Desde tempranas horas de la mañana, el pasado 11 de abril fue un día de tensión e incertidumbre. Más allá de los resultados oficiales de la ONPE, existió un momento valioso de análisis y de reflexión social, con la intención de que no vuelva a suceder: la situación de los adultos mayores en las elecciones del Perú 2021.
Este grupo de personas tenía un horario establecido de votación de 7 a 9 de la mañana, con la intención de reducir la exposición a la covid-19. Sin embargo, los adultos mayores fueron “dejados de lado” por la falta de miembros de mesa. Es decir, hubo un gran ausentismo por parte de los ciudadanos responsables de los centros de votación que alargó no solo el proceso entero de votaciones, sino que incrementó la posibilidad de contagios en dichos adultos; justo lo que se quería evitar. De tal manera, los peruanos de tercera edad, se quedaron alrededor de dos a tres horas esperando a que, principalmente, jóvenes voluntarios se presenten al rescate y se abran las mesas para poder ejercer su derecho al sufragio. De este modo, si bien se logró identificar un plan institucional para salvaguardar la salud de dicho grupo, en la práctica, no se ejecutó correctamente.
Desde un punto de vista social, en la actualidad, los adultos son un interesante grupo de estudio. Estamos rodeados de procesos y trabajos que se mueven muy rápidamente, de personas que se movilizan y piensan en el instante, y de relaciones capitalistas que necesitan de gente considerada como “funcional”. De la misma manera, a los adultos mayores, se les impone la disminución de la actividad productiva, que, si bien puede tener respaldos biológicos debido a la capacidad del cuerpo humano para trabajar intelectual o físicamente, hay una edad de jubilación que es establecida y “recomendada” por las instituciones gubernamentales. En otras palabras, a los adultos mayores, constantemente, se les inhabilita la posibilidad de participar en relaciones y actividades consideradas como “normales y cotidianas” debido a una normativa y un discurso que hace que sean reemplazados por personas jóvenes consideradas más competentes.
Así, como ya no forman parte del sector productivo, sino del grupo dependiente, se les margina no solo de la esfera productiva de la sociedad, sino también de la esfera cívica, como hemos podido ver durante las últimas semanas en el país. Es un grupo que, si bien puede tener la voluntad de hacer y querer participar de distintas maneras dentro de su sociedad, se les limita por un simple número, por el prejuicio de ser “muy mayores”.
Esta rama de la teoría sociológica, llamada también sociología de la vejez, no solo nos puede ayudar a ver el caso peruano de las elecciones como una de las múltiples formas de exclusión social al adulto mayor, sino a entrar en un análisis estructural de cómo este grupo es percibido. Claro, entendemos que, a simple vista, esto puede no ser considerado importante. Nos pueden refutar diciendo “pero cómo es que son excluidos si tienen seguros específicos para el adulto mayor”, “se les convocó a una hora solo para ellos”, o “siempre son primeros en las filas preferenciales”. Pero la verdad es que son justamente estas condiciones las que no son desarrolladas de la mejor manera – puede que, en el discurso. tengamos a los adultos mayores como prioridad, pero en la práctica vemos otra cosa.
Si bien el 11 de abril no es considerado como un momento en el que se establecían las relaciones comerciales y productivas de las que venimos hablando, había una labor cívica que se quería cumplir. Los adultos mayores no solo tenían tienen la intención de votar ese día, sino tenían también la expectativa de que haya alguien que los atienda en las mesas. Todo esto causa una gran cadena de interdependencia que, al no ser considerada, ha tenido consecuencias en los resultados electorales: a los adultos mayores se les está quitando el derecho a votar. Ellos dependían de la presencia de ciudadanos responsables, cuyo ausentismo obligó a que, parte de ellos, tuviera que retirarse sin elegir a su candidato. Sus votos hubieran podido modificar el plano electoral. Entonces, entramos a un terreno en el que se habla del cuidado y de la interdependencia por edades. En este, debemos iniciar un proceso reflexivo que nos ayude a darnos cuenta de que tu presencia y tu acción influyen, no solo en la posibilidad de actuar del otro, sino en datos concretos.
En términos macrosociales, no es solo un tema de salvaguardar el bien de país y presentarte a tu rol cívico, sino de salvaguardar y cuidar la salud y la integración de un grupo social que ha cumplido los mismos roles que tú en algún momento de su vida. Con el tiempo, las normas institucionales les han negado la posibilidad de hacerlo, y ese rol ha sigo delegado a la juventud o a personas consideradas “capaces” y “hábiles”. Así que, si tienes algún amigo miembro de mesa que no quiera presentarse el próximo 6 de junio, invítale un par de chelas o mándale este artículo para que los adultos mayores no tengan que pasar por esta situación una vez más.
Editado por Paolo Pró