Hoy de ti me sentí más cerca y de ti me acordé más. El astro brilló con tanta amistad que incluso el bochorno fue cordial. Las brisas fueron tan suaves hoy que dulcemente sentí su sal, y el refrescante viento invitó a toda la arboleda a danzar de forma tan jovial. Viéndote así, noté que quería pensar en ti, una vez más.
Pienso en ti con frecuencia en realidad, aunque más cuando estoy un poco fastidiado. Sé que no debería ser así. Tienes tanto que ofrecer y tanto por velar, tanta historia y tanto mar; y aun así te dejamos crecer, sin saberte cuidar. Ahora eres tan grande que me asombra que en lugares tan míos incluso me pierdo, que a donde ya he ido ya hay algo nuevo, y eres tan antigua que en unos años tendrás quinientos.
A mí me gustas, mi ciudad. Pero creo que a los demás no tanto como quisiera. Los que te habitan contigo reniegan. Que la inseguridad y la congestión vehicular son tus tragedias. Así nos quejamos a montones, cuando somos nueve millones. Te lideraron, te particionaron y mal te organizaron. Pues, cómo te explico, te han fraccionado en tantos distritos que algunos muy pequeños podrían ser barrios de uno solo, y otros están tan alejados como San Bartolo.
Y te cuidamos tanto como te recordamos. Tus monumentos son más de las palomas que de las personas. Por tus veredas y pasajes ahora andan hampones y peatones, mientras que por tus calles y avenidas gente indecente sin brevete. Es injusto culparte a ti de todo. Hay amor pero no creo que haya odio. Pienso que es indiferencia por falta de conciencia.
Y así dicen sobre ti más y más denuestos. Aunque las problemas más que tuyos son asuntos nuestros. Dicen que eres desigual, pero culparte a ti es lo que está mal. Que por partes eres tan bella y que por otras ya no tanto. Que por acá eres más segura y por allá solo hay basura. Que por aquí hay parques y mininos y por allí áreas verdes al mínimo. Que tus puntos más elevados son torres con luces o cerros con cruces.
Dicen que exageras tus humores, yo creo que apenas son rumores. Que por meses sofocas sin clemencia y por otros enfrías con dureza. Que por medio año el celeste en el cielo más lindo es el tuyo, y que luego es solo un color gris panza de burro. A mí no me incomoda mucho, mi Lima, pues me gusta ver los cerros verdes, justo antes de setiembre.
Dicen que nos arrebatas tiempo. Que Elmer Faucett y Javier Prado son los ladrones. Pobre del canciller, pobre del piloto. Recordados por el tránsito, olvidados por sus méritos. Que no pase contigo, mi Lima, que no les pase de nuevo a ellos.
Conos y cerros te circundan, a veces con mucha niebla o con gallinazos sin plumas. Pero solo a veces verde, pues sin la neblina, qué sería de tus lomas, cuando el cemento gris es lo que está de moda. Ya ni tu río está a salvo, mi Lima, lo hemos perdido, tu Rímac. De lo que fue sueño de Pizarro o dominios de Pachacámac, ahora solo quedan casonas incendiadas o ruinas mal conservadas.
Pero quiero recordarte más cosas agradables que funestas. Pues eres más linda de lo que piensas. Para lo triste, las noticias. Para ti, un poco de justicia. Fascinante es pasar por la Armendáriz justo antes de que se ponga el sol. Hora de fiesta en el cielo de Miraflores, nubes danzando y teñidas de arrebol. Maravilla total y así tienes más vistas por todo tu litoral.
Ya no estés triste, mi Lima bonita, porque creo que ahora es diferente. Tus hijos, los limeños, ahora se comunican más. Por redes que no se ven y no por cables negros que están de más. La conciencia puede ganar, pero ya no hay que esperar, sino cuándo vamos a actuar. Eres la más linda y puedes ser la más linda del mundo. Ya te sueño así, ya veo tu futuro. Gracias por este día y gracias por esta noche. Te quiero alegre y te quiero tanto, como Chabuca cuando te dedicaba su canto. Me despediría con un “cuídate” esta noche de hoy, pero en realidad de eso me encargo yo.
Carlos Irupailla.
Editor: Renato Hurtado.