Es la vida en comunidad la que está amenazada, y ante ello no hay compensación posible.
Gonzalo Valderrama, antropólogo peruano.
En menos de una semana, el conflicto de Las Bambas pasó por las fases de negociación, acuerdo y…caída del acuerdo. Sabemos que este megaproyecto es vital para nuestra economía, ya que representa más del 1% del PBI[1]. De hecho, su relevancia es tal que en este, tu portal favorito, ya hablamos del conflicto hace pocos días. Pero ¿por qué está que estalla como una bomba de tiempo reprogramable?
Hoy venimos a reflexionar sobre el motivo de fondo por el cual -sospechamos- este conflicto no logra resolverse de manera definitiva. Aún.
Dos historias paralelas: Las Bambas y Fuerabamba
Las Bambas
Recordemos que el proyecto y la mina Las Bambas ha pasado por propiedad de varias empresas o holdings extranjeros. En el 2014, la empresa estatal china Minerals and Metals Group (MMG) adquirió el 100% del mismo y presentó su modificación al Estudio de Impacto Ambiental del proyecto, introduciendo un cambio crucial: transportar el mineral por carretera y ya no por mineroducto, como era el plan original. Este cambio fue aprobado durante el gobierno de Humala. Never forget.
Fuerabamba
El cobre yacía bajo las tierras de una pequeña comunidad rural campesina llamada Fuerabamba. Siguiendo la regulación vigente, la minera realizó la correspondiente consulta previa para establecer a dónde y cómo iba a reasentar a esta comunidad. Así fue como se construyeron las casas de la urbanización Nueva Fuerabamba. En el 2014, cuando Las Bambas ya era de MMG, se inició el reasentamiento de la comunidad de Fuerabamba en la nueva urbanización. Además de las casas, en el 2015, el proyecto entregó a la comunidad el fundo Yavi Yavi en reposición por las tierras comunales que tenían en el original sitio de Fuerabamba (ahora de la mina). Esta reposición es clave para entender el conflicto.
En el 2015, la comunidad protagonizó una protesta porque consideraban que nadie les había consultado sobre el paso de camiones por una carretera que cruza su fundo. Criticaban que el Estado y la mina no comunicaron la información ni hicieron consulta previa. Los protestantes fueron reprimidos por la policía: hubo 3 fallecidos. Hoy, esa misma carretera está bloqueada hace dos meses.
El conflicto
Negociar con comunidades originarias es una tarea mucho más delicada que negociar con personas de nuestra misma cultura. La cultura del Perú moderno (incluyendo a las empresas y el Estado) es muy distinta a la cultura del Perú rural. Y tal parece que los negociadores de la mina y el Estado no logran (¿o no desean?) comprender que existe esa innegable diferencia.
Por un lado, la mina sostiene que la construcción de la zona residencial de Nueva Fuerabamba y el reasentamiento fueron acordados con la comunidad; sin embargo, existe un contraste muy fuerte entre lo que ofreció la mina y el estilo de vida de las comunidades rurales.
En la cosmovisión de pueblos originarios, -como lo es Fuerabamba, de acuerdo a OIT, al BID y al Banco Mundial– las tierras son un elemento trascendental de identidad étnica y comunitaria. El plan de reasentamiento, pese a la consulta previa, cambiaría el estilo de vida de toda una comunidad originaria. Y, para mala suerte, en una cultura tan profundamente arraigada hacia el campo y a la vida comunitaria, cambiar su estilo de vida fue una muy mala idea.
Para los Fuerabambinos, la tierra en la que viven es lo más importante. Esa forma de pensar es parte de su cultura, cosmovisión y modo de ver la vida. Y con el paso de los ¡300! camiones y todo el polvo que conllevan, sienten que su tierra está siendo amenazada. Cabe resaltar, que en la sierra rural, a más 4000 m.s.n.m., antes de que llegue la gran minería los habitantes no veían ni escuchaban nunca camiones. Y ahora deben ver 300, con polvo incluído.
Por eso, este conflicto “minero” es fundamentalmente un conflicto cultural. La mina y el Estado plantean soluciones económicas, como millonarios pagos por el derecho de usar el terreno para una carretera o casas muy lujosas para la zona, inclusive camionetas. Pero alguien se ha puesto a pensar ¿qué valor tiene el estilo de vida de alguien? Especialmente un estilo de vida de una cultura ancestral, de un pueblo originario. Hay cosas que no se pueden monetizar y al insistir en monetizarlas, antes de comprenderlas, es donde empiezan a explotar las bombas de tiempo.
Editado por: Isabela García.
[1] Según el BCRP.