Días después de la celebración del día de la madre, no está de más recordar que dentro de nuestro país también existen muchas mujeres que se han convertido en madres de corazón. ¿A qué me refiero? –por si acaso, estoy cuerda– A aquellas que eligieron ser madres por un medio distinto al biológico y optan por educar, proteger y crear un vínculo de amor enorme con un niño, niña o adolescente en estado de abandono –sí, una situación que, en pleno siglo 21, aún no logramos erradicar como sociedad- ¿Cómo logran esto? A través de la adopción.
En el Perú, el tema de la adopción y todo el proceso que esta conlleva, ha sido tomado con pinzas –mientras que los congresistas, en muchas cosas, no usan pinza alguna… #SiempreLoMismo-. En principio, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) ha señalado que la adopción no se trata de dar un hijo a los adultos que estén buscando convertirse en padres; de lo contrario, la adopción trata de velar por el interés superior de los menores. El propósito del MIMP se centra en que los niños, niñas y adolescentes sean integrados a hogares adecuados, donde los adoptantes realmente estén dispuestos a cubrir todas sus necesidades desde el ámbito emocional hasta el económico.
Las cifras de adopción en el Perú son, en esencia, muy limitadas. Esto queda evidenciado en la información brindada por el MIMP, ya que en el período de 2018 – 2022 se han llegado a dar en adopción regular y especial a 659 niños, niñas y adolescentes. Además, las cifras no llegan a superar las 160 adopciones por año ¿Alucinante, no? El escaso número de adopciones es aún más cuestionable, cuando en el Perú hay más de 300 niños y adolescentes aptos para ser adoptados esperando un hogar, –haciendo matemática sencilla, cerca de la mitad de los niños aptos encuentran un hogar en un año ‘regular’. Del mismo modo, más de 200 familias entre casados y convivientes, así como adultos solteros se encuentran a la espera de ser asignados como padres de estos menores.
Fuente: Dirección Nacional de Adopciones
Por su parte, la Dirección de Adopciones del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) ha señalado que, desde 2023 y hasta lo que va del año las cifras de adopción ascienden a 183 adultos que decidieron otorgar tutela a un niño, niña o adolescente. De igual manera, este mismo órgano destacó que en el presente año, más de 400 mujeres registradas en el Banco de Familias Acogedoras dieron la bienvenida a sus hogares a niños y adolescentes en desamparo para cuidarlos de forma temporal.
Entonces, ¿cuál es el real meollo del asunto? El problema se ve enmarcado no sólo en razones jurídicas, sino morales, -un tanto cuestionable, ¿no?-. Puede haber razones de discriminación a la familia que adopte, prejuicios de amigos, familiares, o también una negativa a que una familia uniparental, pueda adoptar. Por ejemplo, el caso de Camila Gianella Malca (soltera), quien en el 2019 se encontraba a la espera de adoptar un menor. No obstante, pese a que ella fue certificada como apta por la Dirección Nacional de Adopciones (DNA), le negaron a darle en adopción a un menor, mientras que, una pareja que postuló en el mismo año (2015), ya tenía un hijo. En el 2017, al consultar cómo iba su proceso, le indicaron que no había menores aptos –si nos dicen que no hay congresistas aptos… ¿más realista, no?-.
Fuente: El Comercio
Entonces, aún si los adultos que quieren adoptar a un menor hayan pasado por todos los talleres formativos y evaluaciones necesarias, existe una gran incertidumbre sobre el momento en el cual tendrán que dar la bienvenida a su hijo. Esta espera puede incluso demorar un año, dos o más.
En cuanto al tema legal, si bien el Estado busca proteger el interés superior del niño y adolescente, el problema es que, muchas veces, por consideraciones, desde mi punto de vista poco lógicas, no se logra la adopción de los menores. Por ejemplo, cuando el Estado, a través del Poder Judicial, se niega a declarar en estado de abandono a un menor por el hecho de que, una o dos veces al año, un familiar muy lejano se da un momento para visitarlo. A causa de ello, según diversos representantes del MIMP, los niños se tienen que quedar en los albergues por muchos años en una situación de incertidumbre, lo cual indudablemente afecta su salud emocional.
Fuente: Diario Correo
En resumen, la adopción en el Perú es un proceso que va ‘a paso de tortuga’, lo cual muchas veces se ve fundado en cuestiones legales y morales, poco sensatas. No obstante, es preciso infundir este acto que nace desde el corazón de muchas familias que desean educar y proteger a un niño o adolescente.
Citando a César Vallejo «Hay, hermanos, muchísimo que hacer»
Edición: Khrissé Suazo