, porque ha pasado ya un tiempo desde que algún candidato representó realmente algún cambio significativo para el país y la gente (ni siquiera solo para uno de los anteriores). Por esto, es importante, siempre, recordar qué clase de candidatos “caseritos” son los que nos toca, y saber a quién le vamos a dejar el timón de este gran barco nuestro llamado Perú.