“No estábamos preparados”. La crisis generada por el nuevo coronavirus impactó en diversos sectores, donde uno de los más afectados ha sido el económico. Para recuperar a este último y llevarlo a niveles prepandemia, es imprescindible contar con una solución frente al virus. Es por ello por lo que, a inicios del año, empezó la carrera para encontrar una vacuna contra esta enfermedad. Pero ¿en qué condiciones esta preparación nos salvará y devolverá la vida que antes conocíamos? #2021Apiádate. A continuación, estimado lector, veremos qué supuestos como todo economista plantea deben cumplirse, para que las vacunas sean eficientes y permitan a la economía volver a la situación previa a la pandemia.
El caso de las vacunas contra la COVID-19 es, sin lugar a duda, un problema que genera efectos directos e indirectos, así como externalidades esas que te hacían sufrir en Eco 1. A nadie le debe causar sorpresa que la adquisición de las vacunas sea positiva para la sociedad en su conjunto, pues los beneficios de tener una cura, inmunizar a la población y, por ende, terminar con la pandemia, superan con creces los costos en que incurriríamos. Sin embargo, hay supuestos que deben cumplirse, para que dichas vacunas tengan un efecto positivo en la sociedad y, específicamente, en la economía.
A continuación, se presentan los supuestos necesarios que deben cumplirse para lograr que la vacuna sea nuestra salvación a la crisis:
- Las vacunas son eficaces;
- El transporte, almacenamiento y aplicación son los adecuados, según recomendación de los laboratorios;
- Todas las personas son vacunadas;
- Los eventuales cambios del virus no afectan a la efectividad de las vacunas desarrolladas.
Una vez establecidos los supuestos, analicemos los costos económicos (o pérdida de beneficios) si estos no se cumplen. En primer lugar, si en el largo plazo las vacunas no son del todo eficaces y no protegen a los diversos grupos poblacionales en su totalidad, entonces siempre habrá un margen que generará una pérdida de eficiencia social. Respecto al segundo supuesto, el tema logístico en el transporte y aplicación de las dosis es fundamental para asegurar el beneficio de la vacunación. Si se falla en alguna parte de la cadena distributiva, las eventuales pérdidas de las vacunas (en mal estado) generan una pérdida de recursos.
El tercer supuesto es uno de los más importantes. Según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), las diferentes vacunas contra la COVID-19 hacen que el organismo se quede con un suministro de linfocitos T de “memoria” (estas atacan células del organismo que ya están infectadas) y linfocitos B, que recordarán cómo combatir contra el virus en el futuro. Esto implica que en caso de que haya algún contagio, las vacunas harán que tengamos cierto grado de inmunidad y se pueda combatir contra este. Pero ¿qué ocurre cuando una persona infectada y vacunada se encuentra con una sana y no vacunada? Si bien los expertos no tienen esto claro, probablemente sea porque aún persiste la probabilidad de contagio, lo cual evidenciaría que la persona sana y no vacunada pueda contraer la enfermedad. Así, en el caso que esta sea del grupo de riesgo o presente síntomas graves, los efectos negativos no serían contrarrestados.
En economía, siempre buscamos maximizar el beneficio de la sociedad sujeto a la restricción de los limitados recursos con los que se cuentan. El caso en que una persona vacunada pueda contagiar a una no vacunada es una asignación que no permite que se obtengan los beneficios esperados. La solución óptima estaría en que todas las personas estén vacunadas o que sean inmunes al virus. En caso contrario, si la probabilidad de contagio persistiera en algunas personas, generaría que continúen los costos asociados a la pandemia.
Finalmente, el último supuesto asociado a las eventuales mutaciones del virus podría poner en riesgo la lucha por conseguir una solución viable a la pandemia. Un eventual surgimiento de una variante del virus que cause la enfermedad y que las vacunas en desarrollo no sean capaces de inmunizar, eleva los costos de investigación y desarrollo de estas últimas. Si bien al inicio de la pandemia, la información con la que se contaba en ese entonces sobre el virus era limitada, los recursos fueron destinados con el fin de lograr una salida a la crisis. Estos recursos son tanto monetarios como no monetarios. El primero está asociados a los costos de investigación, desarrollo, distribución, etc. El segundo, por su parte, hace alusión al tiempo y esfuerzo destinado. Cabe mencionar que, dada la situación, la elección de buscar una vacuna no es tema de discusión, pues es necesario.
Como se ha visto, estimado lector, la probabilidad de que las vacunas sean la solución a nuestros problemas no es del todo absoluta. Que estas sean nuestras salvadoras depende del cumplimiento de diversos supuestos. Como todo en la vida y en la economía, la probabilidad de éxito de una medida está sujeta a diversos factores que, en caso se cumplan como lo esperado, alcanzan una solución óptima. Lo cierto es que todas las situaciones posibles son incorporadas en el desarrollo de las vacunas, por lo que la probabilidad de error es muy baja. Por ello, debe ser una prioridad adquirirlas para el Perú, pues, mientras más tiempo permanezcamos en pandemia, más altos serán los costos que los peruanos tendremos que asumir.
Edición: Claudia Barraza