Viene el invierno y con él un recordatorio de cuán vulnerables somos frente a la naturaleza. En el 2018, las bajas temperaturas en distintas regiones de nuestro país afectaron a casi un millón de peruanos, se perdieron más de 40 mil hectáreas de cultivo y murieron más de 30 mil cabezas de ganado.[1]
Todo el daño que sufre nuestro país por un fenómeno natural repetitivo y previsible, como las heladas, debería hacernos pensar: ¿cómo vamos a afrontar los desastres naturales que inevitablemente vendrán con el cambio climático? ¿existe una conexión entre la desigualdad social y económica, y el calentamiento global?
El panorama de Perú en el contexto mundial del calentamiento global es preocupante: no solo somos un país ecológicamente vulnerable, sino que también somos un país de ingresos medios y con un elevado índice de desigualdad. De acuerdo a estudios pioneros sobre calentamiento global y sociología, la mezcla de biodiversidad + desigualdad nos hace las víctimas perfectas del cambio climático[2].
Un poco de contexto
En Perú, cada año hay cientos de miles de damnificados por fenómenos naturales como las lluvias en verano y las olas de frío en invierno. Como las poblaciones más pobres dependen más de los recursos naturales para su subsistencia, son más vulnerables a los daños producto del calentamiento global, como sequías y heladas cada vez más intensas.
Pero no todo es culpa de la contaminación y del calentamiento global. De hecho, es mas bien un circulo vicioso: la situación de pobreza y desigualdad genera impactos negativos en los ecosistemas, y la contaminación y cambio climático causan grandes daños a las poblaciones de menores ingresos y más desiguales[3].
Una manera sencilla de demostrar esto es a través de la calidad del aire, que está íntimamente relacionada al nivel de pobreza de una zona. En las zonas más rurales y pobres, el aire está contaminado porque los hogares usan métodos accesibles pero muy contaminantes (quema de leña, carbón y kerosene) para generar energía para cocinar y calentarse. Se estima que en todo el mundo, los afectados directos por respirar aire contaminado en un contexto de pobreza son 3 mil millones de personas.[4]
El círculo vicioso: desigualdad y contaminación
En un pionero estudio social sobre la contaminación, el Centro de Pobreza y Desigualdad de la Universidad de Stanford planteó un nexo socio-ecológico en dos niveles, que explica cómo la desigualdad genera contaminación y viceversa:
- La desigualdad está contaminando nuestro planeta a nivel “micro-ecológico”, porque los de mayores ingresos siguen patrones de consumo insostenibles, y los de menores ingresos depredan recursos naturales debido a su falta de acceso a otros recursos (como capital humano, servicios básicos, etc).
- La desigualdad también contamina a un nivel “macro-ecológico”, pues incrementa la necesidad de las sociedades desiguales de crecer más económicamente, para que la base de la pirámide económica pueda percibir más ingresos. A su vez, la desigualdad aumenta la irresponsabilidad de los ricos, quienes consumen en mayor medida y de forma más contaminante que los pobres. Además, los de menores ingresos están menos preparados para enfrentar las consecuencias de la contaminación. Por esto, el estudio concluye que la desigualdad hace imposible un consenso político entre grupos humanos para preservar los recursos naturales, y en última instancia disminuye la capacidad de reconocimiento del riesgo medioambiental y resta efectividad a políticas de conservación del medio ambiente.
Así que las leyes (y las colectas) no son suficientes
La contaminación es también un problema sociológico y económico, y no solo científico-ambiental. La gran barrera de la desigualdad y la falta de compromiso político y social tiene que ser sobrepasada para realmente poder empezar a trabajar en un marco legal que apoye el desarrollo sostenible de un país de medianos ingresos y alta desigualdad, como el Perú.
Los llamados “desastres naturales” deberían ser re-formulados como “desastres socio-ecológicos”. Su causa es cada año, cada temporada, más humana; y su impacto es cada vez más determinado por factores sociales como el desarrollo, la desigualdad y la democracia.
Las heladas y otros fenómenos son cada año más intensos debido al calentamiento global. Si ocurriesen en Lima, el saldo de damnificados, afectados y activos dañados no sería ni un asomo del que es en el interior del país. Las diferencias en infraestructura, desarrollo, intercomunicación y presencia del Estado hacen la gran diferencia. La desigualdad hace la gran diferencia. Y tenemos pocos años, según los científicos, para reducir esa brecha y ser menos vulnerables a lo inminente.
Editado por: Isabela García.
[1] INDECI, 2019.
[2] OFCE/Sciences Po-Paris, Stanford University, Harvard University, s.f.
[3] The relationship between poverty and the environment, Niranjan Dev Bharadwaj (2016)); OFCE/Sciences Po-Paris, Stanford University, Harvard University, s.f.
[4] OMS, 2016.