Lima es nuestra ciudad, y siempre lo será. El lunes 18 de enero la capital cumplió 486 años de fundada. Sin embargo, mientras que para muchos Lima es, un violento hogar, para otros, es solo un destino turístico estacional. Lo cierto es que nuestra hermosa ciudad es definida de manera particular por cada uno, ya sea para bien o para mal; quizá, es de esta manera que lo peor de nuestra sociedad es reflejado en estas diversas perspectivas. Ello no significa que haya un sector mejor que el otro, pues los contrastes de las calles limeñas reflejan la dualidad de cada uno de los que la habitamos.
Desde su fundación, al igual que el Perú, Lima fue lugar de aparatosas situaciones, y de estadísticas cada vez menos alentadoras. Solo en 2019, Lima lideró en fatalidades por accidentes de tránsito en el país (22%), siendo el segundo lugar La Libertad (10%) y alcanzó el mayor porcentaje de lesiones por accidentes de tránsito en el país (36%), siendo el Callao segundo lugar (6%). Definitivamente la educación vial es y será un problema latente en nuestro país, pero definitivamente sus peores exponentes se encuentran en la capital, basado en cifras.
En 1991, Fujimori y el “paquetazo” abrían las puertas del Perú al mundo y al liberalismo fujimorista. Se introdujo el decreto legislativo número 651, que modificaba el sistema de transportes que,, hasta entonces, había sido manejado por el estado y las municipalidades. Este decreto permitía a empresas de transporte público fijar tarifas según lo creyeran conveniente, hecho que dejó fuera del mercado a las organizaciones estatales y que dio paso a la creación de las numerosas empresas de transporte público que aterrorizan las calles peruanas hoy en día y que adeudan sumas millonarias en multas.
Hoy, Lima se convirtió en hogar de inmigrantes venezolanos que huyen del régimen dictatorial y corrupto de Nicolás Maduro. Lamentablemente, muchos de ellos, que buscan una oportunidad en nuestro país, específicamente en la capital, quedan en estado de indigencia. Y es que en el 2019, el INEI informó sobre una estabilidad en el porcentaje de la pobreza monetaria del país entre 2018 y 2019 (20% – 20.5%), donde Lima resaltaba con índice de pobreza monetaria total del 13%.
La pobreza es un problema que nunca ha sido afrontado formalmente por algún poder del estado, alguna autoridad, o alguna personalidad. Los cerros de Lima, tugurizados de familias en situaciones precarias, solo son visitados por autoridades cada cierta temporada, donde aspirantes a alcaldías o a la presidencia buscan los ansiados votos a cambio de vergonzosos souvenirs. A pesar de todo, la información que se nos presenta es bastante engañosa, pues cada año que se informe una disminución en la pobreza, no se indica que el monto que se toma en cuenta para catalogar a una persona o familia como no pobre es de 350 soles (+/-) por persona. Lo que a muchos les cuesta unas zapatillas, es el monto que se considera que una persona debe gastar mensualmente (en alimentos, medicina, vivienda, ropa, transporte) para dejar de ser catalogada como pobre.
Por último, el manejo de la pandemia en la capital no ha sido ni será óptimo. Y es que los números solo avergüenzan. Lima siempre se ha salvado de recibir las medidas más severas en esta pandemia, probablemente por razones o argucias económicas. Sin embargo, los números que se traen a acotación son los de las camas UCI, ya que, para una población de 10 millones de personas en Lima, se cuenta (solo) con 860. Cifras que enojan y preocupan.
Data histórica del Registro de Camas diarias disponibles y ocupadas del formato F500.2 elaborada por Susalud.
No es coincidencia que Lima acumule 462,044 contagios y 17,053 fallecidos a lo largo de la pandemia. Nuestra capital está vulnerable, y es que los limeños y nuestra aparente realidad citadina ha hecho que lideremos una lista de la que desearíamos no ser partícipes.
Hemos tenido autoridades que huyen, que quieren reducir a toda la ciudad a un distrito, que se quedan mudos; pero, en líneas generales, han hecho de Lima el resumen más conciso de lo que es el Perú, un lugar hermoso para la vista, pero con infinitos problemas de forma y fondo. Un lugar con desigualdad, con hambre, lleno de violencia e ignorancia pero, a su vez, con lugares y situaciones tan bonitos e inspiradores que nos llenan de esperanza, con personas que no piensan rendirse por la ciudad, ni mucho menos por el país.
Llegamos al aniversario 486 de nuestra capital con los números en contra, llegamos con algunas calles bonitas, pero con una ciudad desordenada. Una ciudad que nos pide a gritos un respiro, pues fue construida en base a la improvisación y la dejadez. Probablemente estas palabras puedan replicarse de aquí al aniversario 500 pero, a pesar de ello, muchos seguiremos amando este desastre, nuestro desastre, llamado Lima.