Nos encontramos en el día 160 y tantos del estado de emergencia. Hemos llegado a más del medio millón de casos y algunos consideran que ni siquiera hemos logrado salir de la primera ola de contagios. A pesar de haber tomado medidas tempranas, la situación del Perú es una de las peores del mundo y el nivel de propagación del virus sigue siendo demasiado alto. Entonces, una de las preguntas más difíciles de responder lógicamente es la siguiente: ¿por qué las personas siguen saliendo? Dejando de lado a los que salen de sus hogares porque realmente lo necesitan, tal vez, la explicación se puede encontrar en la percepción de las personas y qué tan felices son por darse una “escapada” #NoTeConfíes.
La economía acuñó el término aversión al riesgo para reflejar las preferencias de los individuos y explicar el grado en el que estos temen o aman la incertidumbre de la vida. Usando esta definición y algunos números que representen las “ganancias” y “pérdidas”, podemos tratar de comprender si es que en realidad las personas no le tienen miedo a nada o no les importa tanto contagiarse #EstamosTodosLocos. Imaginemos que existe el peruano representativo y tiene 100 puntos de bienestar. El individuo debe decidir si salir o no de su casa (siempre y cuando tenga la libertad de decidir). Si se queda en su casa, no hay incertidumbre con respecto a si se ha contagiado, aunque podría ser por el delivery. Sin embargo, si la persona sale, se genera un estado de incertidumbre con dos escenarios: se ha contagiado o no. Sin tomar en cuenta la situación en nuestro país, podemos asumir que cada uno de estos escenarios tiene el mismo grado de probabilidad: un 50% siendo optimistas. Por último, es necesario decir que, si te contagias, vas a perder tu bienestar (cae a 50) y, si no lo haces, digamos que ganas porque cumpliste con tus objetivos sin sufrir ninguna consecuencia (tu bienestar sube a 150). A pesar de que sean muchos números, todo se resume en esto:
Con este valor esperado, podemos notar que, si los escenarios son igualmente probables y sus efectos son equivalentes, uno debería sentirse igual de satisfecho si sale o no, ¿cierto? Pues, el caso es que estos 100 puntos posibles de bienestar pueden valer mucho para algunas personas y poco para otras. Aquí es cuando se puede notar la diferencia entre los aversos y los amantes al riesgo. Tenemos tres casos representativos de cada peruano:
- Aversa al riesgo: Tener poco bienestar vale mucho para ellas y un punto adicional vale cada vez menos. Este tipo de personas no querrán salir porque los 100 que tienen ahora son mucho más valorados que los 100 puntos de bienestar posibles (que pueden ser 50 seguramente). Estas personas sacan adelante al Perú.
- Neutral al riesgo: Cada unidad de bienestar extra tiene el mismo valor para ella en cualquier momento. En este caso, las personas no diferencian entre el valor que le dan al 100 de quedarse en su casa y al 100 de salir. Estas son las personas a las que podemos convencer de que no salgan
porque la final les da igual. - Amante del riesgo: Tener poco bienestar vale casi nada para ellas y cada punto adicional vale más que el anterior. Este tipo de personas van a salir porque valoran mucho más el 100 esperado (que puede ser un 150 en sus cabezas) que los 100 que tienen ahora. Aquí es donde tenemos un problema.
Como se puede ver, el perfil de cada peruano y su posición frente a la incertidumbre de contagiarse o no contribuye a su decisión de salir o no. Lo normal es que la mayoría de las personas sean aversas al riesgo no creo que a nadie no le importe contagiarse, pero seguimos viendo que hay demasiadas personas que salen, aunque no lo necesiten. En este tipo de casos, se hace referencia a la paradoja de los juegos de azar. Las personas saben que pueden perder (contagiarte) y tienen altas probabilidades de hacerlo, pero siguen jugando (saliendo de sus casas) y yendo al casino solo para “divertirse”. La paradoja del contagio consecuentemente hace referencia a la actitud ilógica de salir en estos tiempos innecesariamente. Y, en realidad, si nos apegamos más a la realidad, podemos notar que las chances de contagio no son 50/50, sino que es más probable que te infectes. Asimismo, el bienestar que pierdas será mucho mayor que el que puedas “ganar” por simplemente no contraer la enfermedad, la cual no tenías antes de salir.
La única explicación de que la paradoja del contagio se dé es que las personas no tienen muy claros los datos o que simplemente sus prioridades están demasiado alejadas de lo cuerdo. Podemos atribuirlo a las fake news o a la imagen que dan algunas autoridades con su comportamiento #FuerzaArequipa. Sin embargo, al final el resultado es el mismo: las personas creen que la probabilidad de contagiarse es pequeña (10%) y, a la hora de tomar una decisión, simplemente ponen en una balanza su valor esperado del cual ya sabes la fórmula y salen porque es lo lógico para ellos. También, se lo podemos atribuir a las motivaciones de las personas. Aquí, entran los que se ven obligados a trabajar fuera de sus casas y tienen beneficios mayores por salir que por quedarse. Sus “puntos de bienestar” van a subir ampliamente si es que salen y deben olvidarse de las probabilidades de contagio, pues no tiene opción.
De aquí, podemos sacar la conclusión de que hay que atacar dos problemas. Por un lado, mejorar la información y evitar la propagación de noticias falsas o malos ejemplos de nuestras autoridades esos alcaldes cumpleañeros. Así, tendríamos las probabilidades claras. Por otro lado, hay un gran problema en el empleo y la informalidad. En un mundo ideal, el teletrabajo sería una oportunidad para más personas y los incentivos para salir serían menores. No podemos dejar que la paradoja del contagio nos vuelva a atacar con tanta fuerza.
Edición: Claudia Barraza