Este 2016 nos ha traído muchísimos golpes de realidad que tal vez no nos hubiera gustado recibir, pero también otros que han sentado precedentes para seguir adelante. Ya sean buenas o malas noticias, creo que este año nos ha dejado a todos con la cabeza en alto y las ideas claras sobre lo que queremos para nuestro futuro como raza humana y como nación.
Pero no estamos solos y, justamente, por eso es que es tan difícil cambiar las cosas tal cual están. Más aún, por eso es que estamos disconformes con ciertos aspectos de nuestra realidad. En este punto, entonces, es clave reconocer que para poder hacer cualquier revolución (pacífica), por más pequeña que sea, necesitamos gente, ideales, argumentos, y para todo eso, necesitamos saber dialogar.
Si pudiéramos navegar entre las ideas de todos los seres humanos, quizás el mundo sería un lugar mejor o, simplemente, diferente. Pero no tenemos la maravillosa habilidad de leer mentes (ni corazones). Así que, aquí estamos, los unos frente a los otros intentando descifrarnos porque esa es la única forma en la que podemos convivir, entendernos. ¿Cómo? Comunicándonos.
El físico estadounidense David Bohm nos recordó en el siglo XX que la comunicación proviene del latín commun y el sufijo ie, similar al fie, que significa hacer. Ergo, la comunicación significa hacer algo en común, transmitiendo información de una persona a otra de la manera más adecuada posible. Ahora bien, en el diálogo hay que ir incluso más allá, dado que por más claro que uno intente ser, el otro no siempre entenderá lo que uno desea. Es por esto que para que la comunicación lleve a la creación de algo nuevo, las personas deben saber escuchar. En principio, si uno escucha sin prejuicios y sin querer influenciar en el otro, podrá adaptar sus respuestas preconcebidas a lo que le ha dicho el otro y así, responder adecuadamente.
Debemos ser capaces de comunicarnos libremente en un movimiento creativo en el cual nadie permanezca ni defienda sus propias ideas permanentemente.” – David Bohm
Para esto, es necesario que nos deshagamos de aquello que nos adhiere neciamente a nuestras opiniones previas al diálogo. Es necesario que dejemos fluir las ideas libremente entre quienes están involucrados en el diálogo para que podamos entendernos. Solamente así podremos seguir luchando por lo que queremos: justicia, equidad, una sociedad basada en el respeto y muchas otras cosas más. Centrando los diálogos en lo que realmente importa: los principios sobre los cuales estamos debatiendo todas las cuestiones que nos interesen.
Por eso y muchas cosas más, en lo que queda del 2016 y los años que vienen, busquemos el diálogo, no la discusión.