Mientras los medios occidentales han estado hablando de la victoria del ex ministro de economía Emmanuel Macron, India es el anfitrión de otras elecciones que podrían ser potencialmente más importantes para la seguridad internacional y acercarnos a una guerra nuclear.
Este año, la democracia más grande del mundo, la República de India, está celebrando un número de elecciones estatales en las que el partido anti pakistaní, el Bharatiya Janata Party (o Partido Popular Indio) se proyecta para obtener grandes ventajas frente al Congreso Nacional Indio (o INC, por sus siglas en inglés), el partido que históricamente ha sido el que ejercía mayor poder dentro del gobierno federal y en varios Estados.
Esta racha de victorias se ha dado desde las elecciones generales del Lok Sabha, o la cámara baja, en las elecciones generales del año 2014. En ellas, el INC perdió 162 curules con respecto al anterior Lok Sabha, y el BJP ganó 162 más; lo que le dio 282 parlamentarios al BJP frente a los 44 con los que contaba el INC. Ese mismo año, el INC empezó a perder múltiples asientos en las asambleas estatales, tendencia que ya se estaba arrastrando de años anteriores. Sin embargo, la victoria más demoledora se dio este marzo en el Estado de Uttar Pradesh, donde el BJP ascendió de 47 a 312 parlamentarios y el INC, de los 28 asientos en su poder, se quedó con 7.
Para entender la relevancia internacional de las elecciones, es necesario hacer una introducción a las dinámicas demográficas y políticas internas indias. El punto de partida para ello es la religión, dados los históricos conflictos entre musulmanes e hinduistas acarreados desde la invasión islámica a India durante la Edad Media, y que iniciada la independencia resultarían en la necesidad de crear Pakistán para que los musulmanes pudieran tener un país propio y evitar la escalación del conflicto.
Esta división fue decidida por el Congreso Nacional Indio, partido que propulsó la independencia india con Mahatma Gandhi y veía un gobierno inclusivo y que le delegue más autoridad a cada gobierno regional como la única forma de mantener unido un país tan diverso lingüística, religiosa, y étnicamente como lo es India como la única estrategia posible para mantenerlo unido y estable. El INC, frente a los conflictos religiosos que marcaban India desde tanto tiempo atrás, vio como única salida la creación de Pakistán como un país para los musulmanes, proyecto que generó migraciones masivas y muchos muertos en ellas, pero pudo contener las tensiones sociales entre ambos grupos.
Sin embargo, las divisiones religiosas continúan a nuestros días en la vida sociopolítica del país. Varios hinduistas perciben a los musulmanes como la continuación de una fuerza subyugadora y creen que están afiliados al régimen pakistaní para destruir la identidad india y tienen tasas de natalidad más altas para islamizar el país y convertir a su religión y cultura histórica en un vestigio del pasado, motivo por el cual los hinduistas han optado por apoyar a partidos altamente nacionalistas (si te suena parecido lo que ahora sucede en Europa, probablemente lo sea). Así, en respuesta a los prejuicios religiosos en India, aparece el BJP, un partido que intenta consolidar la identidad nacional a través de lo que llama hinduidad, que es una forma de nacionalismo que busca uniformizar el país con base en la religión hinduista, motivo por el cual ha sido definido fuertemente atacado por su anti islamismo. Y, a decir verdad, el gobierno actual de Narendra Modi tiende a ignorar la violencia cometida contra los musulmanes y otras minorías. Estas políticas han capitalizado en los conflictos internos para formar una campaña política que traslada el origen de los problemas domésticos a naciones extranjeras (de nuevo, si te parece que lo has visto antes, probablemente lo sea).
Si las relaciones con Pakistán ya eran tensas ni bien formados los dos países -lo cual había llevado a que ambos se armen nuclearmente a gran magnitud-, el BJP puede empeorar la situación. Las relaciones con Pakistán también se ven dañadas por el trato a los musulmanes en India, y eso lleva a que en Pakistán también se esté cometiendo violencia contra los hinduistas locales y que grupos terroristas islámicos tomen fuerza tanto en Pakistán como en las regiones de India con mayoría islámica, de los cuales el mejor ejemplo hoy en día es Cachemira. Así, el ascenso del BJP acrecienta el riesgo bélico con Pakistán del mismo modo que la victoria de Trump está haciendo que los países latinoamericanos se alejen de los Estados Unidos. En este caso el deterioro de las relaciones indo-pakistaníes tiene un potencial bélico aun mayor por tratarse del límite geográfico más cargado nuclearmente, con entre 100 y 120 ojivas del lado pakistaní, y entre 90 y 110 del de India.
Sin embargo, no solamente está el riesgo de una guerra entre India y Pakistán, existe un buen número de movimientos secesionistas indios cuyo éxito es factible con el auge de una política que no toma en cuenta las necesidades de cada Estado y le limita su capacidad de acción (juro que es la última vez, pero si te parece similar a lo que le está sucediendo a la Unión Europea, probablemente lo sea). La creación de múltiples nuevos estados con armamento nuclear -algunos que serían gobernados por grupos terroristas islámicos- no hace más reducir los ya pocos factores que eviten la guerra en lo que hoy es el borde indo-pakistaní, pero después sería una mezcla entre naciones jóvenes sin estabilidad política y territorio controlado por grupos terroristas islámicos. Si bien esto no suena muy distinto de los conflictos en el Oriente Próximo, hay un factor que hace este escenario cualitativamente más peligroso: la presencia de armamento nuclear de ambos bandos. Tener tantas naciones recién formadas con acceso a armas de destrucción masiva es un riesgo devastador que debería ser tomado en cuenta al momento de analizar los posibles conflictos armados en un futuro cercano.