Entre 1879 y 1883, el Perú atravesó una de sus etapas más difíciles: la guerra del Pacífico. Esta terminó en derrota peruana y nos sumió en un estado débil económica, política y socialmente. Pero ¿por qué perdimos y qué tiene eso de relevante hoy en día?
El historiador Jorge Basadre planteó una tesis que atribuía la derrota en la guerra a dos razones principales: el Estado empírico y el abismo social.
Basadre define al Estado empírico como “el Estado inauténtico, frágil, corroído por impurezas y por anomalías (…) Un Estado en el que no abundan las personas capaces y bien preparadas para la función que les corresponde”. Básicamente, un Estado carente de dirigentes profesionales, probos y con visión clara de la clase de país que queremos llegar a ser. Menos mal el Perú del s.XXI no pasa por estos proble…oh wait
Uno de los temas relacionados a este primer obstáculo es la burocracia. El Perú, como varios países de América Latina, es uno de los países más burocráticos del mundo, según el ranking WEF 2018, lo cual evidencia un problema estructural que trasciende a los gobiernos de turno. Y es que, de manera sistemática, hay una tendencia notoria de crear cada vez más cargos en función a compromisos políticos, y ello es acumulativo.
Ello aparte del déficit público en temas presupuestarios, también ocasiona altos niveles de inoperancia, ineficiencia e ineficacia. Esto en la medida en que dichos vínculos que se hacen no responden a meritocracia alguna, sino al favoritismo y la obligación de cumplir compromisos políticos o amicales adquiridos en campaña, lo cual además desemboca muchas veces en casos de corrupción.
Todo ello genera sobrecostos que impactan negativamente en el crecimiento y retrasan el desarrollo, agudizándose más si consideramos el abismo social existente. Y no solo ello ya que también tiene implicancias en el ámbito social, como por ejemplo, la convivencia y la aceptación del pensamiento corruptor sobre el “debemos pagar una ayudita” para acelerar un trámite.
¿Qué es el abismo social?
Basadre se refería con ello a la total despreocupación en la época republicana por el problema indígena, lo que originó la ausencia de una mística nacional en este grupo humano. En palabras de la historiadora Scarlett O’Phelan: “el Perú en ese entonces (durante la guerra) era un país no integrado, con énfasis en la costa y una postergación de la sierra, sin un proyecto claro de educación y sin inclusión de la población indígena”
En la actualidad, el abismo social ya no se presenta solamente como la marginación del indígena en los Andes, sino también como pobreza extendida de un alto porcentaje de peruanos, su real marginación del sistema educativo y su creciente dependencia cultural y cívica de los medios de comunicación.
Solo en el tema educativo ya se percibe una enorme desigualdad, que ha sido acentuada aún más por la pandemia. El acceso a internet y tecnología, la cantidad de horas lectivas en zonas rurales y urbanas, la calidad en contenido y profesional, la educación intercultural bilingüe, el acceso para niños con discapacidades son solo algunos ejemplos del sector y así la lista seguiría, entonces, ¿cómo cerramos la brecha social si uno de los ejes principales para ello es uno de los más desiguales?
¿Qué se puede hacer?
En 1978, en las anotaciones a su obra Perú: problema y posibilidad, escrita en 1931, Basadre nos recordó la relación estrecha entre el desarrollo económico y la superación de ambos obstáculos. Para él, “el desarrollo económico auténtico no sólo implica la ampliación de bienes y servicios, sino que queda definido mejor en términos que eleven los niveles de subsistencia, dignidad y libertad humanas y combatan la pobreza, el desempleo y la desigualdad“. Básicamente, un buen manejo económico que no quede solo en cifras, sino que también se traduzca en la vida diaria del ciudadano: mejor educación, salud, saneamiento, igualdad de acceso a oportunidades, etc.
Asimismo, planteó la lucha contra el subdesarrollo como: “una planificación auténtica de tipo democrático, gradualista y experimental en el avance hacia el futuro con soluciones de corto, mediano y largo plazo que tiendan al aumento de la productividad y al alza del nivel de vida, y defiendan al mismo tiempo derechos humanos esenciales y busquen, sin mengua de ellos, la justicia social”.
A puertas de unas nuevas elecciones, el Perú sigue prisionero de sus fantasmas, y no parece que la invocación de Jorge Basadre, a superar el abismo social y terminar con el Estado empírico vaya a tener eco. ¿Habrá algún candidato que finalmente nos ayude a superar estas dos taras?
Fuentes bibliográficas:
Basadre, J. Historia de la República del Perú, 1822-1933 (Lima: Editorial Universitaria, 1983)
Basadre, J. Perú, problema y posibilidad, 2da. Edición (Banco Internacional del Perú, Lima, 1978)